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Flores de azafrán, con sus valiosos estigmas naranja. Cebas-CSIC

De cómo el azafrán es capaz de condimentar también la salud

La famosa especia es un buen aliado de nuestro cerebro, pero aún no se conoce cómo lo hace. Una investigación del Cebas-CSIC financiada por el Gobierno regional a través de la Fundación Séneca, está tratando de desentrañarlo

Sábado, 29 de junio 2024, 00:31

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El azafrán da vida a los platos, aportando sabor y color, y también sabemos que da vida a quienes consumen los guisos que condimenta, aportando crocinas y crocetina. A estos dos compuestos naturales se les atribuyen propiedades beneficiosas para la salud, por ejemplo sobre el sistema nervioso central. Así se denomina el complejo donde se encuentra el cerebro y actúa como auténtico sistema de mando y control que nos gobierna: recibe información del exterior, la procesa y da órdenes a nuestros músculos para actuar, por ejemplo. Cualquier aporte bueno para esa región de nuestro engranaje es más que bienvenida, por tanto. De ahí que, como apunta la investigadora Rocío García Villalba, «actualmente se comercializan en el mercado numerosos extractos de azafrán en cápsulas bajo la premisa de mejorar el estado de ánimo, apoyar el rendimiento mental, contribuir al equilibrio emocional, aliviar el estrés y otros beneficios a nivel neurocognitivo». Sin embargo, añade, «todavía se desconocen las moléculas responsables de estos efectos y como ejercen su acción». Para tratar de desentrañar el misterio, García Villalba comenzó a trabajar a comienzos del año pasado en un proyecto centrado en esta incógnita, liderando un grupo de especialistas del Centro de Edafología y Biología Aplicada del Segura, que es la entidad de referencia de la investigación agraria en la Región de Murcia ligada al Consejo Superior de Investigaciones Científicas, de ahí que responda a las siglas Cebas-CSIC.

Pigmentos orgánicos

Uno de los retos que se han propuesto «es conocer la biodisponibilidad de estos compuestos», explica la investigadora principal de la iniciativa, financiada por la consejería de Medio Ambiente, Universidades, Investigación y Mar Menor, a través de la Fundación Séneca. La misión es desentrañar cómo se absorben y transforman estos compuestos tras su ingesta, cómo pasan a la sangre y cómo llegan a los diferentes órganos y tejidos. Los expertos apuntan a la llamada microbiota intestinal como colaboradora clave para extraer esos efectos neuroprotectores de los citados pigmentos orgánicos del azafrán (las crocinas y crocetina). Así, los ejércitos de miles de bacterias que pueblan nuestras entrañas se estarían aliando de nuevo para nuestro bienestar, como hacen cuando nos ayudan a absorber nutrientes, por ejemplo. «Cada vez hay mayor evidencia» en la relación entre la microbiota intestinal y el cerebro, resume García, pero en el caso de los apocarotenoides del azafrán, que es lo que son esas famosas crocinas y crocetina, «no se sabe cómo podría ser esa relación».

Las claves

  • Color. Las crocinas y la crocetina son pigmentos orgánicos que se encuentran de forma natural en algunas plantas, como los estigmas del 'Crocus sativus', la flor del azafrán.

  • Bacterias. La flora bacteriana, o microbiota intestinal, está compuesta por miles de bacterias que viven en el intestino y que, en su mayoría, nos son beneficiosas.

  • Vida. La investigación trata de arrojar luz sobre la beneficiosa interacción para la salud de las crocinas y la crocetina con la microbiota intestinal.

Los investigadores apuntan a un par de posibilidades. O bien la microbiota intestinal transforma esos apocarotenoides en otros compuestos responsables de los efectos neurocognitivos, o resulta que su interacción con las bacterias intestinales «modifican rutas metabólicas relacionadas con la salud cerebral». Para estudiarlo, «se están llevando a cabo ensayos de incubación 'in vitro', utilizando una cabina de anaerobiosis donde se simulan las condiciones que ocurren en el colon», con cuyas bacterias interactúan los compuestos del azafrán. Estas observaciones se van a validar con un estudio de intervención en humanos «donde conoceremos cómo se absorben estos compuestos tras su ingesta, en qué forma y cantidad están circulando en plasma y cómo se transforman por la microbiota intestinal». Es una información «esencial para poder saber si estos compuestos podrán ejercer los efectos observados 'in vitro'», aclara.

De izquierda a derecha, los investigadores David Beltrán Riquelme, Maria Dolores Frutos Lisón, Francisco Tomás Barberán, Rocío García Villalba, Maria Teresa García Conesa y Carlos Javier García Hernández-Gil. Cebas

La especialista lleva un tiempo centrando parte de su investigación en el estudio del metabolismo de la microbiota intestinal, lo que ha permitido «importantes avances en el conocimiento acerca de la transformación en el colon de diferentes familias de compuestos bioactivos». Son «transformaciones muy importantes», concluye, «ya que podrían explicar algunos de los efectos beneficiosos que se atribuyen a estos compuestos y actuar a nivel de la microbiota intestinal para mejorarlos». Entonces el azafrán ya no solo nos dará color y vida, además, sabremos cómo lo hace y podremos ayudarle en tan beneficiosa función.

Investigar con las tripas

La microbiota intestinal está despertando un notable interés científico en los últimos años. Este complejo formado por las miles de bacterias que pueblan el intestino y ayudan con frecuencia a distintos procesos orgánicos desarrolla una «importante función en la salud de las personas», subraya la investigadora del Cebas-CSIC Rocío García Villalba, que lleva los últimos años estudiando el metabolismo de este componente clave para la salud. La estimulación del sistema inmunitario, la protección frente a patógenos y el metabolismo de nutrientes son algunas medallas que se puede poner esta microbiota merecidamente. De ahí que, ahora, «muchos grupos de investigación a nivel internacional trabajan sobre diferentes aspectos relacionados con ella». García Villalba cita específicamente, como objeto de estas investigaciones, «temas relacionados con la interacción con constituyentes de la dieta, ya que la microbiota intestinal ha demostrado ser un factor clave para entender los efectos de la dieta en la salud». En cambio, precisa, «hay pocos estudios acerca de la interacción carotenoides-microbiota». Este es «un campo casi desconocido hasta ahora» en el que el grupo de investigación que la doctora Rocío García encabeza se ha propuesto ahondar.

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