La representación de Jesús y los clásicos
Controversia. Desde los inicios hasta la época moderna, el eco del mundo grecorromano y su influencia estética nunca estará al margen
JAIME FRANCISCO HERNÁNDEZ GARCÍA
Lunes, 6 de abril 2020, 21:50
«En tiempos de este Genadio, la mano de un pintor se le secó por haberse atrevido a pintar al Salvador con la forma de ... Zeus, al cual sanó Genadio con sus oraciones». Con estas palabras Teodoro el Lector mencionaba en el primer libro de su 'Historia Tripartita' la sorprendente curación de un pintor pagano por parte del arzobispo Genadio en el siglo IV. La culpa del artista fue ni más ni menos que representar a Cristo con una estética que sospechosamente lo hacía coincidir con el padre de los dioses paganos, Zeus.
En un fragmento del libro IV de la misma obra, el mismo autor bizantino aporta algún detalle más sobre el mismo hecho: «A un pintor, al dibujar la imagen del Señor Jesucristo, se le secaron ambas manos. Se decía que esta imagen la hizo por encargo de un gentil. La pintó bajo la forma y el nombre de nuestro Salvador, pero separando el cabello de su cabeza, para no cubrir sus ojos. En realidad, de este modo los gentiles pintan a Zeus, para que los que lo vean adoren así al Salvador». Parece claro que el artista representó a Cristo peinado con la raya en medio y una larga melena. Una imagen que no dista mucho de aquella representación de Jesús, tan arraigada en nuestro imaginario, que recorre nuestras calles en la Semana Santa.
Este Jesús barbado y con el pelo largo responde a una tradición oriental que, al margen de las modas de la época, también pretendía acercar el cristianismo a los paganos mediante la asimilación de representación de sus dioses. Una asimilación de formas y estéticas permitía difundir la nueva religión entre las clases populares que entenderían mejor las imágenes que los textos sagrados.
Trasladémonos ahora a Occidente. En el mismo siglo IV se data el mosaico de Hinton Saint Mary, actualmente en el British Museum. No está claro si pertenecía a una villa o a una pequeña iglesia cristiana. En todo caso, la figura de un Jesús joven, sin barba y con el pelo corto de cuya cabeza se proyectan las iniciales se aleja bastante de la imagen descrita por Teodoro. Lo flanquean dos granadas, símbolo de la fructificación y la fecundidad. En la sala aledaña, asociado a este mosaico principal destaca un Belerofonte a caballo –un Pegaso no alado en este caso– matando a la Quimera. Un héroe mitológico cuya leyenda narra Homero en el canto VI de su 'Ilíada' se reinterpreta simbólicamente como el Redentor derrotando al mal encarnado en un monstruo con cuerpo de cabra, cabeza de león y cola de serpiente. Prefigura en cierto modo la imagen un San Jorge matando al dragón. No sabemos si al artesano musivario también le sobrevino un castigo por dotar al Salvador de atributos o símbolos paganos. Sí es evidente, sin embargo, que estamos ante dos casos paradigmáticos de la asimilación de elementos iconográficos clásicos por parte del cristianismo.
En su origen, el cristianismo no difería en nada de las otras dos grandes religiones monoteístas en cuanto a sus reticencias para representar a Dios con su forma antropomórfica. En el arte paleocristiano, Jesús aparece representado con símbolos como el crismón (las iniciales griegas XP mencionadas arriba, a veces flanqueadas por A y Ω, primera y última letra del alfabeto griego) o con un pez. Posteriormente, por influencia romana, aparte de ser representado con otros animales como el pavo real o el cordero, empieza a ser representado simbólicamente como un pastor que cuida de sus ovejas.
Para ello, el cristianismo se vale de imágenes propias de la imaginería griega como el moscóforo o incluso de un personaje mitológico como Orfeo rodeado de animales sobre los que tiene un poder absoluto y a los que cuida como si fueran las almas de los fieles. No en vano, en la mitología Orfeo había descendido al Hades en pos de su amada Perséfone y pudo regresar vivo de allí. Sin duda alguna, su leyenda podía perfectamente ser asimilada por el cristianismo para explicar el misterio de la resurrección.
La controversia de la representación de Jesús marcará la historia del cristianismo desde estos inicios hasta la época moderna. Será el problema capital en las crisis iconoclastas de la Alta Edad Media, pero también estará presente en el cisma con Oriente o la Reforma Protestante. En todos estos momentos, el eco del mundo grecorromano y su influencia estética nunca estará al margen. Es nuestra obligación moral e intelectual conocer los pilares sobre los que se asienta nuestra cultura. No cometamos la irresponsable imprudencia de negar el conocimiento de quiénes somos a las futuras generaciones.
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