'Clavileño en Washington'. El Quijote aviador. | 'Los cuernos de Rocinante'. Versión del caballero en carro moderno. Obras de Petrus Borgia

Don Quijote y el cine: un viaje intemporal

¿Qué miramos cuando miramos? Cómo la literatura y el séptimo arte contribuyen a modificar nuestra mirada, a ensancharla, a reconsiderarla bajo el prisma de la reflexión teórica y filosófica

Antonio Candeloro (PROFESOR TITULAR DE LITERATURA ESPAÑOLA DE LA UCAM)

MURCIA

Lunes, 3 de mayo 2021

Podemos intentar contestar a estas preguntas recorriendo, brevemente, algunos hitos de las mejores y más memorables transposiciones cinematográficas del Quijote: podemos pensar, ante todo, en ... la versión de George Wilhelm Pabst, que en 1933 rueda un Quijote interpretado por el famoso cantante de ópera Feodor Chaliapin y le cede un espacio considerable para que declame su amor a su querida Dulcinea del Toboso en largos 'intermezzi' de corte teatral. Es una obra que trastoca el texto cervantino colocando al final la famosa escena de los molinos de viento (o gigantes) que, en la obra literaria, aparece en el capítulo 8 de la Primera Parte. No hace falta recordar lo cinematográfica que es esa famosa escena en el texto literario: ya Darío Villanueva, en su 'Discurso de ingreso' en la RAE, de 2008, subrayó la cantidad de verbos, de expresiones y de elementos estructurales que nos permiten hablar del «precinema» de Miguel de Cervantes. Lo que sí es curioso y llamativo es ver cómo Pabst recrea esta escena cambiando a los espectadores de la misma: ya no están solos el caballero andante y su fiel escudero, sino que aquí serán Sansón Carrasco y los representantes de la Santa Inquisición quienes se encargarán de recoger del suelo al maltrecho hidalgo enloquecido y de devolverlo a su pueblo natal. El final, con el auto de fe en el que esos mismos representantes del orden y de la ley queman las novelas de caballería que han provocado la locura de Alonso Quijano, es catártico y ominoso a la vez: como los críticos no han dejado de subrayar, ese auto de fe podría evocar las quemas de libros que los nazis ya en los años 30 empezaban a utilizar en su respuesta de odio al otro y de fe en Hitler (¡y con qué cara Don Quijote mirará en primer plano sus queridos libros convertidos en cenizas!).

Publicidad

'Don Quichotte' (1933). Dirección: Georg Wilhelm Pabst. Con Feodor Chaliapin, Dorville, René Donnio, Renée Valliers, Mady Berry y Mireille Balin.

En 1957 será un director soviético quien se aventure a trasladar en el cine el clásico de la literatura española del siglo XVII: nos referimos a Grigori Kózintsev, quien también coloca al final de la película la famosa e icónica escena de los molinos de viento confundidos con unos peligrosos gigantes. Este final será menos trágico que el de Pabst: Don Quijote, batido en duelo por el Caballero de la Blanca Luna (Sansón Carrasco), vuelve a su casa de forma espontánea, acepta el fracaso y la rendición ante su rival y en el lecho de muerte hablará con los «fantasmas» de Dulcinea del Toboso (que toma la forma de su sobrina) y de su fiel Sancho Panza (quien lo invita a levantarse y a seguir luchando). La ventana de la habitación en la que Don Quijote reconoce ser Alonso Quijano y expira el último aliento será el elemento arquitectónico que le permitirá al personaje y al espectador volver a salir y a afrontar las aventuras en los campos de Castilla-La Mancha. El final nos explica claramente que Don Quijote y Sancho Panza siguen cabalgando juntos, con el sol al atardecer y recalcando las sombras de sus siluetas, lo que los convierte a ambos en iconos eternos.

'Don Quijote' (1957). Dirección: Grigori Kozintsev. Protagonistas: Nikolay Cherkasov, Bruno Freindlich, Georgy Vitsin y Serafima Birman.

A partir de los años 60 y hasta el día de su muerte, ocurrida en 1985, será otro genio del cine quien intente realizar una nueva versión cinematográfica del Quijote: nos referimos, obviamente, a Orson Welles, quien sufrirá en su piel la «maldición del Quijote». La falta de recursos económicos, las continuas interrupciones a lo largo del rodaje y los altibajos del mismo director a la hora de montar la versión final de todo lo que había ido rodando entre México, España e Italia, hicieron que nunca llegara el 'final cut'. Y lo que hoy podemos contemplar en DVD, la versión que Jesús Franco montó para la Expo de Sevilla de 1992 y con el título 'Don Quijote de Orson Welles', es solo una pálida sombra de lo que habría podido ser la película del director americano en su versión final y autorizada. Si volvemos a la escena de los molinos de viento, veremos cómo Welles crea un cortocircuito de lo más intrigante y fascinante: mientras Francisco Reiguera, que interpreta al loco hidalgo, va a apuntar con su lanza contra las aspas de los molinos de viento (o gigantes), he ahí que sus ojos trastornados empiezan a ver literalmente algunos fragmentos de las famosas «pinturas negras» de Goya. Si, como se lee en un famoso grabado del mismo pintor, «el sueño de la razón produce monstruos», he ahí que en esta escena Welles une la locura del personaje cervantino con algunas de las imágenes más macabras de la representación de la visión alucinada de la realidad por parte de Goya, solapando en un fundido encadenado unas imágenes peculiares de la pintura del siglo XVIII con la novela del siglo XVII en una película (inacabada) del siglo XX.

'Don Quixote' (1992). Dirección y guión: Orson Welles, Jesús Franco. Francisco Reiguera y Akim Tamiroff en el reparto.

Orson Welles une la locura del personaje cervantino con algunas de las imágenes más macabras de la representación de la visión alucinada de la realidad por parte de Goya

Terminamos este breve recorrido (obviando muchos otros ejemplos elocuentes e interesantes sobre la cuestión de la mirada) con la última hazaña de Terry Gilliam: 'The man who killed Don Quixote', de 2018, es el resultado de 25 años de trabajo sobre la novela cervantina.

Publicidad

'El hombre que mató a Don Quijote' (2018). Dirección: Terry Gilliam. Jonathan Pryce y Adam Driver en el reparto. Música del jumillano Roque Baños.

Tras los muchos fracasos (algunos visibles en el documental 'Lost in La Mancha', que es de 2009), Gilliam consigue plasmar su visión de la obra cumbre de Cervantes con una versión en la que, al estilo de Orson Welles, se mezclan múltiples planos: Toby, director americano frustrado, vuelve a intentar rodar Don Quijote en España, tras haber rodado una película de juventud en un pueblo llamado significativamente Los Sueños. La vuelta a ese lugar de su pasado le permitirá toparse de nuevo con Javier, el zapatero del pueblo al que asignó el papel del protagonista. El problema es que ahora Javier se cree realmente la reencarnación de Don Quijote. Y esto hará que Toby, confundido por este con su querido Sancho Panza, empiece a vivir una serie de desventuras que re-actualizarán algunos de los capítulos más memorables de la novela. Goya vuelve a aparecer a través de la imagen del 'Coloso', colocada tanto en la entrada como en el interior de la furgoneta en la que Don Quijote-Javier lee sus mismas hazañas. Es otro ejemplo de cómo cada director en cada época reescribe el mensaje (o uno de los mensajes) de Cervantes: no hay que dejar de creer en los sueños, igual que no hay que dejar de luchar contra los gigantes. La película se cierra con la misma silueta de los dos antihéroes cabalgando hacia el horizonte que ya vimos y contemplamos tanto en la versión de Orson Welles como en la de Kózintsev. Y es que el viaje del loco hidalgo y de su fiel escudero no termina nunca. Igual que nuestra pregunta sobre lo que miramos cuando miramos algo. ¿Qué gigantes?, podríamos preguntarnos junto con Sancho Panza.

Este contenido es exclusivo para suscriptores

Oferta Cyber Week 6 meses por 2€ al mes

Publicidad