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Francisco López Soldevila, director del Centro del Restauración de la Comunidad Autónoma, prepara la 'Adoración de los pastores' para ser radiografiada.
¿Se le puede atribuir este cuadro a Orrente?

¿Se le puede atribuir este cuadro a Orrente?

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Lunes, 15 de enero 2018, 21:36

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El trabajo previo tiene lugar en archivos y bibliotecas. Tenemos ante nosotros una pintura que surge de un modelo de Francesco Bassano, versión a su vez del original de Jacopo, el padre pero invertido, luego buscamos el grabado que pudiese utilizar el autor de la tela que nos ocupa, pero solo encontramos uno similar de Pietro Vedovato, ya del XVIII, y uno de época de Jan Saedler, cuyas estampas fueron muy usadas por los pintores murcianos del XVII. Primera dificultad a la hora de atribuir una obra a Orrente: toda pintura española inspirada en los Bassano se considera de su mano, lo cual ha devaluado al artista, ya que la incorrecta atribución de una pintura menor rebaja la consideración del autor.

Partimos de que lo que tenemos delante es 'orrentesco' -qué espantosos son los neologismos que utilizamos los historiadores del arte- con algunos momentos interesantes, como la muy delicada Virgen, y con otros menos logrados, como el pastor en primer plano y el niño, ambos de ejecución menos elegante. Nuestro ojo funciona como un músculo. No podemos dejarle todo el análisis a él, pero sí apreciamos que hay un salto de calidad entre las obras antes comentadas y esta.

Tenemos que descartar que haya sido retocada en tiempos más recientes, que esté ejecutada en el siglo XVIII, valorar la autenticidad o no de la firma... una atribución es extremadamente compleja y el investigador ha de ser cauteloso. A ser posible en exceso.

Gana el angelito y el historiador se rinde a la solidez del argumento racional: la obra debe ser situada en el círculo del pintor murciano

Rayos ultravioleta

Llegamos por la mañana al Centro de Restauración de la Comunidad Autónoma con la 'Adoración de los pastores'. Nos reciben Francisco López Soldevila, su director, junto a María Ángeles Gutiérrez, historiadora del arte del centro, y Juan Antonio Labaña, restaurador y especialista en imaginería. El fin de la visita es estudiar esta pieza. Pensamos que un análisis detallado de esta tela puede ser positivo en el conocimiento del estilo y la obra de Orrente. Pasamos a estudiarla con sus potentes medios. Mediante los rayos ultravioleta López Soldevila confirma que el pastor de menor calidad no es un repinte -posibilidad aludida por su propietario- y que se integra en el total perfectamente. Otra cuestión es que haya varias manos en este cuadro, algo muy común en la época, pero todo fue ejecutado en el mismo momento: ¿cuál? López Soldevila pasa a la siguiente fase: radiografiarlo. Dentro de las estrictas medidas de seguridad, posiciona el cuadro en una cama casi de quirófano y pasamos a otra estancia en la que los ordenadores y pantallas nos llevan un poco a '2001, una odisea en el espacio'. La obra se va radiografiando por cuadrantes para ser montada la imagen que reproducimos. La pincelada puede ser diferente en las dos figuras centrales, tal vez sí sean dos pintores, pero esto no nos dice mucho tampoco. El análisis de la capa pictórica muestra la presencia de blanco de plomo que sitúa la obra en el siglo XVII, con lo que descartamos una copia o falsificación posterior. Otro problema: el conocimiento del taller de Orrente, si lo tuvo, atañe a seguidores como Cristóbal García Salmerón, Espinosa y poco más, lo cual hace muy aventurado hablar de obra de taller cuando su existencia, vista la movilidad de Orrente, está por confirmar. El ojo va reconstruyendo la trama y nos permite llegar a conclusiones interesantes. Vemos que se encuentra en muy buen estado, reentelado y barnizado. Esto último ha oscurecido algo las figuras deformando un tanto la imagen, pero no lo suficiente como para generar dudas. Saltamos del centro de restauración a los libros para encontrar una cita de Pérez Sánchez que alude a una 'Adoración de los pastores' «copia discreta»de Orrente. ¿Estamos ante esta obra? La posibilidad de que se trate de una copia es muy factible, una vez cuestionada la mano del maestro. Amparados en su éxito es frecuente que lo que llamamos 'círculo' produzca esas copias. Tal vez sea la aludida por el historiador, pero no publicó la imagen.

Una atribución no puede venir de una firma, nada es más fácil de falsificar, pero aquí tenemos una firma cuyo análisis nos demuestra que podría ser de época. Irresponsablemente podemos atribuir la obra al maestro pese a las discrepancias cualitativas. La hipotética antigüedad de la firma no nos puede cegar, ya que, tal y como hemos apuntado, Orrente fue muy imitado por sus seguidores ya en su época. Aparece entonces una posibilidad muy sugerente: que estemos ante una obra de juventud. Orrente firma de forma diferente con el paso de los años, lo cual aumenta la confusión. Lo bonito sería poder cerrar aquí, pero...

Argumento racional

Una vez en la tesitura de tener que atribuir una obra, el historiador no puede actuar como Juan Bautista, bautizando obras a diestro y siniestro. La prudencia debe primar, ya que podemos ser rebatidos documentalmente. Tenemos algunos factores que pueden generar confusión. Uno de ellos es la preparación rojiza que Orrente aplicaba, que 'ensordece' los cuadros. Gracias a López Soldevila y al Centro de Restauración de la CARM, hemos podido datar la obra y descartar intervenciones posteriores. Gracias al estudio estilístico e iconográfico sabemos que deriva de un motivo usado por Orrente en, al menos, cuatro modelos distintos, y gracias al ojo sabemos que parte del cuadro no corresponden a su calidad: el borrego y el buey no están a su altura. Hay cosas, como un tono general, la arquitectura ennegrecida del fondo, la gama tonal, los colores de la Virgen -casi idénticos a la Virgen del Calvario del Prado-, el esquema... Pero nada confirma a ciencia cierta la posibilidad de una obra de juventud.

Viene a la memoria un símil que explica bien la situación. En los dibujos animados el protagonista tiene en el hombro derecho un angelito y en el izquierdo un demonio. El historiador quiere que sea un Orrente juvenil, quiere publicar el gran descubrimiento, inspirado por el demonio. Ha descartado la falsificación, lo ha situado en el periodo, intenta estirar los argumentos hacia la juventud del artista. Fuerza la justificación de sus conjeturas, busca detalles en el original, se agarra a la antigüedad de la firma. Solo ve las partes más interesantes del cuadro, pero no tiene una sola prueba documental y una alarma suena en su cabeza, es el angelito que le avisa de las carencias del cuadro. La creatividad debe ser una virtud muy contenida para el historiador que, en este punto, debe actuar más como notario que como un 'Indiana Jones del arte'. Gana el angelito y el historiador se rinde a la solidez del argumento racional: la obra debe ser situada en el círculo de Pedro Orrente. Al menos de momento.

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