Pedro Flores, el artista total. «Alegre, vivo, desastroso...»
Arte. El Mubam y el Museo Gaya invitan a visitar hasta el próximo domingo 25 de julio dos muestras sobre este murciano «de voluntad de pana», según González-Ruano
La ciudad de Murcia recuerda estos días a uno de sus artistas más perdurables, Pedro Flores (Murcia, 1897-París, 1967), con dos exposiciones comisariadas por ... Darío Vigueras Marín-Baldo. El Museo de Bellas Artes de Murcia (Mubam) acoge 'Las costumbres murcianas', obras y recuerdos de un artista murciano en París. Y en el Museo Ramón Gaya, en la plaza de Santa Catalina, en una muestra complementaria, podemos disfrutar 'Pedro Flores sobre el papel', especialmente dibujos, grabados y aguafuertes, «maneras muy fáciles para poder hacer caja y vivir en París». Según Vigueras, puede comenzarse la exposición indistintamente desde el Mubam o desde el Gaya. Ambas ofrecen «una visión muy completa» de lo que fue la vida y la obra de este murciano en París. Hasta el domingo 25 de julio es posible ver la exposición del Mubam con visitas guiadas por grupos –máximo 10 personas, incluida guía–, pero hay que reservar en el Mubam o en el teléfono 968239346.
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En el catálogo de la exposición del Mubam, que ya de por sí es una obra de arte surgida en el estudio muleño de La Cholepa, encontramos una reproducción facsimilar de la conferencia pronunciada en Madrid el 27 de enero de 1965 [y publicada por la prestigiosa revista Monteagudo en 1967] por el periodista César González-Ruano, que versó sobre el pintor Pedro Flores, a quien visita en París, donde se había instalado el murciano en 1928 y donde en 1929 tiene lugar su primera exposición «ya con carácter de acontecimiento». «Es un gran momento de París», dice González-Ruano [corresponsal de 'ABC' en Roma y Berlín, «periodista de élite», según Manuel Alcántara]. «Es el gran momento de Montparnasse. Saint-Germain-des-Prés aún no funciona y Montmartre empieza a ser un museo para el turismo». Dice en esa conferencia el reportero, también poeta, que su estudio de París «es entre alegre y siniestro, acaso como su pintura. Está al costado de los tristes muros de la Santé. Allí, en esa calle, vivieron André Salmon [rapsoda, defensor del cubismo] y Cedrás». Según González-Ruano, Pedro Flores era «pequeñín, con una cabeza un tanto dantoniana, alegre, vivo, desastroso y gracioso», quizás de los jóvenes pintores españoles en París «el más importante de todos».
También lo describe como «medio agitanado, con una rara cultura literaria y una inteligencia que quemaba desde sus ojos más que vivos, va a todas partes en bicicleta, vestido de pana, y revestido de una voluntad también de pana que no conoció nunca desmayo».
«Algo debió ocurrir en esa gran cabeza suya», dice el comisario, Darío Villegas, para ponerse a pintar en París obras de asuntos murcianos
Carmen Pujante, profesora de Teoría de la Literatura y Literatura Comparada de la UMU, recuerda en un texto publicado en el catálogo que Jean Cassou dijo que «Pedro Flores era a la pintura moderna española lo que a la poesía moderna española sería Federico García Lorca». Pujante recuerda que Flores en 1928 consiguió «la escasa pensión de la Diputación Provincial que le llevaría a instalarse (para siempre) en París», que era por entonces como el centro del universo artístico. Será en París donde, como anota la profesora de la UMU, «Flores recibe encargos como el de ilustrar el 'Don Juan' de Molìere para la Compañía Francesa de Artes Gráficas, así como la obra 'Chants d'ombre', de Senghor, poeta de la negritud (que se convertiría en jefe de estado de Senegal después ). Además, diseña la escenografía y el vestuario para 'La zapatera prodigiosa', de García Lorca, que se representaría en el Teatro Nacional de Bruselas, antes de hacerlo también para 'El sombrero de tres picos', pero se destacará su participación en el ballet Le chevalier errant, estrenado en la Ópera de París, y basado en el Quijote».
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Como vemos, una figura con muchos perfiles, como se refleja también en los más de mil documentos del archivo familiar, donado al Museo de Bellas Artes de Murcia, entre los que aparece la correspondencia que Pedro Flores mantuvo desde París con sus amigos de Murcia, desde Luis Garay a José Planes, Carlos Ruiz-Funes... Flores retrató la Murcia costumbrista, como hicieron Adolfo Rubio, José María Sobejano, Gil Montejano, Atalaya, Marín-Baldo o Manuel Picolo, en un intento por reflejar, como indica el comisario Darío Vigueras, «o por perpetuar en el tiempo la manera de vivir de sus coetáneos». El caso de Inocencio Medina Vera es el más paradigmático. Pedro Flores es «un artista que surge con lo que podíamos denominar 'el rompimiento', y que definiríamos como la acción de alejarse de la pintura tradicional decimonónica y meterse de lleno en esas nuevas vanguardias que están surgiendo», señala Vigueras, convencido de que «algo debió ocurrir en esa gran cabeza suya» para decidir ponerse a pintar ya en París, en el número 147 de la Rue Leon Maurice Nordman, todas esas viejas costumbres que él recordaba de su Murcia natal. «La melancolía tiene que devorarlo», admite Vigueras. «Flores va cumpliendo años y los recuerdos de su infancia se le van cruzando» por la memoria, seguramente irá recogiendo en papeles y libretas escenas que le asaltan».
Muchos de esos bocetos acabarían siendo óleos. El basurero, la hila de la tripa del gusano, el organillo, el desperfollo, el mercado del ganado, la matanza del cerdo, la venta de la hijuela en el Contraste, el trueque en Verónicas, los molineros del Malecón, las antiguas pescaderías, los bolos... José Ródenas, gran amigo de Flores y mecenas, será clave en estas 'Costumbres murcianas', ya que su correspondencia es alimento de recuerdos que parecían extintos. En sus cartas, nostálgicas fundamentalmente, revivirán escenas de su infancia y juventud. Algunas de estas estampas las encontramos en el Santuario de la Fuensanta.
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Más de 6.000 personas
Estos «cuadros de asuntos murcianos» son los que han podido verse a lo largo de varios meses en el Mubam, dirigido por Juan García Sandoval, que invita a volver a estas obras hasta el domingo 25 de julio [«no está previsto ampliación, ha tenido bastante éxito de público, 6.000 personas la han visitado, a pesar de la Covid»].
En el Gaya encontramos una primera sala dedicada casi exclusivamente al dibujo, con paisajes de la capital del Sena, también con esos barcos que pintará en las playas de Normandía y cuadernos de trabajo con apuntes que luego llevaría a sus lienzos. Hay también detalles animales: los gatos, los gallos... En una segunda sala hay grabados, otra técnica que aprende muy joven y que le facilita el día a día en París. «Planchas en zinc y cobre, y los resultados finales de paisajes de París, lo que él puede ir sacando a la venta, obra menor entre comillas, que le permite vivir sin penurias. Encontramos un diploma, el primer premio de la dirección general de Bellas Artes por una suite dedicada a la tauromaquia. Hay también una sala de gouaches sobre el Quijote, una temática muy popular y fácil de vender en París. Hay un óleo y distintas escenas en ocho gouaches», compendia el comisario en un vídeo en el canal de la galería Darío Vigueras en Facebook Watch.
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Juan Bautista Sanz, crítico de arte, lo define como «un pintor auténtico». En sus claroscuros «apuntala la bravía españolidad que le dignifica y que se manifiesta, además, con un soplo afrancesado». Un «artista completo, e inmortal».
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