El umbral de Pablo Genovés
El artista madrileño, primer español invitado a exponer en la catedral londinense de San Pablo, cuelga por quinta vez en Artnueve, en Murcia, obras de belleza desgarradora
«El otro día», cuenta el artista Pablo Genovés (Madrid, 1959), me encontraba en Moscú, colaborando en el montaje de una exposición de mi padre [ ... el gran pintor Juan Genovés (Valencia, 1930)], cuando me pasó algo muy curioso que me hizo pensar sobre el tipo de sociedad hacia la que nos dirigimos». «Iba en patinete de alquiler recorriendo las calles de la ciudad cuando», explica Genovés, «el móvil me advirtió de que ya me encontraba fuera de mi zona [de uso del patinete] y me ordenó que me diese la vuelta. ¡Un móvil dándome una orden!». Lo recuerda con una sonrisa el artista madrileño, el primer español invitado a exponer en la catedral londinense de San Pablo, donde en 2017 instaló, para advertir sobre el cambio climático, su pieza 'Nave', que ahora se muestra feliz con el montaje de su nueva -la quinta ya en esta galería murciana- exposición en Artnueve. 'Umbral' se titula esta muestra, como siempre entre lo apocalíptico y una belleza desgarradora y triunfante en mitad de la destrucción, que ha creado con total libertad. «María Ángeles [Sánchez, la directora de Artnueve] siempre me motiva y me da libertad absoluta para que exponga en su galería lo que quiera, sin tener en cuenta si las obras resultan más vendibles o menos [sonríe]», indica.
«Creo que lo que comparto con los espectadores no son imágenes, creo que comparto vida», dice el artista, que expone 'Umbral' en la galería murciana Artnueve
Un mundo en destrucción. Una naturaleza que se venga. Las obras expuestas parecen hechas para acompañar estos versos de Ezra Pound: «Oh Dios de la noche, ¿qué gran pesar viene sobre nosotros para que nos compenses con tanta belleza?». Y también para ilustrar con poderosas imágenes esta advertencia que nos hace Hans Magnus Enzensberger: «El iceberg avanza hacia nosotros inexorablemente». «El Estado del bienestar hablaba de un futuro mejor para todos, con un reparto de la riqueza más justo que permitía que cada vez más gente se sumase a la bonanza económica», recuerda. «Pero eso», prosigue, «se truncó hace ya años. Yo tengo un hijo de 20 años y me pregunto, '¿estos qué van a hacer?'. Tienen dos mil estudios, pero ¿qué va a ser de ellos? Y si hablamos de jóvenes de familias pobres, ya imagínese».
«En cualquier caso, lo más urgente ahora, en este momento tan extraño que vivimos, es salvarnos del CO2», precisa. «Luchar contra la crisis climática es lo más urgente, porque lo que nos estamos jugando es si nos salvamos o no», precisa.
«Yo me estoy haciendo viejo, lo veo clarísimo. Y es muy duro. De pronto, tu cuerpo empieza a ponerte frenos...»
En 'Umbral', nuevamente, habita el tema del paso del tiempo, de la vida que se encamina hacia su fin: «Mis padres están vivos pero son ya muy mayores, y yo... me estoy haciendo viejo, lo veo clarísimo. Y es muy duro. De pronto, tu cuerpo empieza a ponerte frenos... Es cierto que los de mi generación hemos vivido una juventud mucho más prolongada que la de las anteriores, pero todo se acaba. Ahora, lo que veo, volviendo a mi hijo [ríe], es que es como un niño a sus veinte años. ¡Veinte años, a esa edad Napoléon ya estaba luchando contra los rusos! La vida es una putada, y no solo porque se acaba, sino porque tiene un lado oscuro muy doloroso: lo descubres cuando vas enterrando a tus amigos. Mi padre dice que la agenda en la que tenía apuntados los números de sus mejores amigos ya no le sirve para nada porque están todos muertos. La vida es muy dramática».
Hay una isla desierta a la que querrías llegar, y unas flores carnosas que querrías coger; pero esa isla soñada en la que es posible la felicidad, de pronto se ve rodeada por aguas turbias, amenazantes, cargadas de secretos. La isla que sueñas puede ser tu enemiga, el paraíso puede ser una trampa, el deseo puede traicionarte. 'Tu isla desierta' se titula una de las obras más hermosas e inquietantes creadas por Genovés; la recuerdas con agrado, mientras ahora contemplas en silencio las tituladas 'Fuerza 5', 'Horizonte', 'Escenario', 'Crecimiento exponencial'...
«Una forma de vivir saludable, inteligente, culta, es hacerlo alrededor del arte»
«El arte, como la vida, consiste en vivir en el vértigo», dice el creador, quien traza un viaje imaginario que conduce a paisajes imposibles, góticos, barrocos, delirantes y hermosos. «Utilizo el deseo como trampa para cuestionar el arte y nuestra propia vida. El deseo es un reclamo para que el espectador entre en mis obras y se busque a sí mismo», explica el artista, quien no quiere que sus obras «sean una ventana, sino un espejo. Le interesa despertar en el espectador ese deseo de búsqueda en su interior. «El deseo sirve para atrapar, para llamar la atención, para tirar de los espectadores. Después, una vez que entras en las obras, te das cuenta de que son una ventana a tu propio interior», dice. Deseo de saber, de explorar, de rescatar, de salvación, de gozo...
«Intento -cuenta Genovés- llevar el deseo al límite. Un deseo de felicidad, de anhelo, de placer, te puede llevar a todo lo contrario. Una línea de diamantes se puede convertir en una serpiente que se te enrolla al cuello y te ahoga. Mi intento es el de situarme en ese punto medio entre lo maravillosamente estético y maravilloso y lo maravillosamente estético pero terrible. Hay un momento en el que si das un paso en una dirección es la ruina, y si lo das en otra es la felicidad. Frente al deseo, lo mejor es el equilibrio, saber que se te puede volver en contra».
«Luchar contra la crisis climática es lo más urgente, porque lo que nos estamos jugando es si nos salvamos o no», afirma el artista madrileño, el primer español en ser invitado a exponer en la catedral londinense de San Pablo, que estos días muestra sus últimas y desconcertantes obras en la galería murciana Artnueve
«El arte», defiende, «sirve para investigar sobre uno mismo, y conocer bien la naturaleza de tus deseos te ayuda a conocerte». «El deseo -añade- va muy unido a la duda y a las arenas movedizas. También tiene que ver con el vacío interior». «Como creador», precisa, «cuando llego a un sitio con el que soñaba, me sucede que inmediatamente quiero ir a otro sitio. Mis obras, cuando están terminadas, me siguen generando conflictos».
Es cierto que el pasado actúa como un imán: «Tengo esa sensación triste de que, por ejemplo, las playas del Mediterráneo nunca volverán a ser como lo eran cuando yo iba los veranos con mis padres a Ibiza. Para mirar al futuro, para tener claro más o menos hacia qué lugar te diriges, tienes que tener muy nítidas las referencias del pasado». Y no se trata de una huida del presente: «No quiero huir del presente, pero sí que me lo cuestiono, porque estar vivo consiste en cuestionarte las cosas. Mi obra está entre el pasado y el futuro. La sensación que puedan dar mis obras es lo que yo soy ahora mismo. Yo estoy en mis exposiciones, yo soy mis exposiciones».
Genovés, cuyas imágenes del interior de hermosas bibliotecas, palacios, iglesias, teatros y museos, inundados con furia por la fuerza de la naturaleza, son difíciles de olvidar, se sirve de las técnicas digitales, de su profundo conocimiento de la Historia del Arte, y de sus poéticas y vivaces dotes de artista, para crear atmósferas de una belleza perturbadora y de un desgarro conmovedor. Aguas torrenciales, hielo, humo, fuego, restos de naufragios, convulsos terremotos, montañas de tierra, bosques sumergidos, lámparas encendidas en mitad del diluvio, de lo apocalíptico. Historias que hablan de un mundo frágil, de una civilización a la deriva, de un tiempo de múltiples cambios y sueños rotos como espejos. Y también de todos nosotros, luchando como resistentes raíces para no ser devorados por la espesura y deseosos de gozar de un baño, en paz, de luz. A veces se desea entrar en sus obras, en los paisajes que propone, en el misterio que encierran...
Mantiene Genovés una extraña relación con el tiempo, con el pasado, con sus impulsos; una extraña relación consigo mismo. Se puede sentir, según el día, huésped o sombra de sí mismo. En ocasiones, necesita volver hacia atrás en el tiempo, y entonces, a lo mejor, acude a un anticuario y se compra cromos como aquellos con los que jugaba cuando era pequeño; pero, en otros momentos, solo le interesa el futuro: ese gran desconocido. «Para mirar al futuro, para tener claro más o menos hacia qué lugar te diriges, tienes que tener muy claras las referencias del pasado», indica.
«No tengo ni grandes ilusiones, ni grandes sueños por cumplir. Yo voy día a día, no me dedico a imaginar cómo será mi vida dentro de unos años. Procuro vivir cada día lo mejor que puedo, y ya está. No pienso en cosas del tipo 'algún día expondré en el MOMA'. Me conformo con lo que va viniendo. Pero, eso sí, soy un profesional que me tomo el arte muy en serio. Trabajo sin parar, no me descuido, pero no pienso en el éxito y todas estas cosas que parece que, ahora, es lo que más les importa a muchos jóvenes artistas», reconoce.
-¿Qué le cuesta trabajo entender?
-Que sigamos en las mismas: la Humanidad continúa siendo incapaz de organizarse bien, y eso me parece increíble teniendo en cuenta todo lo que hemos avanzando en muchos campos. Con lo fácil que sería acabar con el hambre, por ejemplo, y no lo hacemos. Yo quisiera que los humanos fuésemos más reflexivos. Por un lado, somos muy poco reflexivos; y, por otro, somos muy rebaño, somos como las ovejas. A mí me gustaría que el espectador se pudiera sentir, delante de mis imágenes, un poco dueño de sí mismo. La Humanidad está viviendo los prolegómenos de un cambio de ciclo pendiente, al que algunos se refieren como tercera revolución industrial, que todavía no ha llegado, en el que nos jugamos claramente la supervivencia de nuestra especie como consecuencia de la crisis climática que vivimos. Hemos vivido un tiempo, de mucha confianza en las nuevas tecnologías y en la robótica y todo estos avances, que se nos prometía como una especie de panacea para los seres humanos, y al final lo que está siendo es la panacea para diez seres humanos, los dueños del mundo. Si no cambiamos nuestro modelo de vida, la Humanidad no tiene ningún futuro en el planeta. Sin darnos cuenta, estamos viviendo un momento clave para nuestra supervivencia. A nivel global, tenemos que hacer una revolución tremenda con respecto a las energías renovables, dejar de emitir CO2 a la atmósfera. O lo hacemos, o será nuestro final.
La sociedad
-¿Y el arte?
-Puede abrir muchas puertas a las nuevas generaciones, porque es un territorio en el que la imaginación y las nuevas ideas pueden aportar mucho en cuanto a cambios en el modo de entender la vida y de afrontarla. Una forma de vivir saludable, inteligente, culta, es hacerlo alrededor del arte. Una sociedad que no apueste por el arte, con todas sus contradicciones, apoyando el arte comercial pero muy atentos al experimental, cometería un error.
-¿Qué ha decidido para estas Navidades?
-No comer carne, contribuir a que no se tenga que matar a ningún animal para comer. Yo era totalmente carnívoro, y no es que ahora sea un fanático vegetariano, en absoluto, pero también es importante que empecemos por nosotros mismos a tomar decisiones que beneficien al futuro de todos.
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