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Una escena de 'American Psycho', dirigida por Mary Herron.
Un género para triunfar

Un género para triunfar

Las mujeres empiezan a dominar la dirección en el cine de terror, en el que se manejan siempre presupuestos menores

LAURA LAZCANO

Lunes, 29 de enero 2018, 22:07

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El género de terror no se ha caracterizado en el cine por una amplia representación femenina, ni detrás ni delante de la cámara. La presencia de las actrices se ha restringido de forma sistemática a papeles ridículos o al estereotipo convertido en norma. La mirada masculina lleva adscrita al cine de terror desde sus principios y así se revela: del tópico de la 'final girl' (la que termina sobreviviendo a todo un periplo indeseable), al de la 'scream queen' (la que tiene como principal objetivo desgañitarse con gracia y estilo). Sin pasar por alto el calificativo de 'musas del terror' y el cinismo que entraña: donde la identidad de ellas bascula entre delicados objetos para ser admirados y/o trozos de carne que van a terminar siendo violados, mutilados y/o asesinados. También es posible subir un peldaño e identificar otro viejo truco del género terrorífico que consiste en castigar o reprimir la sexualidad femenina representándola de manera simbólica por medio de monstruos en la narración ('Alien' o 'Cromosoma 3').

Tampoco detrás de la cámara ha estado la balanza muy equilibrada. Y sin embargo, hubo unas cuantas pioneras en el terror, empezando por el caso de Alice Guy Blaché, considerada además la directora de la primera película de ficción de la historia del cine ('El hada de las coles', 1896). Los Lumiére habían patentado el cinematógrafo un año antes pero su primer filme ('Salida de los obreros de la fábrica') pertenece al documental. Guy es una de las injustamente olvidadas en los libros de cine a pesar de haber explorado todos los géneros y haber dirigido más de mil películas, muchas de ellas perdidas.

Su primera incursión en el terror llega en 1913 con 'The Pit and the Pendulum', adaptación del cuento de Edgar Allan Poe, donde Guy recrea la atmósfera febril del relato por medio del péndulo que acabará con la vida del protagonista. No fue la única vez que Alice Guy se aventuró en el género: en 1914 dirige 'The Monster and the Girl' y en 1915 'The Vampire'. Otra precursora fue la austriaca Louise Fleck, quien dirigió junto a su marido una serie de películas de terror a principios del s. XX. Tomando la hipnosis como eje temático, estrena 'Trilby' en 1912 y 'Anita' en 1920, donde retrata a una chica a la que hipnotizan y se queda en un estado vegetativo permanente.

A partir de los 80, era normal que filmes de franquicias ya agotadas se asignaran a mujeres

Reticencias

El terror ha sido y es uno de los géneros con mayor presencia de directoras. No es ningún secreto la reticencia de las 'majors' a confiar producciones de presupuesto elevado a directoras. Siguiendo ese razonamiento, quizás esta presencia femenina histórica en el terror tras las cámaras tenga que ver con que siempre ha sido un género denostado (si se compara con otros), al que le ha llevado mucho tiempo ser tomado en serio. Por tanto, no es casual que además de en el terror, en otras categorías como el cine independiente o la vanguardia siempre haya habido un porcentaje más alto de mujeres directoras. Son los resquicios por donde podían colarse en una industria que las marginaba.

Existe la falsa creencia de que hasta bien llegados los ochenta, el número de directoras de terror era mínimo. Es arriesgado hacer una afirmación así sin tener en cuenta la influencia que ejerció la obra de Maya Deren, y en concreto su cortometraje vanguardista 'Meshes of the Afternoon' (1943), en el cine que filmarían más tarde directores como Hitchcock, Polanski y Lynch. La iconografía que maneja Deren (espejos, sombras, cuchillos, primeros planos de ojos, escaleras) sugiere temas como la identidad múltiple o los sueños, que servirían de tótems visuales y ejes temáticos y gobernarían posteriormente todo el cine de terror venidero.

Tampoco puede pasarse por alto la rara avis que supuso Ida Lupino, otra eterna olvidada. En 1950 dirigió 'Outrage', un drama sobre una joven contable que sufre una violación al salir de su trabajo. Sin ser un filme que se enmarque en el terror, es curioso comprobar cómo la directora recurre a los mecanismos del género para mostrar la escena previa a la violación: mediante el uso del sonido y la puesta en escena, captura el espacio urbano como algo peligroso para las mujeres disponiendo así el clímax. También en 'El autoestopista', que dirige tres años más tarde, consigue provocar una sensación de desasosiego más propia del terror que del drama 'noir', género al que pertenece. De esta manera se entiende mejor que después, en su etapa televisiva, dirigiese sendos episodios para 'The Twilight Zone' y 'Alfred Hitchcock Presenta', convirtiéndose además en la única directora en estas series.

Otros 'olvidos' de directoras (de terror) en los manuales, son los de Rosemary Horvath, quien codirigió 'House on Haunted Hill' en 1959 con William Castle, y cuyo nombre se elimina de los créditos. O el de Barbara Peters, que dirige 'Humanoids from the Deep' (1980), un relato clásico de monstruos, a quien Roger Corman -otro jeque de la serie B al igual que Castle que aquí ejercía de productor- termina sacándola de la producción y sustituyéndola al negarse ella a rodar una escena de violación de la manera explícita que Corman pretendía.

Década nostálgica

Si bien es cierto que las décadas de los sesenta y los setenta no fueron especialmente prolíficas ni reseñables en cuanto a dirección femenina, sí merece la pena rescatar a Stephanie Rothman, que se encargó de insuflarle brío a este período con las magníficas 'Blood Bath' (1966), sobre un pintor poseído que se dedica a asesinar a sus musas, y 'The Velvet Vampire' (1971), en la que cambia el estilizado juego de sombras en blanco y negro por un atrevido tecnicolor que resalta el tono rojo predominante. Es con toda seguridad en esta última donde más claro se ve cómo el estilo erótico-festivo terrorífico de Rothman lo ha heredado Anna Biller. Respecto a los motivos ya expuestos que justificarían el generoso porcentaje de directoras en el terror, la propia Stephanie Rothman admitía en 2007 en una entrevista que le hizo Henry Jenkins que, aunque nunca le gustó, la única manera de poder dedicarse al cine para ella era rodar cine de explotación, porque para otros géneros no la contratarían. El hecho de que posteriormente consiguiese depurar su estilo dentro del género e incluir cuestiones sociales y políticas en sus narrativas es algo de lo que alegrarse.

Es precisamente ese mismo cine de explotación con tendencia al 'slasher', del que proviene Rothman, el que inaugura los ochenta con una gran cantidad de mujeres al mando. Hay que tener en cuenta que la década nostálgica por excelencia se caracteriza por una recepción de filmes de terror dirigidos por mujeres que comparten un estilo desenfadado y 'gore' que oscila entre la comedia y el terror de serie B. Algunos ejemplos son 'The Slumber Party Massacre' (Amy Holden, 1982), 'A Night to Dismember' (Doris Wishman, 1983), 'Blood Sisters' (Roberta Findlay, 1986) o 'Blood Diner' (Jackie Kong, 1987). Como modelo de producción con algo más de enjundia y presupuesto que las anteriores, quizás por estar basada en una novela de Stephen King, se puede mencionar también 'Pet Sematary' (Mary Lambert, 1989). Con todo, probablemente los dos nombres que más resuenan en los ochenta son el de Kathryn Bigelow por la maravillosa 'Near Dark' (1987), en la que la directora reivindica la figura vampírica en un cóctel de géneros, y el de Vera Chytilová por 'Wolf's Hole' (1987) donde esta cineasta checa hila un efectivo relato de terror con estudiantes en un refugio en las montañas.

No era por lo visto poco común conceder a directoras productos de franquicias ya con pocas ínfulas de triunfar o siquiera mantenerse en taquilla. Es el caso del debut de Rachel Talalay, que despuntó en 1991 con la última entrega de la saga de Freddie Krueger. Sin mucho más que destacar en los noventa aunque manteniendo el goteo lento pero constante de directoras en el género, pronto llegan los 2000 con 'American Psycho' por Mary Harron, una disfrutable sátira en forma de comedia de terror sobre un yuppie de Nueva York en su burbuja de materialismo y consumismo que asesina prostitutas para calmar sus instintos.

El caso francés

Sin embargo, y más allá de ejemplos concretos, si hay algo que ha causado un verdadero impacto en el cine contemporáneo es el Nuevo Extremismo Francés o 'la época dorada del terror femenino' según Barry Keith. No solo por la afluencia de mujeres directoras (Claire Denis, Lucile Hadzihalilovic, Marina de Van, Virginie Despentes, Diane Bertrand, etc.) sino por una coincidencia narrativa que parte de lo visceral en cuanto a sexo y violencia se refieren. Se trata de un cine corporal llevado al extremo con una mezcla de subgéneros que fluctúan entre el 'slasher', las 'revenge films', y las 'home invasions', todo ello regado con cierta crítica social. Incluso podría definirse como la vertiente artística del 'torture porn' estadounidense.

No deja de ser interesante la conexión en cuanto a rasgos de estilo que comparten estas directoras. Si tomamos como ejemplo a Catherine Breillat y su ópera prima 'Une vraie jeune fille' (1976) -una verdadera declaración de intenciones-, resulta mucho más fácil entender su inclusión en el Nuevo Extremismo Francés cuando estrena en 1999 'Romance X' con escenas de sexo explícito. De manera similar orquesta Claire Denis -peso pesado en la cinematografía francesa- el tratamiento descarnado e incómodo del sexo en 'Trouble Every Day' (2001), probablemente una de las mejores películas de vampiros que ha dado la Historia del Cine. Tampoco se puede olvidar la fisicidad perturbadora de la ópera prima de Marina de Van ('Dans ma peau', 2002), sobre una mujer que queda desfigurada por un accidente de tráfico. Algo más refinada es la evolución de Lucile Hadzihalilovic aunque su filmografía tiene las características que la asocian al movimiento. Desde la dura 'La bouche de Jean Pierre' (1996) en la que trata de manera pesimista el tema del abuso infantil hasta la estilizada 'Evolution' (2015) de la que no se puede apartar la mirada ni olvidar las estrellas de mar.

Una de las herederas de esta remesa de directoras francesas en la actualidad bien podría ser Julia Ducornau, quien con su primer largo, 'Crudo', vinculó el concepto de sexualidad femenina a un contexto caníbal de lo más apetecible. O Coralie Fargeat también con su debut 'Revenge', donde la figura de una chica inocente da paso a la 'revenant' más sanguinaria. Es evidente que en la actualidad son muchas las directoras que han cogido el testigo del terror desterrando la estampa harto conocida de mujeres, adolescentes y niñas pequeñas tapándose los ojos para no ver algo que podía resultar demasiado para ellas (por traumático, por no permitido, por libidinoso, por atemorizador).

Por este motivo, porque cada vez son más frecuentes las mujeres firmando narrativas capaces de adaptarse a preocupaciones más universales y no a tópicos repetitivos e insultantes, el cine se enriquece. Hélène Cattet, Karyn Kusama, Veronika Franz, Jennifer Kent, Ana Lily Amirpour, Agnieszka Smoczynska, Anna Biller, Alice Lowe y las hermanas Soska son solo algunos de los nombres que están despuntando y sobre las que ojalá se siga escribiendo mucho más en el futuro.

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