Fotografías tomadas esta semana en 'EXPOCED22. Ciencia, exilio y democracia', un homenaje a la ciencia practicada en España y a sus artífices, que puede visitarse hasta el 8 de marzo en las salas José Nicolás Almansa y Pequeña, Museo de la Universidad. ROS CAVAL / AGM

Ciencia, exilio y democracia

Exposición en el Museo de la UMU. La Covid-19 nos animó a realizarla, por la confianza que teníamos en que la Ciencia, una vez más, enterraría al virus

MARIANO DE PEDRO SERRANO

Lunes, 28 de febrero 2022, 21:24

Los dos últimos siglos analizados nos muestran un camino de contradicciones difícil de asumir. Comenzando por los antecedentes del siglo XX, la Historia nos cuenta ... que la Ciencia no nos fue bien a España, enfrascada en continuas guerras civiles y golpes de estado, que supusieron un gran atraso para la ciencia y la tecnología, aunque sí hubo algunas individualidades como José Echegaray, cuya infancia y estudios preuniversitarios los desarrolló en Murcia, prototipo de hombre sabio, con Premio Nobel de Literatura (1904) o el murciano Isaac Peral, inventor del submarino.

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En 1875 va a tener lugar un hecho de trascendental importancia: el Decreto Orovio por el que se suprime la libertad de cátedra. El motivo lo expone el propio ministro de Fomento, Orovio, en la orden que envía a todos los rectores de las universidades: «Vigile, Sr. Rector, con el mayor cuidado para que en los establecimientos que dependen de su autoridad no se enseñe nada contrario al dogma católico ni a la sana moral». Esta orden la rechazan un número importante de catedráticos y muchos más profesores, por lo que son expulsados de sus cátedras. Un año después forman la asociación 'Institución Libre de Enseñanza' (ILE), que nace al amparo del krausismo, una corriente religiosa y filosófica, que defendía la libertad de cátedra y la incorporación de la mujer a la sociedad. En 1880, el krausismo se consagra a la educación y adopta principios pedagógicos con el objetivo de conseguir la formación total de la persona. En 1907 esta asociación queda legalizada como Institución Libre de Enseñanza, una especie de universidad paralela, extendida ya por toda España. Al mismo tiempo se crea la Junta para la Ampliación de Estudios e Investigaciones Científicas (JAE), cuyo objetivo era promover y apoyar la investigación y la educación científica en España. Ramón y Cajal fue su primer presidente hasta su muerte en 1934.

Estos acontecimientos producen en España un vuelco total en el plano educativo y científico: se crean laboratorios, centros de estudios y de investigación, sistema de becas para estudiar en España y el extranjero. Ramón y Cajal, que ya era famoso por sus descubrimientos, recibe en 1906 el Premio Nobel de Medicina, forma escuela, posiblemente la Escuela Neurológica Española más importante de la Historia. Surgen nuevos científicos y España se convierte en metrópoli, pues vienen científicos de todo el mundo a aprender y compartir ciencia.

Potencia científica

Por tanto, durante el primer tercio del siglo XX, España llegó a ser una potencia científica comparable con los países más desarrollados del mundo. Incluso podía haber llegado más lejos si cinco o seis científicos hubieran conseguido el Premio Nobel, habiendo sido nominados varias veces. No en vano la UNESCO ha acogido los archivos de Ramón y Cajal y su Escuela Neurológica como parte del Patrimonio de la Humanidad.

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La guerra civil y, posteriormente, la dictadura de Franco dieron al traste con la oportunidad única desarrollada por la Edad de Plata para la reincorporación de España al panorama de la Ciencia, paralizando la consolidación de un sistema científico nacional. Las bases ideológicas y culturales de la dictadura del general Franco representaron un retroceso de alcance histórico. Los motivos de todo ello son los mismos que los planteadas por el ministro Orovio, 64 años antes: España «siente la voluntad de renovar su gloriosa tradición científica. Tal empeño ha de cimentarse, ante todo, en la restauración de la clásica y cristiana unidad de las ciencias destruida en el siglo XVIII» (Ley de 24 de noviembre de 1939).

Honor

La Institución Libre de Enseñanza (ILE) queda prohibida, y la Junta para la Ampliación de Estudios e Investigaciones Científicas (JAE) es sustituida por el Consejo Superior de investigaciones Científicas (CSIC), que fue convertida en una institución a medida del nuevo régimen, manteniendo su ideología y estructuras, por lo que la inmensa mayoría de los científicos y de la cultura española fueron perseguidos, muchos se marcharon al exilio exterior, y quienes se quedaron fueron depurados, encarcelados o ejecutados. Memoria y honor hacia todos ellos y sus familias.

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Con la democracia, la Constitución devolvió al CSIC las atribuciones, que la dictadura había arrebatado a la JAE, y también la posibilidad de restablecer el nivel científico desarrollado antes del golpe militar. Podemos afirmar que en la actualidad contamos con buenos científicos. Pero, ¿nos imaginamos cómo sería hoy España con el nivel educativo, de ciencia y progreso adquiridos en los cincuenta años anteriores a la guerra civil, si no hubiera existido el golpe de estado contra la República, democráticamente establecida?

Hay quien cree que es mejor no hurgar en estos hechos, pero, si no queremos que vuelvan a repetirse, es bueno convencerse de que la guerra civil y la dictadura fueron inútiles, constituyeron un gran fracaso, que no se redime únicamente con el pacto Constitucional del 78, sino con la convicción y determinación de que la libertad y la democracia son el único camino de la ciencia y el progreso. La ciencia crece con la libertad, porque es crítica, totalmente incompatible con el pensamiento único.

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La pandemia, que padecemos, nos ha convencido aún más de la importancia de la Ciencia, y su falta de financiación. Apostar por la investigación es apostar por el futuro, incluso como inversión. Debe ser un clamor ciudadano esta exigencia al Estado. De todo esto va la exposición 'Ciencia, exilio y democracia' (en el Museo de la Universidad de Murcia, Cuartel de Artillería, hasta el 8 de marzo).

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