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Lo que el viento se llevó. Rhett y Scarlet (Clark Gable y Vivien Leigh) en el filme de Victor Fleming, producido por David O. Selznick (1939).
Luz que agoniza

Luz que agoniza

El cine es el terreno propio para las historias de pasión; hasta en los filmes bélicos o el western hay alguna referencia

LAURA LAZCANO

Lunes, 12 de febrero 2018, 22:35

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El estreno del cortometraje 'The Kiss' de William Heise inaugura en 1896 toda una tradición romántica en el celuloide por ser el primer beso registrado con una cámara. Tras eso, no tardarían mucho los grandes estudios en comenzar a vislumbrar las posibilidades de aupar el género romántico, más o menos con el advenimiento del sonoro. Hay que tener presente cierta contradicción que ha calado en el género romántico desde sus inicios: a pesar de que muchos de sus guiones estaban basados en grandes obras literarias (Shakespeare, Jane Austen, Oscar Wilde), siempre se ha considerado con cierto menosprecio un género menor, probablemente por asociarse a lo femenino. La crítica de cine Molly Haskell corroboraba esto en 1974: «Como término de oprobio crítico, 'woman's film' implica que las mujeres, y en consecuencia los problemas de las mujeres, son entidades de poca importancia».

No sería justo pasar por alto que muchos de estos filmes constituían verdaderos estudios sociológicos de las épocas en las que se enmarcaban: en 'Imitación a la vida' (1959), Douglas Sirk -uno de los artesanos del melodrama- sacaba a la luz cuestiones raciales candentes y lo que suponía ser madre soltera en la América de finales de los 50. Un año más tarde, Richard Quine exploraba en 'Un extraño en mi vida' (1960) la pérdida de estatus laboral para la mujer en la sociedad norteamericana de posguerra y el hastío al que se ve abocada el ama de casa de suburbio.

Obras que desaparecerían

  • 1 Luces de la ciudad. Charles Chaplin, 1931

  • 2 Los niños del paraíso. Marcel Carné, 1945

  • 3 La costilla de Adán. George Cukor, 1949

  • 4 Candilejas. Charles Chaplin, 1952

  • 5 El apartamento. Billy Wilder, 1960

  • 6 La noche. Michelangelo Antonioni, 1961

  • 7 Manhattan. Woody Allen, 1979

Debido a su universalidad, es lógico que el amor romántico haya dominado gran parte de las tramas desde el cine clásico hasta la actualidad. Porque si uno cometiese la osadía de preguntarse qué habría sido del cine si no hubiese existido el amor romántico probablemente encontraría que una fracción considerable de la historia del séptim arte habría quedado arrasada. Eso sin mencionar que no habríamos conocido la obra de tantos directores que se dedicaron a reflexionar sobre este sentimiento tan humano. Quizá el panorama cinematográfico habría quedado reducido al absurdo que supuso la censura franquista metiendo la tijera a las películas que llegaban a España.

No hay más que recordar cómo quedó el argumento de 'Mogambo' (John Ford, 1953) después de que los censores decidiesen que una relación incestuosa era más apropiada que un adulterio. Sin duda, uno de los grandes 'éxitos' que se marcó la dictadura española. Porque más allá de arreglárselas para tapar ángulos imposibles de escotes y muslos con el 'photoshop' de la época, el interés principal era suprimir cualquier actitud contraria a los valores del régimen. Como también debía de rozar lo amoral para una mujer quedarse a solas en un espacio cerrado con un hombre que no fuese un pariente; así se explica el corte de 'Psicosis' (1960) cuando Marion y Sam charlan en la habitación de esta, lo que a continuación dificulta considerablemente comprender la famosa escena de la ducha.

No nos engañemos, es casi imposible pensar el cine sin una sola referencia al amor romántico: ¿qué habría pasado a bordo del 'Titanic' si Jack y Rose no se hubiesen cruzado? Probablemente el naufragio no habría sido tan memorable. Como también habría flaqueado la trama de 'Sucedió una noche' (Frank Capra, 1934) si no hubiese saltado la chispa entre Clark Gable y Claudette Colbert en un autobús. Tampoco la visita turística a Roma de Gregory Peck y Audrey Hepburn habría sido la misma si se hubiese eliminado el idilio estival de 'Vacaciones en Roma' (William Wyler, 1953). Si avanzamos hasta la actualidad nos topamos con otro problema y es que las escasas superproducciones que se confían a directoras (como 'Crepúsculo' o 'Cincuenta sombras de Grey') ni siquiera habrían existido ya que sus narrativas se articulan en torno a lo romántico.

Mezcla de géneros

Es tentador elucubrar sobre las posibilidades de que el cine se hubiese desarrollado más hacia otros géneros (policíaco, 'thriller', western...) y sin embargo se trata de un error. Incluso en producciones donde el elemento romántico no constituye el eje temático central, siempre hay presente un detalle que nos termina remitiendo al amor. Probablemente la culpa de esto la tenga la mezcla de géneros, algo que se estila desde los inicios de Hollywood. Pensemos en el western o en la acción, géneros a priori dominados por la afluencia de personajes masculinos. Por muy insignificante que sea el peso de ellas en la trama, tan pronto como entran en escena la chica del saloon o la novia del protagonista, ahí está la referencia romántica.

Siendo realistas, un cine totalmente vaciado de referencias románticas habría terminado exigiendo una (aún) menor inclusión de personajes femeninos en las tramas, ya que la ficción homosexual es todavía una asignatura pendiente en el celuloide. Pues como apunta Román Gubern en su 'Historia del cine', este está hecho «por y para hombres». Es por ello que las películas protagonizadas casi exclusivamente por mujeres sin una historia de amor de por medio son una auténtica rareza. Un ejemplo sería la checa 'The End of August at the Hotel Ozone' (Jan Schmidt, 1967) sobre un grupo de mujeres en busca de comida tras la Tercera Guerra Mundial. Lógicamente no es necesario escarbar tanto para encontrar su homónimo masculino; las películas protagonizadas solo por hombres sin una trama romántica transversal están bastante más normalizadas. '2001. Una odisea del espacio' (1968) da cuenta de ello.

Por continuar fantaseando sobre los derroteros que habría tomado el séptimo arte si se hubiese prescindido totalmente de referencias románticas, encontramos que quizá el existencialismo habría suplido esta ausencia. Ya sea en su vertiente espacial como los astronautas de Kubrick en '2001' en busca del origen del universo a través de un misterioso monolito y una misión sideral. O quizás el canon cinematográfico habría estado gobernado por una dimensión religiosa. Relegando los filmes en los que el protagonista se adentra en la senda religiosa para evitar impulsos sexuales a los que terminan cediendo, la misión divina de 'La pasión de Juana de Arco' (Dreyer, 1928) bien tiene por objeto sustituir el amor en pos de la salvación eterna. Sacrificio similar al del sacerdote de 'Diario de un cura rural' (Bresson, 1951) cuyo fervor a la hora de conectar con Dios supera cualquier empresa que tenga que ver con sentimientos amorosos.

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