Bush se queda sin su último baño de masas
El temido ciclón eclipsa el arranque de la convención republicana y obliga al presidente a cancelar su discurso
M. GALLEGO ST. PAUL
Lunes, 1 de septiembre 2008, 03:06
Como si de un golpe de justicia divina se tratase, la primera víctima del huracán 'Gustav' en EE UU fue el presidente George W. Bush, que ayer tuvo que cancelar su aparición en la gran fiesta republicana de St. Paul.
Iba a ser su último gran baño de masas con el partido antes de entregar la llave de la Casa Blanca en enero al próximo presidente, pero tres años después del desastre del 'Katrina' no podía permitirse un nuevo acto de indiferencia hacia el sufrimiento de su pueblo. Entonces Bush ni siquiera interrumpió sus vacaciones para dar seguimiento a la mayor tragedia natural que haya sufrido EE UU en los últimos tiempos, y su felicitación al director de la Agencia Federal para Gestión de Emergencias (Fema, por sus siglas en inglés), ha quedado escrita en la historia con la misma sorna que el «misión cumplida» que siguiese a la invasión de Irak. «Michael, estás haciendo un trabajo de la hostia», le saludó el presidente ante las cámaras hace justo tres años. Brown tuvo que dimitir después por su infame gestión que costó la vida a muchos de los que quedaron atrapados en Nueva Orleans tras las inundaciones. Su sustituto, Michael Chertoff, ex secretario de seguridad nacional, se desplazó ayer a la zona para supervisar el operativo del 'Gustav'.
Tampoco Dick Cheney subirá hoy al escenario del Xcel Center donde Barack Obama cerrase sus batalla por las primarias hace tres meses, en un desafío hacia los republicanos que parece haberles gafado la fiesta. Si bien la Casa Blanca estudiaba la forma de que el presidente pudiera hablar vía satélite, la última en caerse de la agenda fue Laura Bush. Al cabo de ocho años como esposa del presidente más impopular desde Nixon, la imagen de esta primera dama sale reforzada por la independencia de su pensamiento en temas como el aborto, su compromiso valiente con Darfur, Birmania o Tíbet, y su comprensiva defensa de rivales políticos como Hillary Clinton o Michelle Obama.
Por su seguridad seguían volando en círculos sobre el Xcel cuatro helicópteros negros que ensordecían ayer el cielo de St. Paul. Otro destacado ponente, el gobernador Arnold Schwarzenegger, cumplía su promesa de no abandonar su estado hasta que se desbloqueara la crisis presupuestaria. Y los gobernadores de los estados amenazados por el huracán -Texas, Luisiana, Mississippi y Alabama- habían cancelado su presencia. Entre ellos se encontraban dos de los hombres más mencionados para vicepresidente de Bush, el joven gobernador de Luisiana, Bobby Jindal, promesa del partido, y el de Florida, Charlie Crist, otro popular moderado que guarda la llave electoral de la Casa Blanca. Las delegaciones de estos estados se habían reunido en un hotel de la ciudad donde se les mantenía continuamente informados de la evolución del huracán y los preparativos en sus hogares natales.
Despojada de todas sus estrellas, de por sí menos deslumbrantes que las que han triunfado en la convención demócrata de Denver, la fiesta republicana se había quedado sin brillo. Si sus organizadores no se plantearon cancelarla completamente fue porque técnicamente es necesario que John McCain sea coronado en ella para poder poner su nombre en la papeleta del 4 de noviembre. El candidato se dirigió ayer a Mississippi para supervisar los operativos de emergencia como si fuera ya el nuevo comandante en jefe, acompañado de su segunda de abordo, la joven Sarah Palin.
Conexión vía satélite
«Simplemente no sería apropiado tener una ocasión festiva cuando se acerca una tragedia o un gran reto», dijo el republicano a la cadena Fox. Si se confirma el desastre, su discurso de aceptación, previsto para el jueves, podría seguir la fórmula de la conexión por satélite que buscaba ayer la Casa Blanca para Bush. La misma por la que tendrían que votarle los delegados que han cancelado su estancia.
El resto podrían ponerse a trabajar en ayuda humanitaria desde el mismo pabellón deportivo del Xcel bajo la coordinación de la Cruz Roja, en un intento de aprovechar lo que ven como una segunda oportunidad de la historia para demostrar que pueden hacer las cosas bien. El partido en el poder, sin embargo, pierde el espaldarazo de atención que tradicionalmente recibe con la convención, y que antes de dar su discurso de coronación le valiese a Obama ocho puntos en las encuestas. En palabras del polémico cineasta Michael Moore, «esto es prueba de que Dios existe».