La décima que lo cambia todo
El deportista paralímpico Lorenzo Albaladejo fija sus próximas metas en Tokio 2020 y en la Fundación Aplauso al deporte. «Me encantan el teatro, leer biografías y las migas de mi abuela», confiesa
ALEXIA SALAS
Martes, 6 de septiembre 2016, 11:03
El tiempo que tarda un bolígrafo en caer al suelo, descompuesto en décimas, decide el futuro de Lorenzo Albaladejo, deportista paralímpico, luchador incansable y lo que ahora llaman un 'influencer', agitador en redes sociales y columnista dominical en 'La Verdad'. Newton, quien ya le dio vueltas al tema hace tres siglos, rompería sus fórmulas con Lorenzo, quien nació con parálisis cerebral hace 27 años y de adolescente ya cortaba el aire por la pista de atletismo de San Javier, hasta que su empeño le proporcionó el récord de España en 100, 200 y 400 metros, y dos diplomas en los Juegos Paralímpicos de Londres. «Mis padres me enseñaron que el problema fue al nacer, pero que a partir de ahí lo que consiga depende de mí», responde la voluntad de acero. La discapacidad no corre a su lado en la pista ni en la vida: «No hay nadie capaz de todo. Igual que yo no puedo hacer gimnasia rítmica, seguro que pocos pueden correr como yo», sabe Lorenzo. De hecho, recuerda que «mis padres me llevaban a hacer deporte con gente sin discapacidad, por eso también yo procuro no ser protector con mis hermanos pequeños», afirma el mayor de seis hermanos, que esperan al plusmarquista cuando regresa a casa de sus retiros deportivos en Madrid o Murcia para llevarlo a jugar al fútbol o a quemar pistas de velocidad.
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Quién.
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Lorenzo Albaladejo Martínez.
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Qué.
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Deportista paralímpico.
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Dónde.
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PDM San Javier.
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Valores.
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En la pista de atletismo del Polideportivo Municipal de San Javier se han forjado ya varios campeones. El recinto cuenta con dos piscinas, una cubierta y otra al aire libre, zona infantil, pistas de tenis y pádel, dos pabellones cubiertos y el estadio Pitín donde juegan el Mar Menor C.F. y el Santiago de la Ribera F.C.
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Pensamiento.
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«Lo que no depende de mí, me puede, como una situación política».
Nadie le dijo que sería fácil. Ni siquiera al principio, cuando la presión del deportista de élite no pesaba aún como un saco de piedras: «Era muy torpe. Mi entrenador Salva Romero me decía 'si interiorizas los movimientos podrás darle velocidad', correr más con la cabeza que con los pies, si es que quería ser la mejor versión de mí mismo. Él ha sido la mitad de mis éxitos». Ni siquiera tras la gloria de Londres, donde vio la admiración en los ojos de la gente, la carrera pintaba más cómoda: «Me rompí una vértebra, tuve que correr infiltrado, me presionaban las expectativas que se habían generado para ir a Río, y en el Europeo quedé cuarto, a dos centésimas de la plata y a 14 centésimas del oro».
No se protege Lorenzo con guantes de seda: «No ir a Río ha sido un fracaso», afirma, «llevo cuatro años entre los 10 mejores del mundo y no me he clasificado. Es duro. Lo que separa el éxito del fracaso son pequeños detalles. El fracaso es la base del éxito en realidad». La lucidez del deportista transformaría la manzana de Newton en rica sidra: «No haber ido a Río va a ser lo más importante de mi vida a partir de ahora», mira ya Lorenzo oteando su próxima meta. «Tokio 2020 será mi última oportunidad para ir a unos juegos olímpicos, pero si lo pongo en una balanza, la Fundación Aplauso al deporte tengo que reconocer que me ha devuelto la ilusión». Con el proyecto de mejorar a través del deporte la vida de niños discapacitados o en riesgo de exclusión social, Lorenzo quiere hacer la mejor marca de su vida. «Dejar huella, pero no de medallas, que se olvidan», explica. Ya ha logrado 60 saludos grabados de deportistas olímpicos y espera lograr financiación pública y privada para proporcionar becas cada vez para más niños. «El deporte genera endorfinas, cambios fisiológicos, previene enfermedades, te da una vida ordenada, y además yo quiero que tenga una utilidad integradora», sueña con realidades Lorenzo, quien ya ha «tutorizado a algún chaval para ver si el proyecto era viable». Se empapa el deportista de biografías como la de Steve Jobs o Amancio Ortega, «gente que marca la diferencia, no gente oveja, porque vivimos en el país de 'Mujeres, hombres y viceversa'». Le gusta dudar, aunque prefiere que algo al menos siga invariable, cálido y fiel: esas migas de su abuela que le esperan de vuelta a casa.
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