Dice Melville en el arranque de 'Moby Dick' que en algún momento todos los hombres desean hacerse a la mar y vivir una aventura para ... olvidar la tristeza y darle sentido a sus vidas; y yo digo que hoy, en algún momento, todos los hombres no quieren hacerse a la mar, pero sí ser como Jep Gambardella: un 'bon vivant' descreído, cultivado, mundano y amante del placer refinado, que al llegar a los 65 se da cuenta de algo: ya no quiere perder su tiempo haciendo cosas que no le apetece hacer. Yo tampoco, por eso voy a ver a Sting, que sí me apetece.
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Bien, allá vamos. Entrando agosto. Voy por la calle. Es de noche, avenida Juan Carlos I. Los comercios están cerrados, las calles sin uso y el tranvía ya echó la persiana. Por eso camino. Bajo los árboles de Abenarabi cantan las chicharras. Siendo crío las recuerdo enmudecidas de noche y sonoras de mañana. Es lo que tiene ser cada vez más carca, que los recuerdos son de hace mucho. Y que me gusta Sting.
He ido al concierto y me ha gustado. Tres horas antes: llego al concierto, pero no sé si me va a gustar. Me siento. Una chica fuma marihuana al lado. Abajo un tipo olisquea primero y se mosquea después. Se le encara: «Aquí no se puede fumar droga». Ella le contesta. Momentos de tensión, antes de que envaine el cigarro y las aguas se encalmen. Luego comienza la cosa y todo fluye. Son sus temas de siempre y él, a sus 70 años, no es tonto: sabe que la gente no quiere inventos, quiere sus temas más antañones, los de siempre.
Acaba el concierto. Salimos en tromba. La vida ha quedado interrumpida dos horas, es lo que tienen los momentos más confitados, como los buenos conciertos y las buenas películas, que son espacios suspendidos en el tiempo. Camino y pienso en eso, en películas, en Jep, en 'La gran belleza', en esta noche de calor y chicharras. No sé, igual la veo al llegar. Siempre viene bien para enterrar «el noviembre húmedo y lluvioso del alma» del que hablaba Melville en 'Moby Dick'.
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