Ir lejos para ver de cerca

Lebeche ·

Martes, 16 de agosto 2022, 00:09

Todo el mundo quiere perderse en algún lugar del mapa, ver cosas, hacerlo con sus propios ojos. No siempre es fácil. Hace tiempo leí que ... uno de los principales problemas a los que se enfrentan los astronautas es la hipermetropía. Al parecer, sus globos oculares comienzan a deformarse en ausencia de gravedad a los pocos días de estar en el espacio. El motivo es un exceso de presión intracraneal que acaba modificando la curvatura de los ojos dejándolo todo borroso. No deja de ser irónico ir tan lejos para, una vez allí, encontrarte con que eres incapaz de ver bien lo que tienes cerca.

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El efecto, que podría parecer una insignificancia, resulta ser un inconveniente bastante grande para el desarrollo de misiones espaciales de larga duración. En la NASA se han dado cuenta de que enviar gente a Marte en un trayecto de dos años pierde parte de su sentido si la tripulación encargada de explorar el planeta rojo va a ser ciega.

Lo de los astronautas hipermétropes resulta una perfecta metáfora sobre la curiosidad humana, tan sensible a la cuestión de las distancias. Ya se sabe que lo remoto fascina mientras lo próximo tiende a pasar desapercibido. Un día te levantas y te das cuenta de que conoces a más gente que ha estado en Italia que en el Valle de Ricote; otro, de que el telescopio James Webb anda fotografiando ya los inicios del universo sin que hayamos cartografiado todavía el fondo de los océanos que nos bañan, de los que no sabemos casi nada pese a que suponen más del 70% de la orografía del planeta en el que cada noche descansamos la espalda.

Supongo que está en nuestra naturaleza. Un amigo solía decirme en las peores noches, cuando una cadena de decisiones equivocadas nos llevaba a sitios en los que nunca deberíamos haber estado, que «siempre es mejor que quedarse en casa». No todas las veces era verdad. Pero cómo saberlo sin ir.

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