Querida prima: a la ola de calor asfixiante, le sucedió la ola de fango. El Mar Menor, como si de un pez colectivo se tratase, ... coletea, con los estertores últimos que resuenan en algunas conciencias, en unas cuantas cuentas bancarias y en escasos parlamentos, porque los peces gordos, no nadan en el mar, se lo beben.
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Encontramos restos de fango explícito en las aguas del Mar Menor, colapsadas y llenas de peces muertos y trazas de fango implícito, en la batalla por quién se limpia la culpa antes, por quién se purifica primero del barro donde inevitablemente ya hemos encallado. Fango y culpas... inevitablemente nos encontramos en un momento «fangástico».
Me vienen a la memoria (un tanto embarrizada también por el paso de los años) aquellos versos de Machado en el poema 'Del pasado efímero' donde dibujaba al hombre decimonónico, aquel que 'Del cielo aguarda y al cielo teme'; aquí, una vez más, se aguarda la respuesta del cielo, mientras se mira hacía él para responsabilizarlo, como si de un ser animado y con conciencia se tratase, se le arroja la culpa y de algún modo se acepta su castigo.
El intenso calor, las DANA, el aire irrespirable... el cielo es el causante, porque claro... es el cielo quién nos gobierna, ¿no?
PD. Son días de cielos opacos y aguas turbias, tiempo de fango, aquí en Marcona, días 'fangásticos' de argumentos pueriles y peregrinos que hasta en el mismísimo secano que tiene al mar como quimera, nos producen anoxia.
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