Un natural Carlos Sobera y un 'Miles Gloriosus' al que le falta la magia
CRÍTICA TEATRAL ·
Al director Pep Anton Gómez lo esperábamos como agua de mayo, y más teniendo en cuenta la hoguera en la que nadamos, porque ya le ... habíamos ovacionado todos puestos en pie de fiesta, en anteriores ediciones del Festival de San Javier, dos puestas en escena que le quedaron redondas, de capricho. Puro y delicioso cachondeo fino. El primer bombazo llegó en 2014, con 'El eunuco', cuyo texto, una versión libre de la obra homónima de Terencio, firmaba él mismo junto al grandísimo cómico Jordi Sánchez; el segundo, en 2017 con otra delicia de verano, escrita también por él si bien, en esta ocasión, junto a Sergi Pompermayer. Ambos montajes no pudieron dejar un mejor recuerdo, y ambos contaban con la presencia en sus repartos de Pepón Nieto, otro al que en San Javier habría que hacerle un monumento por lo que nos ha hecho gozar.
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El sábado Pep Anton Gómez regresó con 'Miles Gloriosus', que hace unos días acababa sus representaciones en Mérida con enorme éxito de público, dirigiendo por vez primera un texto en cuya escritura él no ha participado. Y el caso es que esto ha coincidido con el siguiente resultado: 'Miles Gloriosus' no ha arrasado entre el público de San Javier del mismo modo que 'El eunuco' y 'La comedia de las mentiras', y de hecho las risas no fueron constantes, ni la ovación final apoteósica. Faltó la magia.
Este 'Miles Gloriosus', de nuevo otra adaptación más que libre de la obra de Plauto firmada por Antonio Prieto, que también da vida en escena a Escéledro, con el nivel alto que consigue todo el reparto y, en su caso, con el añadido del parecido, en lo físico y en los gestos y en su aire despistado, con nada menos que Mariano Rajoy, personaje real que mira que cuesta trabajo que te caiga mal, se desarrolla con un lenguaje sin estridencias, que huye de lo soez y de la astracanada, apto para todos los públicos, entre lo cándido y lo ingenuo y un coro de aldeanos buena gente de algún rincón perdido de, pongamos como ejemplo, Baden-Wurtemberg. Una comedia ligera, exacto. Un entretenimiento agradable, y ya.
Sin duda, uno de los atractivos para parte del público que acudió a la representación era la presencia, como cabeza de cartel, del popular actor y presentador de televisión Carlos Sobera, que la verdad es que cae bien. Que resulta como de la familia, así es. No era la primera vez tampoco que se presentaba en San Javier, ya estuvo en 2011 para representar, junto a Mar Regueras, 'La guerra de los Rose'. Y ya entonces estuvo, igualmente, eficiente, profesional, empático, con esa enorme facilidad suya para comunicar. Apareció este sábado al principio de la función como una 'vedette' con su casco de enormes plumas rojas, que mejor todavía si hubieran sido de pavo real, y desde el principio derrocho naturalidad, desplegó esa voz suya inconfundible, y ni por asomo se permitió rozar el mal gusto. Pero tanto él como el montaje no alzaron el vuelo a demasiada altura. Un montaje que contó con mejor iluminación que escenografía y en el que Elisa Matilla como Minervina aportó una frescura que se agradece.
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Fanfarrón
Este 'Miles Gloriosus', nombre del personaje central, tonto de solemnidad y cero interés como bípedo -nada que ver ni con el doctor House ni con Hugh Glass, y muchísimo menos todavía con Yago, ¡palabras mayores! -, es un militar fanfarrón de manual, engreído, simple, bobo, mujeriego, absurdo en sí mismo y absurdo total. Por desgracia, abundan de carne y hueso. Por supuesto, no lo soporta nadie en todo Éfeso, que es donde vive, empezando por su propio criado, sus vecinos, las mujeres 'conquistadas'... Narcisista, inculto, obsesionado por el sexo, será víctima de un astuto plan tramado en contra suya para darle un buen escarmiento; fundamentalmente, para darle por saco. Y se lo dan todos a una como Fuenteovejuna, dejándolo en ridículo y sin su deseada, entre otras muchas, Cornelia (Elena Ballesteros), que tampoco es muy lista dado que está enamorada de Pleusicles (David Tortosa), que tampoco es que sea Paris, y menos aún su hermano Héctor. Por cierto, Miles Gloriosus confunde el talón de Aquiles con el tacón de Ulises, o sea que de su aportación a la ciencia y a las bellas artes, incluidas las amatorias, mejor ni hablamos.
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