Raúl Sánchez Pérez: «El hospital es un lugar donde el drama y los milagros se tocan continuamente, como en la vida misma»
«Veo muy claro el empobrecimiento de lo público», apunta el médico
Raúl Sánchez Pérez (Caravaca de la Cruz, 1977) hizo dos veces el MIR en las especialidades de pediatría y de cirugía cardiaca infantil. Dice que ... nunca dejamos de aprender y de empezar. Ha escrito uno de los libros más deliciosos publicados en 2023 en la Región de Murcia: 'No somos héroes' (Gollarín), donde comparte, según su amigo Luis Leante, «el amor por las cosas pequeñas, que son finalmente las más grandes, la amistad, la lealtad a las personas, los caminos que se abren y se cierran». Con su mujer, la norteamericana Erika Meyer, tiene tres hijos (Sofía, Diego y Raulito), que corretean por las estancias de la casona que han adquirido en la Cuesta de las Monjas, junto a la calle Mayor, donde cada día cuida de una docena de rosales. Es uno de sus hobbies. De blanco riguroso, mirada emocionada, sonrisa indestructible. Sus ideales son necesarios en política.
-¿Por qué siente la necesidad de volver al origen: a Caravaca?
-Porque hay que buscar espacios más sanos. Llevo ya 15 años en Madrid. Las cosas no hay que dejarlas para la jubilación. Madrid te da mucho, y también te quita.
-¿Por qué cree que tenemos que ser tan, tan, tan productivos?
-En Estados Unidos se le da todo el valor al esfuerzo, y a veces el hombre está agotado. Si tienes la fuerza, te lo mereces. Para mí el punto está en defender lo frágil. Los sistemas siempre tienden a defenderse, y la humanidad, el ser humano, queda fuera. Y saltas de un sistema y te metes en otro. Hay que procurar que esos sistemas no te atrapen, porque de lo contrario te quitan libertad. Yo agradezco mucho a mi familia, al hospital de La Paz, pero yo no soy eso: soy Raúl. Porque si no eso te genera un personaje, te quita libertad, y te cargas con unas herencias y unas mochilas que no son tuyas. Es muy agotadora la gente que es muy sistémica. Y yo trato de saltar de los sistemas.
-¿A qué se refiere al decir que el punto está en defender lo frágil?
-Las cardiopatías congénitas graves se dan en menos del 1% de los recién nacidos, pero cuando te toca, te toca el 100%. Poder tener recursos para esto que es tan poco frecuente, para lo que es lo frágil, que en número no va a poder tener la fuerza de modificar ciertas estructuras, es algo maravilloso.
-¿Igual sucede con trasplantes?
-A mí me gusta decir que trasplantamos corazones de una familia a otra. Familias con mucho poder han recibido corazones de hijos de inmigrantes. La desgracia y el dolor unidos. Probablemente ese hijo o ese nieto son lo más importante que tienen en la vida, y se lo dan a otras familias. Eso nunca lo sabrán y no hay dinero de por medio, aunque el proceso es carísimo. Como detalle, nos ponen aviones privados para movernos. Yo he ido hasta Praga a por un corazón. Cuando hay una oferta, como se le dice, nosotros vamos a por el donante, primero vemos si nos gusta el corazón, aunque suene muy bruto es así, y si nos gusta damos el okey, y la otra mitad del equipo en La Paz va preparando el quirófano y al receptor, y tú vas tallando y sacando el corazón porque no hay dos cardiopatías iguales. Tan importante es la extracción como el implante.
En tragos cortos
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Un sitio para tomar una cerveza Los bares con costra de Caravaca que diría mi amigo Luis Leante.
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Una canción De Rosalía a El Último de la Fila, la canción que suene en la radio.
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Un libro para el verano 'El balcón en invierno', de Luis Landero.
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¿Qué consejo daría? Sé impecable con la palabra.
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¿Cuál es su copa preferida? Una copa de helado. A veces pido una cerveza solo para darle el primer trago, pero desde la pandemia mi cuerpo no me lo pide. Aunque soy muy de bares.
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¿Le gustaría ser invisible? No, hay que estar en los sitios si estás comprometido con la sociedad.
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Un héroe o heroína de ficción A veces cuando nos sale todo bien nos sentimos como Spiderman, otros como la araña pisada.
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Un epitafio Viví sin odio.
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¿Qué le gustaría ser de mayor? Un abuelo que pasea sin enfados y sin rabia.
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¿Tiene enemigos? Tengo más amigos que enemigos.
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¿Qué es lo que más detesta? La falta de humildad, pero creo que tiene cura.
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Un baño ideal Los baños furtivos que me daba en la adolescencia con mi amigo Chico en las Fuentes del Marqués.
-¿Ha tenido que venir a por corazones a la Región de Murcia?
-Sí, por privacidad no puedo dar muchos detalles, pero teníamos un niño que era cuestión de horas, y teníamos que repartirnos y mi jefe me envió a mí a Murcia. La Arrixaca es un hospital muy bueno, que potencia mucho los trasplantes, y nos derivan pacientes al no tener ahí trasplante infantil. Recuerdo que uno de los casos más duros fue un niño de Caravaca
-Es verdad que en sus manos están las vidas de muchas personas. Ha participado en más de 100 trasplantes cardiacos y en más de 3.000 operaciones. Ahí es nada.
-Es bonito. A veces te pones a reparar corazones que son del tamaño de una nuez. Tú eres una parte más del eslabón. Cuando son pacientes reoperados, pacientes que han sido operados de pequeños y los tienes que volver a trasplantar, tienes que esculpir el corazón. Sobre el caso del niño de Caravaca que comentaba, yo no conocía a la familia, pero teníamos amigos en común. En Moros y Cristianos, ellos salen con el bando moro, y yo en el bando cristiano. Y al entrar a la habitación, en una situación muy frágil en la UCI pediátrica, imagina que entra un tipo que habla así parecido a ti y les dice: «¡Vais a tener suerte porque los sanjuanistas nos llevamos bien con los Abul-Khatar!». Fue así como les dije que había una oferta, una posibilidad de trasplante.
-Su hijo pequeño, Raúl, tenía un nudo verdadero en el cordón umbilical, y en el parto, hace un año, comenzó a caer la frecuencia cardiaca con cada contracción. El nudo se apretaba cada vez más...
-Esos nudos lo que hacen es que conforme el parto avanza se aprietan cada vez más. En cinco minutos la habitación se llenó de compañeros, de obstetras y matronas. Todos pendientes del peque, esto es también la sanidad pública. En otros partos de mis hijos me ha pillado en mitad de una cirugía, y solo tenía que bajar de planta.
-¿Por qué hizo dos veces el MIR y dos especialidades distintas?
-Yo estudié en la Universidad de Murcia, me preparé el MIR en Oviedo y la especialidad de Pediatría la hice en el hospital de Almería, donde me forjaron como médico en la parte humana. Mi padre nació en Vélez-Blanco, y mi familia mira mucho a los pueblos de la Sierra del Segura. Juan López Muñoz, mi jefe, padre de la pediatría en Almería, era un tipo de los que sacaba la silla, como decía Gregorio Marañón. Sentarse, hablar con la familia, llegar a un acuerdo. Me bajaron los humos y me colocaron un lugar de bastante equilibrio. Luego estuve unos meses en Lorca, en Londres, y de ahí salté a Cartagena, a llevar la cardiología infantil, y estuve cuatro años allí. Cuando estaba en un momento profesional bueno, decidí hacer el MIR para seguir estudiando, y me presenté a Cirugía Cardiaca. Yo les mandaba los niños a los que hoy son mis compañeros.
-Y sacó la única plaza posible, en el hospital de La Paz de Madrid.
-Tenía la necesidad de hacer algo más. No estudié más que la primera, y saqué casi la misma nota, y pude coger la única plaza que había en La Paz. Ocho años antes con esa nota fue imposible, y la vida ahora me lo ponía de forma natural. Me vi en La Paz de residente, en un lugar donde el quirófano es muy militar, porque hay que saber muy bien cuál es la estructura en un momento agudo. Hay que dirigir de manera muy eficiente, y ahí me metí yo como soldado raso a que me dieran tortas. Ahí estuve cinco años de especialidad, y el último año me fui a Boston unos meses, que es como el Vaticano para nosotros. Mi jefe ahora, Ángel Aroca, que es el cirujano más importante de España, cuya familia es de la Sierra del Segura también, tiene una gran capacidad de recepción.
-¿Dónde conoció a su mujer?
-En Madrid. El día que la conocí, después de ir al cine, acabé en una servilleta explicándole las fiestas de Caravaca. Descubrió pronto que yo estaba muy enganchado a mis raíces. A Erika le encanta Caravaca, es una ciudad que tiene magia y, en concreto, la capilla de la Cruz, la chiquitita. Más allá de la fe es un sitio muy energético. Ella es trabajadora social, estudió en la Universidad de Notre Dame en Indiana y el máster lo hizo en Boston College, aunque es de Florida, y a los americanos les tira mucho la ciudad en la que han estudiado. Y yo acabé estudiando en Boston cuatro meses.
-¿Por qué se decidió a comprar una casa en el casco histórico?
-La calle Mayor de Caravaca tiene un microclima precioso. Mi suegra nos dejó un dinero para comprar una casa en Caravaca y nos puso condiciones. Primero, que fuera una casa antigua de verdad. Y es del siglo XV la que compramos, de la época de Santa Teresa de Jesús, reformada con el paso de los siglos. Luego, nos pidió que fuera grande, para poder venir de Florida toda la familia, y quería que tuviera salida como turismo rural en un futuro. Y eso hicimos. Yo con Estados Unidos tengo mucha conexión porque para nosotros en lo técnico es donde nos miramos todos los médicos. Y lo cierto es que la sanidad pública de España podría ayudar mucho a la sociedad estadounidense. Y que no nos engañen, nuestra sanidad es más barata que la de Estados Unidos porque no hay intermediarios. Solo hay que hacer una buena gestión de los recursos.
Defensa de la sanidad pública
-En el libro 'No somos héroes' hay frecuentes alusiones a los beneficios de la sanidad pública para armonizar la sociedad.
-Es que la sanidad pública yo la percibo como una concepción general de la vida. Porque si no tuviéramos sanidad pública, que hay que seguir cuidando y cada vez está peor, es una realidad, no podríamos saludarnos en las calles. Porque si tu hijo nace con una cardiopatía congénita, la media de una cirugía son 400.000 o 500.000 euros, y si no pudieras tener ese dinero, no podrías saludar a tu vecino, y vivirías con cabreo y con enfado. Desde mi carril político, yo veo un empobrecimiento de lo público, y la sociedad es corresponsable de todo esto, es un deber y una necesidad lanzar ese mensaje, lo importante de cuidarnos.
-¿De qué no tiene dudas?
-De que conforme más avanzas en la ciencia, menos sabes. Somos pequeños. La vida es un misterio. El hospital es un lugar donde el drama y los milagros se tocan continuamente, como la vida misma. Hay una energía y una frecuencia distinta, las casualidades no existen, y la vida no es tanto la lógica de la conquista en la que nos movemos, insaciables en los logros. Te piensas a veces que lo que te viene es por tu lucha, pero es más bien un regalo.
«La empatía no es ponerte en el lugar del otro, sino ver tu humanidad rota para poder ver la humanidad rota del otro»
-¿Tiene tres hermanos, verdad?
-Uno es enfermero en Albacete, otro es óptico y otro ingeniero agrónomo en Murcia. Y, en realidad, mi cuarto 'hermano' es Karim, que es de origen camerunés y cuida en Madrid de un alto directivo de La Once, y tiene un hijo, Javier, que es como nuestro sobrino, con una amiga nuestra de Huelva. Karim es una esas personas que te regala la vida. Cuando yo estaba en Cartagena viviendo solo, leía continuamente noticias de gente que llegaba en patera a la Región. Hice un máster en Comillas de inmigración, y en Madrid participé con los jesuitas que conocí en un barrio de Almería en un proyecto con chavales subsaharianos. En un acto en Sevilla, a Karim, que lo conocía del barrio y trabajaba en una casa gigante, me contó que iba a salir de esa casa, y yo me había quedado sin compañero de piso, y ese mismo día Erika se enteró de que Karim salía de la casa. Fue ella quien me propuso que se viniera a vivir con nosotros. Estuvo cinco años viviendo con nosotros, y cocina la mar de bien los potajes.
-¿En qué piensa que Karim ha sido un triunfador en la vida?
-En mantenerse sin enfado y sin odio, después de todo lo que ha sufrido. Cuando estás con Karim nunca está por arriba y tampoco está por debajo. En unas fiestas en Caravaca acabó hablando con el alcalde sobre cómo acoger a inmigrantes. Después de salir de Camerún tardó tres años en llegar a España. Sus mayores logros están en la mente.
-¿La empatía se explica mal?
-Al menos en las facultades sí. La empatía no es ponerte en el lugar del otro, sino ver tu humanidad rota para poder ver la humanidad rota del otro. Si tú coges las piedras del otro te agobias. Tú no tienes que ponerte en el lugar del otro, sino ver tu humanidad rota para ver al otro. El aprendizaje suele llegar con sufrimiento. Yo siempre veo una oportunidad en el sufrimiento como punto de salida a otra cosa.
-¿Cómo recuerda la pandemia?
-En las semanas duras de la pandemia, La Paz fue el primer hospital que diagnosticó a un paciente. Fueron semanas de terror. En los supuestos escalafones los que estaban más abajo pasaron más tiempo con los pacientes, y eso no se reconoció: las limpiadoras, los técnicos de rayos, las auxiliares, la enfermería, los médicos. Probablemente los que más tiempo pasaron con ellos fueron las limpiadoras. A un cura amigo mío que ingresa por Covid fue una mujer sencilla la que le descubre dónde está Dios. A las limpiadoras no se las ha considerado personal sanitario. ¿Cómo no van a ser sanitarios cuando son las que se comen lo peor? ¡A mí que no me quiten a Yolanda de mi quirófano!
-¿Qué es lo que más disfruta?
-Me encanta pasear con un amigo y hablar. Un buen sitio para perderse y disfrutar en Caravaca es un barrio con mucha historia, El Hoyo, al final de la calle Meleros se puede ver una de las vistas más bonitas y desconocidas de la ciudad.
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