Nacho Rodríguez: «En la Titan de Marruecos corrí con Indurain; no soy un crack de la bici, pero soy perseverante»
Estío a la murciana ·
«De todos los reconocimientos que tengo, el de Legionario de Honor es uno de los que más ilusión me hace»Once mil kilómetros en bicicleta hace al año el publicista Nacho Rodríguez (Cartagena, 1970), que encontró hace ocho años en las dos ruedas una nueva ... pasión. «Yo jugaba pachangas al fútbol, pero me rompí los dos tendones de Aquiles, primero el derecho y el año siguiente el izquierdo, y tuve que dejar tanto el fútbol como el tenis, los dos deportes que más me gustaban. Entonces pasé de montar no muy bien en bici a hacer 11.000 km al año. Más que en coche», explica al poco de abrir a LA VERDAD las puertas de su lugar de trabajo, el edificio Atalayas Bussiness Center, un llamativo prisma con ventanales azul aguamarina que se deja ver desde la distancia y que devuelve, desde dentro, unas impresionantes vistas del este de la ciudad. El CEO de Casaú Estudio –antes Insignia Creativa–, que tomó el segundo apellido de su padre para rebautizar su negocio, ha conseguido, desde 2001, más de un centenar de galardones nacionales e internacionales de diseño y comunicación, entre ellos 2 Premios Visual, 13 LAUS, 45 Anuaria y el Rendibú de LA VERDAD. Además, junto al fotógrafo Pepe H, se encargó de ilustrar, con sus tipografías, el artículo 'Una palabra tuya', del periodista Antonio Arco, que cada domingo aparecía en la contraportada de este diario.
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–La bici, ¿a dónde le ha llevado?
–Una vez que empiezas a hacer kilómetros en la bici, te apuntas a pruebas. Hay una carrera muy conocida, la Titan [Desert] de Marruecos. Son 7 días por el desierto de Marruecos con 50 grados. Cada día haces unos ciento y pico kilómetros. Yo estaba en la categoría de más de 50, en la que también estaba Indurain. Él acabó el sexto y yo el 35. ¡He corrido con él y con otros ciclistas profesionales! Yo no soy un crack de la bici, pero soy un tío perseverante.
–¿A dónde más?
–Después he hecho la '101 de Ronda'. Esa carrera por la serranía de Ronda (Málaga) me impresionó mucho. La organiza la Legión. Cuando acabé, pensé que tenía que hacer algo por esta gente. Está superbien organizada. Me ofrecí a diseñar el libro, desinteresadamente, con historias de superación de los participantes, que querían publicar por el 25 aniversario de la carrera. Recreé su característica camisa abierta. Contentos con el resultado, me pidieron que diseñara el Museo de la Legión de Ronda. Lo hice como una forma de compensar el trabajo y el esfuerzo que ellos hacen. Como agradecimiento, me nombraron Legionario de Honor. De todos los reconocimientos que tengo, es uno de los que más ilusión me hace.
–Antes de iniciarse en la bici, ¿le llamaba la atención la Legión?
–Mi padre era militar y yo hice la 'mili' en Cartagena. Para mí, la Legión era a donde mandaban a los peores a hacer la 'mili', a Ceuta y a Melilla. Ahora la Legión es totalmente distinta, hay gente con una gran vocación.
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«Mi padre era un tío duro. A nosotros nos llevaba como una vela. Pues él siempre decía que lo más duro que hizo en su vida fue cuidar a mi madre, con alzhéimer»
–¿Alguna vez se planteó ser militar?
–Sí, pero yo quería ser piloto. Yo vivía en una casa militar, en un edificio militar en Madrid, estudiaba en un colegio militar e iba a un club privado militar. Mi círculo era muy pequeño, todos militares. Cuando acabé, hice selectividad y ese verano, en La Manga, un amigo de mi hermano –por cierto, somos once hermanos– me estuvo hablando de una universidad privada en la que se podía estudiar Publicidad. Pensé que a mí eso me gustaría. Pasé las pruebas para el Ejército del Aire, pero vi tan mal ambiente que ese mismo día me matriculé en Publicidad. Mi padre se cogió un buen cabreo.
El sexto
–¿De qué manera le ha marcado formar parte de una familia tan numerosa?
–Yo soy el sexto de diez –una hermana murió de muerte súbita– y marca mucho. Nosotros, donde íbamos, éramos una manada. Éramos nuestros propios amigos, no necesitábamos a nadie más. Al final, teníamos un montón de amigos porque los amigos de mis hermanos también eran amigos míos. En Holanda éramos 'los españoles'. Nos encantaba viajar y cambiar de sitio. Haber aprendido idiomas hace 30 años nos ha venido muy bien.
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–¿Cómo fue su juventud en Holanda?
–Recuerdo que fuimos el año de las Olimpiadas de Barcelona en el 92, yo tenía 23 años. Estábamos en La Haya, donde están todas las embajadas. Ahora he vuelto, unos 30 años después. Ámsterdam me ha encantado y, en cambio, La Haya me ha parecido muy aburrida. Me vino muy bien estar allí con mis hermanos. El último libro que he leído es 'Los siguientes', de Pedro Simón. Cuenta la historia de un padre y la percepción que tienen los hijos de su padre, y viceversa. Uno de los hijos dice que dejó de conocer a su hermano cuando se fue de casa, porque en ese momento tenía 25 años y ahora ya tiene 50. Vas evolucionando. Tú crees que conoces a tu hermano, pero el hermano que tú conocías no es el mismo de ahora. Eso nos pasa a nosotros.
«Lo mío es 30% creatividad y 70% trabajo»
–¿Cuándo se reúnen todos?
–Solo nos reunimos una vez al año, en Navidad, incluso algunas navidades no coincidimos todos porque algunos están fuera, en Estados Unidos por ejemplo, y a veces ese año no les toca venir. Yo me turno, una vez en casa de los padres de mi pareja y otra vez en casa de los míos, aunque yo ya no tengo ni padre ni madre. Mi madre murió de alzhéimer y mi padre murió de cáncer hace tres años.
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En tragos cortos
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Un sitio para tomar algo En el bar Avenida, en Espinardo. Una cerveza con una ensaladilla, que es la mejor de Murcia.
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Una canción 'Thunder Road' de Bruce Springsteen.
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Un libro para el verano 'Los siguientes', de Pedro Simón.
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Un consejo No me gusta dar consejos pero diría 'relaja la raja', que es lo que dice mi sobrino.
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Un aroma 'Eternity', de Calvin Klein. La relaciono con un muy buen amigo mío y me trae buenos recuerdos.
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¿Con quién no cenaría jamás? Con Arnaldo Otegi.
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¿Quién dejó de caerle mal? Siempre digo que me cae bien la gente que sabe que me cae mal.
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¿Le gustaría ser invisible? Sí, me encantaría ser invisible a ratos, cuando yo lo eligiera.
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¿Qué le gustaría ser de mayor? Más feliz todavía.
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¿Tiene enemigos? Seguro.
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¿Qué es lo que más detesta? La envidia.
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Un baño ideal En Ibiza, en la isla del Espalmador.
–¿Cómo eran sus padres?
–Mi madre era una fuera de serie, bueno, como todas las madres de todo el mundo, ¿no? Era una mujer guapísima y muy elegante, todo lo contrario que mi padre, un despreocupado en la forma de vestir. Él era un tío muy duro y mi madre una persona muy bondadosa. Era muy religiosa y creyente. Todo el mundo la quería, no criticaba nunca a nadie. Mi madre siempre me decía: 'Nacho, si no tienes nada bueno que decir de alguien, no digas nada'. Nunca lo seguí, porque yo soy un bocachancla.
–¿Cómo trató con una enfermedad tan dura como el alzheimer?
–Mi padre era un tío duro. Para que te hagas una idea, estuvo tres años en la Antártida y fundó la Base Antártica Juan Carlos I. Se fue primero con un barco chileno y luego con un barco inglés, el Endurance. A nosotros nos llevaba como una vela. Pues él siempre decía que lo más duro que hizo en su vida fue cuidar a mi madre. Nosotros nunca nos habíamos llevado especialmente bien con mi padre porque no hablábamos con él. Mi padre ordenaba y nosotros cumplíamos. La enfermedad de mi madre duró diez años. Yo iba todos los domingos a Cartagena a darle la cena a mi madre y me sentaba con mi padre. Él nunca había sido muy hablador, pero como ya no podía hablar con mi madre, lo hacía conmigo. Yo he hablado más con mi padre durante la enfermedad, la de mi madre y la suya, que en el resto de su vida. Y descubrí a un hombre que me cayó bien. Los últimos tres años, mi madre estaba en una cama y ya no te reconocía, tenía la mirada perdida. Yo reconozco a una persona que tiene alzheimer por la calle, por esa mirada perdida. Es una muerte tan cruel... es triste la enfermedad. Por eso yo siempre digo que prefiero morirme joven.
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–Con una familia tan amplia, ¿escasearon los lujos y caprichos?
–Yo solo tengo una ventaja, soy muy creativo porque la pobreza agudiza el ingenio. Con diez hermanos siempre había que agudizar el ingenio para cogerte el último yogur. En mi casa se compraban 10 yogures, 12 litros de leche y 12 lonchas de jamón York. Si no te la tomabas el primer día, la loncha había desaparecido. Entonces, todos éramos bastante creativos para no quedarnos sin comer.
El sexto
–¿Cómo nació su agencia?
–Estuve durante tres años trabajando en una agencia, Indicativo, y después en Portavoz, además de hacer otros trabajos. Yo ya me había casado y entonces mi suegro, [Juan Valverde, fundador de Juver], me decía que me lo montara por mi cuenta, pero yo necesitaba una señal. La señal fue que me tocó la Primitiva. Un millón de pesetas.
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–¿Cuánto hay de trabajo y cuánto de talento en su éxito?
–La inspiración tiene que llegar, pero si tú no estás trabajando no te va a llegar. Tú puedes tener una buena idea, pero si no la trabajas se queda a medias. Un trabajo puede estar bien, pero tienes que conseguir la excelencia; y de un proyecto bueno a uno excelente solo hay tiempo y dedicación. Yo diría que en mi caso la creatividad puede ser un 30%, pero el trabajo es un 70%.
–¿Con qué empresa no trabajaría nunca?
–Con alguna que tuviera que ver con el terrorismo. Con Bildu no trabajaría nunca. Nunca, nunca. Yo estudiaba en el colegio Huérfanos de la Armada, en Madrid. En mi colegio había muchos huérfanos de ETA. Con asesinos nunca trabajaría. Fíjate, ¿qué culpa tenía un amigo mío de la independencia del País Vasco? Pues a su padre lo habían mandado allí y ETA había decicido que se iba a cargar un militar. Tú puedes pactar con Vox, puedes pactar con Podemos, puedes pactar con [Carles] Puigdemont o con Esquerra Republicana [de Catalunya] pero no con Bildu. Son terroristas que han estado condenados en la cárcel.
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