María del Loreto López Martínez, en la galería central del Real Casino de Murcia. Kiko Asunción / AGM
Historiadora del arte, restauradora y académica de la Real de Alfonso X el Sabio

Mª del Loreto López Martínez: «Hablo con los cuadros, yo les pregunto cosas y ellos unas veces me responden y otras no»

Estío a la murciana ·

La restauradora e historiadora del arte destaca que «mi trabajo me ha permitido disfrutar de un museo itinerante que ha pasado por mis manos»

Sábado, 2 de agosto 2025, 00:07

El cuestionario que termino de pergeñar de camino al lugar de encuentro, la terraza del Casino de Murcia, salta por los aires al poco de ... comenzar la entrevista. Con María del Loreto López Martínez (Murcia, 1957), historiadora del arte, reconocida restauradora y académica de la Real de Alfonso X el Sabio, los guiones de poco sirven porque su conversación, erudita y rica en detalles, conduce a inesperadas historias, que ella misma, entretenida divulgadora, engarza como perlas de una gargantilla: desde coleccionistas que creían tener un Goya a una pareja de policías que se presentan en su taller del murciano barrio del Carmen para resolver un robo. Por secreto (y respeto) profesional, mucho se deja la experta en el tintero. De adolescente, fue a la búsqueda del Bosco, pero descubrió a Durero. A solas y absorta, cuando trabaja sin importarle ni el tiempo ni el mundo que le rodea, habla con los cuadros, y «a veces» le cuentan cosa.

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«Aquí he pasado cinco años de mi vida», recuerda en voz alta mientras atravesamos la magnífica galería central del Real Casino de Murcia, un edificio histórico en plena Trapería que podría recorrer con los ojos cerrados, ya que participó en la restauración de su decoración interior de la mano del arquitecto Juan Carlos Cartagena.

«En el carácter, la mayoría de los murcianos son barrocos; algo recargados y exagerados»

-¿Alguna curiosidad del Casino que no todo el mundo conozca?

-La zona superior del Patio Pompeyano, por ejemplo, es un gran trampantojo. Quién lo diría.

-Más de 35 años de carrera profesional ininterrumpida dan para mucho. ¿Es de las personas que echan la vista atrás?

-Ya voy rechazando muchos encargos. Tengo la jubilación activa, y solo me dedicó a restaurar obra de taller. Además del Casino de Murcia, he participado en las rehabilitaciones del monasterio de los Jerónimos, de la iglesia de San Andrés Apóstol de Mazarrón y del templo de San Miguel de Mula. Pero ya no estoy para subirme a andamios. Esta última fue una obra faraónica; recuerdo que descubrimos un retablo que estaba oculto por capas de enlucidos. De repente se desprendió un trozo y ahí estaba [un retablo de arquitectura fingida] con sus doce metros de altura.

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-¿Suele ser habitual este tipo de hallazgos? ¿Qué se siente al destapar una obra oculta o el nombre del artista que la realizó?

-Desde luego, no ocurre todos los días. A veces, en pintura de caballete y en murales aparecen firmas. Sin embargo, en escultura resulta más difícil. Se saca al autor por ciertos indicios, como su forma de trabajar. Descubrir una pieza lleva mucha tarea, pero la emoción es tremenda. A mí me ocurrió con un cuadro de Senén Vila (1640-1707) y, recientemente, con el Nazareno de Bussy (1640-1706) de la parroquia de San Javier. También es cierto que al taller ha llegado algún cliente que creía tener un Goya o un Salzillo, que no lo era. Lo pasas mal cuando se lo tienes que explicar.

-El suyo resulta un oficio muy expuesto, porque en muchas ocasiones el resultado queda a la vista de todos y pueden llegar las críticas, a veces sin fundamento. ¿Le ha ocurrido?

-Si has hecho bien tu trabajo y lo justificas, no hay más que hablar. Me ha pasado en un par de ocasiones que quizás no tenía que haber cogido el encargo, porque las piezas se encontraban en muy mal estado. Intentamos realizar una restauración lo más purista posible y el resultado no fue el esperado por las personas que nos llevaron el trabajo. A veces es mejor rechazar el encargo y, con educación, decir aquello de 'lléveselo a otro'.

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En tragos cortos

  • Un sitio para tomar algo La terraza del Casino de Murcia.

  • Una canción 'Las aguas de marzo', de Tom Jobim.

  • Un libro para el verano Acabo de empezar 'Morir bajo tu cielo', de Juan Manuel de Prada. El tema de las Filipinas españolas me interesa.

  • ¿Qué consejo daría? Haz el bien y no mires a quien.

  • Un aroma La lavanda.

  • ¿Con quién no cenaría jamás? Con Donald Trump.

  • ¿Quién dejó de caerle mal? No soy consciente de ello.

  • ¿Les gustaría ser invisible? A veces, y creo que casi lo puedo conseguir.

  • ¿Qué le gustaría ser de mayor? Una buena abuela.

  • ¿Tiene enemigos? Posiblemente, pero eso no depende de uno.

  • ¿Qué es lo que más detesta? La mentira y la hipocresía.

  • Un baño ideal Cualquier cala entre Cartagena y Águilas.

-Tiene encomendado el cuidado de algunas de las tallas más queridas de la Semana Santa de Murcia. ¿En el caso de la obra religiosa la responsabilidad es doble?

-Desde luego, resulta una gran responsabilidad; siempre actuamos de manera respetuosa no solo con la pieza, sino también con la fe y con la devoción, conservando la imagen sin llevar a cabo una intervención museística. Por ejemplo, en el caso del Cristo del Refugio [de la procesión del Silencio] descubrimos en su restauración que el cabello de la imagen, de estopa y yeso, es un postizo muy posterior. La talla originalmente llevaba pelo natural, pero no se lo restituimos porque sus fieles probablemente no entenderían ese cambio.

-¿Le ha enseñado este oficio a mirar el arte con otros ojos?

-De alguna forma, 'destripas' las piezas, las ves de otra manera, conoces las técnicas. Cuando trabajas sobre una obra, siempre intentas conocer su historia, buscar una autoría y todo eso te va enriqueciendo, aprendes mucho. Gracias a mi trabajo he disfrutado de un museo itinerante que ha pasado por mis manos.

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-¿Qué cualidad primordial debe tener un restaurador?

-Debe ser sobre todo una persona muy paciente. La restauración no se puede afrontar de forma rápida. Es un trabajo muy reflexivo; cuando te enfrentas a una pieza, antes de tocarla tienes que conocerla, pasar horas delante de ella, intentar descifrar sus secretos para saber dónde actuar, siempre con la máximo respeto y las técnicas adecuadas

-¿Las piezas le hablan?

-Sí, y me gusta que me hablen. Yo les pregunto y ellas a veces me responden y otras no. A un cuadro le pregunto muchas cosas para obtener información, para dar con una autoría, para encuadrarlo en una época, o averiguar su procedencia. Voy mirando por delante y por detrás; el bastidor me dice bastante, en España se hacían de una forma antes del siglo XVIII y de otra a partir del XIX; también el tipo de tela, la trama del lino, porque los telares cambian en una determinada época. La verdad es que disfruto mucho con este trabajo, y me olvido del mundo.

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-La restauración es un oficio dominado por la mujer, aunque en la creación artística no ocurre lo mismo.

-Las mujeres han estado un poco proscritas en la formación artística. Hasta casi el siglo XIX no se les admitía en las escuelas oficiales de Bellas Artes, y en el caso de entrar estaban segregadas; no podían acudir a las clases de anatomía y no podían aspirar a realizar un desnudo. De todas formas, se van reivindicando nombres de mujeres artistas, como los de Lavinia Fontana y Sofonisba Anguissola. En España me llama la atención la familia de Juan de Juanes. Margarita Maçip, una de las hijas, pertenece a una saga de pintores, y ella era una magnífica pintora pero no se conoce obra suya porque nunca pudo firmar un cuadro. Desde que conocí su historia me he imaginado que se rebelaba y que nos dejada alguna señal en los cuadros para que supiéramos que era suyo.

-¿Su pintor favorito?

-Fue un enamoramiento de la infancia. Tenía 13 o 14 años cuando mi padrino, Ramón Pérez, me llevó al Prado. Por algunas láminas que había visto, yo estaba empeñada en visitar la sala del Bosco; me llamaba la atención su pintura rara. Pero, de repente, pasé por otra estancia y vi a un señor guapísimo, que me dejó 'flasheada': el autorretrato de Alberto Durero, y desde entonces es mi pintor favorito.

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-¿Y algún murciano?

-Me gustan muchos, pero si me tengo que quedar con alguno reciente sería Hernández Carpe [es patrona de la fundación que vela por la obra de este artista]. También me gusta Ramón Gaya como teórico del arte, y me choca la obra de Luis Garay, poco reconocido en Murcia.

«Me sorprende que al taller llegue gente joven que quiere deshacerse de una colección heredada de su familia»

-¿Si tuviera que definir el carácter murciano con algún movimiento artístico, cuál sería?

-En Murcia estamos enamorados del Barroco, y va con nuestro carácter. La mayoría de los murcianos son algo recargados y exagerados. A mí me gusta más el Renacimiento.

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-¿Sigue el arte contemporáneo?

-Cuando acabé la carrera de Historia del Arte, empecé a colaborar con una galería y con 24 años, siendo una pipiola, me mandaron a Madrid a la Feria Arco. Allí me di cuenta de que el arte contemporáneo no era lo mío y que no servía como comerciante. Me parece a veces repetitivo y poco original, aunque ahora pienso que se vuelve a valorar un poco más la técnica. No obstante, hay creadores actuales que me interesan, como la obra del murciano Ángel Haro.

-¿Velamos en la Región por la correcta conservación de nuestro patrimonio cultural?

-Desde luego, estamos más concienciados con la conservación y a nivel público se acometen más proyectos de restauración. Otra cosa es la protección de nuestro patrimonio histórico, que se debía haber realizado de una forma más práctica. Aquí declaramos un BIC [bien de interés cultural] y ahí se queda, y que sus propietarios se las arreglen para mantenerlo. Y lo que ocurre es que al final se acaba cayendo. Sucede con el conjunto de ermitas de San Ginés de la Jara; duele ver su lamentable deterioro. Faltan ayudas destinadas a conservación y restauración.

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-¿Somos sensibles los murcianos con el arte?

-A las nuevas generaciones, a los jóvenes, parece que les interesa menos el arte en sus casas. Me sorprende la gente que pasa por mi taller diciendo que han heredado una colección de pintura de su familia pero que no la quieren, y preguntan cómo pueden deshacerse de ella. En las viviendas modernas ya sabemos lo que hay: el minimalismo, las paredes blancas, solo algún detallito, pero eso de tener cuadros... A mi generación nos parecía que era algo que te daba cierto nivel, o simplemente la satisfacción, que te agradan y que significan algo para ti.

-¿Si tuviera que recomendar a algún visitante una obra de arte de la Región de Murcia?

-Soy más de llevar a la gente a ver la naturaleza murciana. Disfrutamos en nuestra geografía de parajes únicos, como los barrancos de Gebas o el Valle de Ricote.

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