Goyo Castellanos muestra la paella que ha preparado en la cocina de su casa de Murcia. Enrique Martínez Bueso
Cirujano y profesor emérito de la Universidad de Murcia (UMU)

Goyo Castellanos: «El futuro es una utopía, hay que vivir aprovechando cada décima de segundo»

Estío a la murciana ·

«Sé siempre lo que le gusta al amigo que pone el barco. ¿Que le gustan los mejillones?, pues ya sé yo donde tengo que ir a comprarlos para que estén bien buenos»

Domingo, 21 de julio 2024, 07:44

Sus amigos celebran por todo lo alto cada oportunidad de ir a comer a su casa. Nacido en Tortosa en 1950, su expediente académico es ... brillante. Jefe de sección, hasta su jubilación en 2020, del Servicio de Cirugía General y Aparato Digestivo del Hospital Virgen de la Arrixaca, actualmente es profesor emérito de la UMU y continúa activo en el campo de la investigación.

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-¿Qué le contó a usted su padre de su participación en la Guerra Civil como médico en el frente nacional?

-La impotencia que había sentido por no haber podido ser más útil salvando vidas, ya que los medios disponibles eran casi nulos. Se quedó muy tocado interiormente. Lo contaba con tristeza: vio morir a muchísima gente, a muchos soldados hubo que practicarles amputaciones, las heridas eran terribles... Era un joven médico que empezaba, aquella experiencia le curtió mucho y tuvo un efecto sobre él que duró toda su vida: se entregó en cuerpo y alma a sus pacientes.

-¿Y qué carácter tenía?

-Muy jovial, muy cercano al enfermo. Yo lo acompañé muchas veces en sus visitas, desde muy niño, y vi con qué atención y humanidad trataba a los pacientes.

-¿Qué ideología tuvo?

-Liberal conservador; procedía de una familia humilde de campesinos. Estudió Medicina con muchísimo esfuerzo, fue un hombre admirable.

-La casa.

-Mi padre se pudo entregar en cuerpo y alma a su vocación porque tenía detrás a mi madre, que desempeñó un rol fundamental en la familia. En mi casa vivíamos mis padres, mis hermanos y yo, y cuatro personas más: tres tías de mi madre sin hijos, cuyos maridos habían muerto en la guerra, y mi abuela, la esposa de mi abuelo médico, al que también habían matado; al grito de '¡vamos a por el médico!' lo cogieron, se lo llevaron y lo asesinaron. Mi abuelo también era liberal conservador. Las cuatro se presentaron en casa en el año 38 o 39, y hasta que fallecieron, de muy viejecitas todas, estuvieron viviendo allí. Yo llamaba a mi casa el centro de juventudes [ríe]. Recuerdo que mi madre tuvo que encargar una mesa de camilla gigante... En casa se hacía lo que disponía mi madre, mi padre decía que su palabra era la ley.

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-Los hermanos.

-Yo soy el mayor, me sigue Carlos, que es economista, y a él Inmaculada, también economista. Las tías de mi madre se convirtieron en madrinas protectoras de cada uno de los tres hermanos, y se volcaban en cuidarnos y mimarnos; creo que hasta competían, cariñosamente, por ver cuál de ellas era la mejor madrina [ríe].

En tragos cortos

  • Un sitio para tomar una cerveza El Café Bar, en Murcia

  • Una canción 'Y sin embargo', de Joaquín Sabina

  • Un libro para el verano Cualquiera de Santiago Posteguillo; 'Africanus', por ejemplo

  • ¿Qué consejo daría? Aplica el sentido común

  • Un aroma El de los melocotones de mi infancia, que inundaba toda la casa

  • ¿Le gustaría ser invisible? No

  • ¿Tiene enmigos? No creo haber dado motivos

  • ¿Con quién no cenaría jamás? No me gustaría cenar con alguien que no fuese franco

  • Un viaje pendiente Jordania

  • Un epitafio «Me gustaría volver a ser el que he sido siempre»

  • Una película 'La sociedad de la nieve' (2023), de J. A. Bayona

-La vocación.

-Siempre quise ser médico, como mi padre y como mi abuelo. Mi padre siempre se jactaba de que iba a tener un hijo médico. Él fue mi primer maestro. Yo era muy feliz yendo a su lado y poniendo atención en todo lo que hacía.

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-El aprendizaje.

-Uno de los fundamentales se lo debo a mi madre, que fue siempre una gran luchadora: si surgía un problema, rápidamente se ponía a buscar soluciones; y no sólo encontraba una, sino casi siempre varias. No la recuerdo quejándose y su capacidad de organización era envidiable. También me enseñó que a la vida hay que echarle coraje.

-La llegada a Murcia.

-Llegué a Murcia el 2 de octubre de 1975, para formar parte del equipo de Pascual Parrilla, y hasta ahora. El primer sitio donde me alojé fue en el hotel Fontoria, en la calle Madre de Dios, y desde entonces me dediqué a cumplir mi sueño de ser cirujano universitario: que asiste, imparte docencia e investiga; y he sido muy feliz haciendo las tres cosas. En Murcia me casé y tuve a mis dos hijas, arquitectas ambas.

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-¿No se plantearon seguir sus pasos?

-Creo que hubo un día crucial en el que decidieron que nunca serían médicos. A mí me gustaba subir un rato los sábados y los domingos, incluso los festivos, al hospital a ver a mis pacientes, porque notaba que eso les animaba, les tranquilizaba y te lo agradecían mucho. Un domingo se empeñaron en acompañarme, y dio la casualidad de que, cuando estábamos entrando por la puerta de Urgencias, nos tocó ver ingresar a toda velocidad a un politraumatizado de tráfico con sangre por todos lados y todo lo que se montó alrededor; la imagen resultó impactante para ellas. Después de la visita a mis enfermos teníamos previsto irnos a desayunar unos cruasanes que les encantaban, pero me dijeron que se les había pasado las ganas de los cruasanes y, pensé yo, también de seguir mis pasos.

-¿Qué les inculcó?

-Tenéis que ser buena gente, eso es lo primero, eso es lo más importante. Y eso implica respetar a la gente, saber comportarse, no tener que ponerte colorado porque faltas a la verdad o no eres honrado, honesto y servicial. Cuando eran pequeñas, yo todas las tardes iba a recogerlas al colegio, nos íbamos a merendar y después, cogidos de la mano, volvíamos a casa. También les inculqué que en la vida hay que ser ordenado, que en todo hay que llevar un orden y que para todo hay un tiempo.

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-¿Qué no conoce?

-No sé lo que es el aburrimiento, a mí el día se me queda siempre muy corto.

-¿Y qué no deja de hacer?

-Autocrítica. Me gusta reflexionar, en primer lugar, sobre las cosas que me doy cuenta que he hecho mal. Busco las explicaciones a todo, no me gusta dar nada por hecho sin más.

-¿De qué no guarda un buen recuerdo?

-Estuve en un internado católico, de los escolapios, durante unos años. Cierto que conocí allí lo que era la disciplina, pero no veo nada de positivo en aprender disciplina a base de reproches y de palos.

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-¿Qué le divierte?

-Por ejemplo, las películas del Oeste, me gusta mucho el western. Me encantan las películas de directores como John Ford, Sergio Leone, Clint Eastwood...; me entretengo mucho con grandes títulos como 'El hombre que mató a Liberty Valance' [(John Ford, 1962)].

-¿Cocina?

-Me encanta la cocina, tenga en cuenta que tanto mi madre como sus tres tías como la abuela eran todas grandes cocineras, de las que conservo, como un tesoro, recetas. Yo me metía en la cocina para ver cómo preparaban las comidas. Mi madre era también una gran repostera. Yo me hago la comida casi todos los días, y me gusta probar con las recetas que me pasan grandes amigos que son también muy buenos cocineros, aunque no son profesionales. Mi arroz al horno triunfa cuando vienes amigos a comer a casa, por supuesto hecho en cazuela de barro. También hago muy bien los asados, de pollo, de paletillas de cabrito... a los que les doy un toque muy, muy especial [sonríe].

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-¿En qué consiste?

-En su chorro de un excelente coñac, hablo de un coñac de primera calidad. Hay amigos que me dicen que eso es una barbaridad, que cómo puedo echarle al pollo un coñac de tanta categoría, pero luego bien que se comen el asado y que me dicen que cuándo repetimos.

-El alcohol.

-Apenas lo pruebo; si acaso, y de vez en cuando, una copa de cava comiendo; y, mientras preparo alguna comida especial, así en plan más tranquilo, me puedo tomar un buen vermut Izaguirre con hielo, que está espectacular. Yo no me he emborrachado en la vida.

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-¿Qué hace?

-La compra. Todos los sábados me acerco al mercado de Saavedra Fajardo, y allí ya sé a quiénes comprarles cada cosa que necesito. Hago la compra para toda la semana.

-¿Se tiene usted algún alimento prohibido?

-Yo creo que debería estar prohibido prohibir. Todo se puede tomar con la adecuada prudencia, sin exceso, de forma ordenada, evitando por supuesto las cosas que no te sienten bien y no acostándote antes de tener ya más que hecha la digestión. Mire, respirar no engorda, eso está claro. En cuanto a todo lo demás, comamos teniendo en cuenta lo que después vamos a quemar, porque de lo contrario lo que pasará es que engordaremos.

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-¿Qué hará este verano?

-Tengo una casita en Campoamor, y la de mi pareja está en Islas Menores, así que vamos alternando. Y a finales de agosto haremos una escapada a la Selva Negra.

-¿Barco tenemos?

-Tengo amigos con barco [ríe]. Que me invitan a dar una vuelta en su barco, pues ya sé yo que tengo que ir a comprar mis huevas y mis mojamas y mis almendras y tal. Nunca voy con las manos vacías, jamás debes hacerlo cuando vas de invitado. Además, sé siempre lo que le gusta al amigo que pone el barco; que le gustan los mejillones, pues ya sé yo donde tengo que ir a comprarlos para que estén bien buenos.

-¿A qué lugar le gusta volver?

-A París, he viajado allí muchas veces con un antiguo alumno mío, ahora un extraordinario docente e investigador, Salvador Martínez, que organiza todos los años un curso excelente en La Sorbona en septiembre-octubre. Salvador es una persona excepcional y muy brillante, como también otro discípulo mío, Damián García Olmo, con él sigo teniendo proyectos de investigación de terapia celular. Cuando estamos en París, por la mañana asistimos al curso, que siempre es un éxito, y por la tardes disfrutamos de París, sin que falte la ocasión de comer unas buenas ostras.

-¿Sus tres grandes consejos?

-El hábito de no fumar, y también de no vapear, que también es adictivo; el hábito de comer lo más saludable y variado posible, y el hábito de hacer ejercicio. Los tres se resumen en uno: aplicar el sentido común.

-¿Piensa en el mañana?

-Pienso en la décima de segundo, no en mañana, ni en esta tarde, en la décima se segundo. Yo he vivido 45 años de mi vida con la muerte al lado, y he visto cómo en una décima de segundo todo se acaba. El futuro es una utopía, hay que vivir aprovechando cada décima de segundo.

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-¿Políticamente?

-Liberal conservador.

-Como su padre y su abuelo.

-Sí, pero a veces he votado a otras opciones políticas. Tengo por costumbre dejar de votar al partido que me engañe, al que no cumple con los prometido. No aguanto que me engañen.

-¿Taurino?

-Sí, este año iré a ver a Alejandro Talavante y a Roca Rey en la feria de Murcia.

-¿Orgulloso de qué está?

-Pues, por ejemplo, de haber montado la unidad de cirugías complejas, de heridas complejas de partes blandas. Veíamos anualmente entre cuatro y cinco mil pacientes. Está funcionando muy bien.

-¿Qué le da buen rollo?

-Desde mi despacho veo todos los días el mural de Carlos Alcaraz en El Palmar.

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