Salvi Vivancos: «Soy un mar de dudas, y cada vez más; a los quince años lo tenía todo mucho más claro»
Estío a la murciana ·
El artista audiovisual expone la muestra 'Mar Menor. Imágenes familiares. Espacios comunes' en Cartagena hasta el 15 de agosto«Hay que saber colgar nuestro viejo cuerpo de un clavo», escribe en 'Tientos de erótica celeste' José Val del Omar, fascinado por el cine ... el más joven de la Generación del 27. El artista es uno de los referentes de Salvi Vivancos, de quien hasta el 15 de agosto puede verse, en la sala de exposiciones temporales del Arqua (Museo Nacional de Arqueología Subacuática), en Cartagena, la muestra titulada 'Mar Menor. Imágenes familiares. Espacios comunes', construida con «películas familiares de 8mm y Super 8 filmadas de los años 50 a los 90 en el entorno del Mar Menor». Imágenes y sonidos de la «memoria colectiva provenientes de un lugar común se combinan para generar las más variadas e infinitas interpretaciones, desde lo colectivo a lo personal y de lo universal a lo local». Vivancos (Alicante, 1977), afincado desde la infancia en San Javier, es artista audiovisual, está casado y es padre de Alberto (18 años) y Álvaro (16 años). Soñó con ser una figura del baloncesto, pero no todos los sueños se cumplen. Roza los dos metros de altura. A veces parece inmerso en un bosque de nubes.
Publicidad
–¿Qué le cuesta trabajo?
–Concretar. Lo mío no es la concreción, ni el sí y el no rotundos.
–¿Qué hizo un verano?
–Tendría cuatro año y me lo pasé disfrazado de hombre araña; tengo una foto que lo recuerda... ¡Menuda lucha la de mi madre durante todo agosto para que me quitara el disfraz!
–¿Quería llamar la atención?
–No lo sé; quizá esconderme.
–¿Qué le caracteriza?
–Le doy un millón de vueltas a las cosas; pero una vez que sucede lo que tenga que suceder, lo digiero rápido.
«Empecé en el mundo del baloncesto con 13 años y pensé que llegaría a ser un jugador de éxito. Me generé muchas expectativas»
–¿Usted qué no entiende?
–Que alguien haga daño intencionadamente.
–¿Qué responsabilidad asumió pronto?
–Fui un padre joven. Me casé con 22 años, ¡creo que la mía fue la primera boda a la que fui, que yo recuerde! A los 25 años tuve a mi primer hijo, y pensé: 'Uy, con todo lo que tengo yo pendiente...'. Pero a los diez segundos le di la vuelta y me dije: 'Cuando tenga 40, retomo lo pendiente y ya está'. El verme con un hijo tan joven, quizá por esa inocencia de la juventud, me pareció algo de lo más natural, que había sucedido y a lo que había que adaptarse.
Publicidad
–¿Qué decisión tomó?
–Silvia [su mujer] es enfermera, tiene un trabajo estable, seguro; yo soy artista, tengo un trabajo inestable, inseguro. Así que decidimos que yo me quedaba en casa, cuidando de nuestro hijo y estando con él todo el tiempo posible. ¿Para qué voy a estar por ahí currando en trabajos que no me gusten?
–¿De qué se dio cuenta?
–Como pasaba mucho tiempo con ellos, hubo un momento en el que convertí a mis hijos en proyectos fotográficos. Pero me di cuenta de que ese no era el camino y se acabó el torturarlos haciéndoles fotos [ríe].
Publicidad
–¿Cómo son ahora?
–Son adolescentes, son tremendos, pero lo llevo bien. Además, tengo claro que lo que yo les pueda decir a mis hijos que hagan no tiene por qué ser lo más acertado. Temo decirles algo, como una verdad absoluta, y que se lo vayan a creer. Yo no tengo la verdad absoluta en nada.
–¿Es amigo de sus hijos?
–Tengo una buena relación como padre, fluida, y procuro seguir haciendo cosas con ellos porque así ha sido siempre, pero sin forzarlos. Nos han dicho más de una vez que parecemos hermanos [ríe]. Promuevo que sean independientes. Ellos tienen que llevar su vida y yo la mía, pero aprovecho cada uno de los momentos en los que estamos juntos. Intento no agobiarlos, pero, siempre con tacto y no siendo invasivo, me gusta estar con ellos.
Publicidad
–¿Qué niño fue usted?
–Un niño muy alto, altísimo. No parecía tan crío y eso me hacía mostrarme menos crío de lo que era, comportarme de acuerdo a lo que se esperaba de mí por mi aspecto físico. Pensaban que era mayor, y yo intentaba comportarme como si lo fuese.
–¿Qué más era?
–Bastante sensible, formal, obediente y responsable; y sigo siendo así, aunque me gustaría no serlo tanto. Mantengo las formas, pero tengo mi punto de rebeldía, eso sí muy sutil.
–¿Qué quería ser?
Publicidad
–Empecé en el mundo del baloncesto con 13 años, y pensé que llegaría a ser un jugador de éxito. Destaqué deportivamente muy pronto, y creo que eso, de alguna forma, me hizo relajarme. Yo mismo me generé muchas expectativas, porque con cierta soberbia me lo fui creyendo, pero llegó un momento en el que los demás evolucionaban y yo no. Las circunstancias me llevaron a abandonar el baloncesto antes de lo previsto. Las cosas no fueron como me las había imaginado, pero no busco culpables externos; se dieron una serie de circunstancias y yo no las supe manejar para conseguir mi objetivo. Diez años después de empezar, dejé el baloncesto.
En tragos cortos
-
Un sitio para tomar una cerveza. Recuerdo las cañas en el 'Arquitrabe', en La Manga.
-
Una canción. 'Empuja el cielo lejos', de Nick Cave.
-
Un libro para el verano. 'Frankenstein', de Mary Shelley.
-
¿Qué consejo daría? Hay que ser precavidos.
-
¿Le gustaría ser invisible? No.
-
Su héroe o heroína de ficción. [...].
-
Un epitafio. «Sin fin»
-
¿Qué le gustaría ser de mayor? Feliz.
-
¿Tiene enemigos? No soy consciente de tenerlos.
-
Lo que más detesta. La intolerancia.
-
Un baño ideal. En la naturaleza.
Inglaterra
–¿Y qué hizo entonces?
–Mi chica se iba a Inglaterra a buscar trabajo y me dije que era el momento de cambiar de aires. Allí me puse a estudiar fotografía, cerca de Brighton, donde vivíamos. Y trabajé como auxiliar de clínica en un geriátrico; los ancianos me contaban sus historias, todavía quedaban superviviente de todos los hechos históricos que podríamos recordar ahora. A los dos años regresamos a España.
Noticia Patrocinada
–¿Qué no hace?
–Ni trampas, ni pisar a nadie.
–¿Ahora a qué se dedica como artista audiovisual?
–Trabajo con archivos de cine doméstico, con películas familiares, imágenes de otros...; me dedico a recuperar memoria, hago que no se pierda cierta memoria de lo que en determinados momentos de su vida alguien decidió capturar con una cámara.
–¿Qué le caracteriza?
–No le digo a nadie lo que tiene que hacer.
–¿Somos acaso los reyes de la Creación?
–No lo creo.
–¿Está orgulloso de nuestra especie?
–No se puede estar orgulloso de nuestra especie, ni ahora mismo, ni creo que nunca haya habido motivos para estarlo. Me refiero a nuestra especie en general, porque hay personas y situaciones específicas que te pueden llenar de orgullo; personas y situaciones con las que te encuentras en el día a día, no hace falta acudir a los libros de Historia. Tampoco yo estoy especialmente orgulloso de mí mismo.
Publicidad
–¿Qué hacemos mal?
–Dejarnos llevar por la inercia, por la corriente, sin plantearnos siquiera otras opciones. Tampoco solemos plantearnos las consecuencias de nuestros actos.
–¿Qué ha temido durante todos estos últimos meses?
–Tenía temor a que todos nos volviésemos todavía más desconfiados unos de otros. Salías del coche, se te había olvidado ponerte la mascarilla y te encontrabas de pronto con una mirada asesina. Se multiplicaban los gestos que te hacían pensar que íbamos a terminar todos controlándonos y delatándonos. Antes, por ejemplo, en los sitios pequeños sabías que si tu hijo pequeño salía solo de casa y tenía un problema, alguien te lo iba a traer; ahora sabes que nadie va a venir a traértelo porque estamos todos girados de cara a la tele, nos hemos levantado un muro que no nos deja ver la calle y se vive hacia adentro.
Publicidad
–¿Hay un Más Allá?
–Creo que no.
–¿Y un Dios creador?
–No.
–¿Dónde encuentra consuelo?
–Encuentro consuelo en mi familia, y si hay que recurrir a la ayuda externa, por ejemplo a profesionales, ¿por qué no hacerlo? Recientemente, a raíz de las crisis de los 40, he contactado con un psicólogo.
–¿Se le ha pasado ya?
–Estoy en ella [sonríe].
«Salías del coche, se te había olvidado ponerte la mascarilla, y te encontrabas de pronto con una mirada asesina»
–¿En qué punto?
–En ese punto intermedio en el que puedes mirar en dos direcciones, hacia atrás y hacia delante, y empiezas a analizar tu vida hasta ahora y a intentar reforzarte para la bajada que viene.
Publicidad
–¿Qué son los recuerdos?
–Los recuerdos no dejan de ser recuerdos de recuerdos recordados.
–¿Volvería a empezar?
–No, qué va.
–¿Qué no ha sido nunca.
–Ligón.
–¿Y qué no ha experimentado?
–Las drogas.
–¿A veces qué?
–Me gustaría perder el control, pero no lo logro [ríe].
–Dígame una imagen suya vinculada al Mar Menor que guarde en su memoria.
–Estoy con una anguila en la mano, que no puedo manejar porque se resbala.
–¿Sigue haciendo deporte?
–No competitivo, sí por salud. Hago sobre todo ejercicios aeróbicos.
–¿Qué reconoce?
–Nunca he sido muy impresionable, ni muy apasionado.
–¿Qué ciudad le encanta?
–Vuelvo con gusto a Oporto, siempre me compensa ir.
–¿De qué huye?
–De la mirada general.
–¿Y de qué se ha dado cuenta?
–No se pueden cambiar las cosas a mi gusto.
–¿La vida qué es?
–Algo que nos ha tocado. Aquí estamos.
–En eso de que «aquí estamos» le tengo que dar la razón. ¿Qué tiene usted a favor?
Publicidad
–Lo bueno es que tengo una capacidad de adaptación importante. No soy vivaz, sé que no soy capaz de transmitir entusiasmo, al menos el que yo pueda sentir... Soy todo dudas, un mar de dudas, y cada vez más. Alguien me dijo que debería tener las cosas más claras porque ya no somos niños de quince años, y yo le dije que cuando tenía quince años lo tenía todo más claro que ahora.
Prueba LA VERDAD+: Un mes gratis
¿Ya eres suscriptor? Inicia sesión