Andrea Carrión: «¡Tengo bastantes cicatrices de amor! No sé cómo sonará... Me he metido de lleno en cada vivencia»
Estío a la murciana ·
«Yo he sido una 'pruebalotodo', me aburría muy fácilmente, y llegó la danza», confiesa la bailarina y coreógrafaGanar el premio Alfonso X de la cultura de la Región de Murcia y su beca de mecenazgo abrió a la bailarina y coreógrafa murciana ... Andrea Carrión un sinfín de oportunidades. «Estoy contentísima», dice esta mujer de 26 años con fuerza nuclear, y una fortaleza mental y física que entrena cada día. La prueba son las cicatrices que hay en su cuerpo, todas con historia. Lo que más valora de los premios, pues también este año ha sido reconocida en WE:NOW, Festival de Jóvenes Artistas y Creadores en Madrid por su pieza 'Más allá de la muerte' en la categoría de Artes Escénicas, es la motivación. «Lo importante es que significa que lo que haces se ve, y esto es buenísimo porque tengo muchísimas más cosas que decir». En esta entrevista, entre el piar de seres alados y el repiqueteo de las campanas conventuales de Alfonso X, cuenta a LA VERDAD algunas de ellas. La fotografía, siguiendo su deseo, fue tomada en el desierto de Mahoya, en Abanilla, donde uno se siente como en Oriente.
«¡En mi cabeza mi vida ya es de película, y con el tiempo lo será más. ¡Pero de fantasía y ciencia ficción»
-¿Hace 10 años pensó que tendría una década prodigiosa?
-No, y voy a ser sincera con eso. Yo no bailo desde que era pequeña. A los 16 descubro la danza, cuando decido prepararme para entrar en el Conservatorio en una academia. Yo quería ser veterinaria, porque me gustaban la naturaleza y los animales. Aunque nadie podía decir de niña que estaba hecha para bailar.
-¿Primer contacto con la danza?
-Fue en mi pueblo, en La Alberca (Murcia). Yo nunca había utilizado el cuerpo para expresarme, aunque había hecho mucho deporte. Fue un boom tan gordo, tanto que decidí meterme al Conservatorio. Yo quiero ser sincera, porque he tenido mucha inseguridad durante el proceso. Si iba a poder dedicarme a esto, si iba a saber hacerlo bien, si tal, si cual...
-¿Esa inseguridad solo afloraba con la danza o en otros ámbitos?
-He aprendido a conocer y a pulir. Y a usar también. Eso es rigor, es disciplina, es también claridad y foco sobre algo que quieres. Y es positivo. He aprendido a pulir cómo me trato por dentro. Porque también puede ser un cuchillo muy grande para ti y para tu trabajo. Porque cuando te presionas tantísimo no dejas salir quién eres, siendo eso lo valioso en el arte. Pulir para no cortarte las alas. [resopla, las manos en la cabeza].
-¿Y cómo se ve de aquí a una década? El tiempo corre que vuela.
-Con 36 años yo me veo con una solidez en cuanto a una trayectoria por haber producido una serie de piezas con un lenguaje propio. Me veo con una compañía. Y me veo con una trayectoria de enseñanza considerable después de unos años experimentando cómo transmito y cómo puedo hacer llegar de manera genuina lo que he aprendido y lo que me gustaría aportar a los demás. Y voy a mojarme más: me gustaría tener un centro, una escuela, donde eso se pudiera desarrollar como algo grande y como una enseñanza regular, de larga duración.
-Tiene ganas de compartir...
-Tengo muchísimas ganas de compartir, no solo en escena, a través de un planteamiento artístico concreto sobre una temática, sino en un aula, en un sitio donde la gente pueda adquirir esa experiencia física de manera amplia y para sí misma.
-¿Puede, por ejemplo, la experiencia amorosa desbaratar sus planes? ¿Qué margen deja para que lo imprevisto los modifique?
-Es que no me planteo otra cosa que se cruce en mi vida y que yo decida coger de manera íntegra y que no permita que eso se siga desarrollando. Porque sería incongruente. Cuando yo pienso en compartir la vida con alguien, no se me ocurre que esa persona no tenga un respeto máximo hacia lo que yo hago, porque siente y sabe que está relacionado con lo que yo quiero y lo que yo soy. Si no fuera así no entra en mi idea del amor que quiero en mi vida.
-Hasta ahora solo ha hecho piezas solistas, pero del 8 al 4 de octubre presentará un dúo en el festival Estrenarte en el teatro de la ESAD. ¿Qué siente cuando conecta con otros en el camino con su misma sensibilidad?
-Es un chute de fe impresionante. Y ya no es solo por actuar en Madrid o porque te premien, es que la vivencia internamente es valiosa, y cuando llega alguien que lo reconoce está muy bien, pero me quedo con vivir el valor humano y artístico de cada experiencia.
«Cuando era pequeña era muy tímida, me escondía detrás de mi madre porque me daba mucha vergüenza hablar con la gente. Pero ahora no. Disfruto hablando con la gente, y me encanta cuando alguien tiene humor absurdo, o una salida ingeniosa»
-¿Es consciente de que su trabajo puede herir al espectador?
-Es una experiencia que cada vez la vivo más. La primera vez que actué con un público considerable delante de mí fue en un concurso en el Auditorio Víctor Villegas. En Madrid sentí muchísimo al público que me miraba, una gran conexión. Los silencios que hacían, las respiraciones, los suspiros... no creo que sea consciente de la magnitud que genera mi trabajo, estoy ampliando esa capacidad con directos en escena.
-¿Qué cara le gusta mostrar en sus redes sociales?
-Hago mis reflexiones a veces y las cuelgo en Instagram. Nunca he recibido reacciones dañinas, pero pongo mis límites, no me gusta airear detalles de mi vida privada. Instagram lo utilizo de manera reflexiva y artística, pero me reservo ciertas opiniones, como mis orientaciones políticas.
En tragos cortos
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Un sitio para tomar una cerveza El chiringuito de El Valle.
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Una canción 'Crazy', de Kelly Rowland.
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Un libro para el verano 'La sombra del viento', de Carlos Ruiz Zafón.
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¿Qué consejo daría? Céntrate en lo que quieras.
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¿Cuál es su copa preferida? El Baileys.
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Un héroe o heroína de ficción Ash Ketchum de 'Pokémon'.
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Un epitafio Seguiré creando en el más allá.
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¿Qué le gustaría ser de mayor? Monje tibetano.
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¿Tiene enemigos? No, mi peor enemigo soy yo.
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¿Qué es lo que más detesta? La hipocresía.
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Un baño ideal En el arrozal ecológico del Deltebre (Tarragona).
-¿Le ha resultado difícil que los programadores de espacios escénicos pongan el foco en usted?
-Sí, es difícil, y detecto que hay falta de información sobre las posibilidades que hay. Yo ya me di cuenta estando en el Conservatorio. Yo me di cuenta de que había una falta de información sobre la realidad laboral y legislativa de la profesión, ¿sabes? Entonces, hostias, da igual cuánto de bien bailes si no sabes dónde bailar.
-¿Para qué ha tenido suerte?
-Para encontrarme con personas que me han ayudado a aclararme, como me ha pasado con la Compañía Ferroviaria, con los que he trabajado todo este año. Pero me he encontrado con gente extraordinaria en mi vida, como las profesoras Georgina Cayuela y Tania Herrero, de la academia de danza Camargo, y una profesora del Conservatorio, Isabel Lavella, que ha sido muy significativa. También Cristina Groetsch, que tiene una academia en la Gran Vía de Murcia, y Paco Maciá, director de la Ferroviaria, que está siendo un apoyo impresionante. Después de ganar el Creamurcia de Artes Escénicas 2021 con 'Más allá de la muerte', lo presenté en Barcelona y quería revisarlo un poco, y ese proceso lo hizo con él. También estuve en una producción que se vio en el Párraga, 'No name', que dirigía él, y a raíz de eso hemos hecho el solo que estreno en el Teatro Circo en enero de 2024, una coproducción con su compañía que se titula 'Wanting', gerundio de querer.
-¿Qué está haciendo este verano?
-Fui en julio a Deltebre Dansa (Festival Internacional de Artes Performativas), dos semanas. Pensé que me vendría bien formarme en otro entorno. Pero en agosto me toca estar ensayando, porque a partir de septiembre tengo mucho curro. Y quiero llegar bien.
-¿Qué deportes practica?
-Tenis, atletismo, hípica, natación... era una 'pruebalotodo', me aburría muy fácilmente de las cosas, hasta que llegó la danza. Fútbol también, de portera. Y ahora mismo voy al gimnasio y cuatro días a la semana entreno fuerza, también tengo entrenamiento de movilidad, además de las prácticas de danza. Porque tengo un estilo en danza que me gusta trabajar más el suelo y un poco lo acrobático, y eso es el grueso de mi entrenamiento. Tengo un entrenador. No es deporte como tal.
-¿Es ordenada o un desastre?
-Me supone un esfuerzo ser ordenada. Lo que sí soy es muy intensa. El propio proceso de hacer una pieza es un acto de orden.
-¿Le gusta conocer a gente?
-Cuando era pequeña era muy tímida, me escondía detrás de mi madre porque me daba mucha vergüenza hablar con la gente. Pero ahora no. Disfruto hablando con la gente, y me encanta cuando alguien tiene humor absurdo, o una salida ingeniosa. Me hace mucha gracia lo simple, el humor más inocente.
-¿Qué es lo que más le engancha?
-Cuando alguien es honesto y muy vulnerable. Este verano vi actuar a Rakesh Sukesh en Deltebre, y fue impresionante, tiene honestidad enseñando. También Horacio Macuacua, lo mismo, sigue esa línea. He visto a actuar a Antes Collado, que tiene un imaginario que hace mucho 'match' con el mío.
-¿Con qué no se ha atrevido aún?
-A hacer composiciones grupales, dirigir a personas. Y tampoco a meterme en una pieza de larga duración, como esas performances de Jan Fabre que duraban un día. También me encantaría hacer un viaje de larga duración para investigar una cultura diferente, y tener esa vivencia de cosas que no tienen nada que ver conmigo.
«Me di cuenta de que había una falta de información sobre la realidad laboral y legislativa de la profesión, ¿sabes? Entonces, hostias, da igual cuánto de bien bailes si no sabes dónde bailar»
-¿Cuáles son sus cicatrices?
-En las manos tengo ampollitas de agarrar el hierro, de coger peso. Y esto ya es útil. Igual que las durezas que tengo en el pie, también muy útiles. Es por algo que estoy probando ahora con cuerdas. Tengo también una cicatriz de una hernia abdominal de unas cosas que estuve haciendo con carga en circo. Y no me ha vuelto a pasar. Y las cicatrices invisibles... ¡tengo bastantes cicatrices de amor! No sé cómo sonará esto... Me he metido de lleno en cada vivencia. Son marcas, señales que me ayudan a reconstruirme. Y todas esas cicatrices vienen de la infancia, de una primera cicatriz, la primordial, que crea un círculo de resonancia con las que vas a tener, que fue la relación con mi padre. Hoy puedo decir que disfruto de una relación con mi padre que está fuera de la herida.
-¿Eso lo ha trasladado a la danza?
-Sí hubo dos composiciones basadas en ese sentimiento de vacío y de dolor. 'Más allá de la muerte' está basada en cuatro muertes de familiares míos en menos de dos meses. No sé hacer nada que no se base en hechos reales.
-¿Cree que con el tiempo su vida será de película o ya lo es?
-En mi cabeza ya es de película, y con el tiempo lo será más. ¡Pero de fantasía y ciencia ficción!
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