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Francisca Moya del Baño, en el jardín de su casa de La Zenia. Vicente Vicens / AGM

Francisca Moya del Baño: «¿Hacemos una apuesta a ver quién corre más?»

«Me encanta ese verso de Juan Ramón Jiménez que dice: 'Yo me iré y se quedarán los pájaros cantando'», comenta la catedrática jubilada de la UMU

Viernes, 17 de agosto 2018, 00:38

La entrevista es en su jardín de su casa de verano en La Zenia, bajo la sombra de unos pinos imponentes y la música de un ejército pacífico de pájaros que parecen como de la familia. Francisca Moya del Baño (Cieza, 1942), catedrática jubilada de Filología Latina de la Universidad de Murcia (UMU), madre de tres hijos y abuela de otros tres, los mira y sonríe. «Me encanta ese verso de Juan Ramón Jiménez que dice: 'Yo me iré y se quedarán los pájaros cantando'», recita. Su traducción de las 'Heroidas' de Ovidio es ya un clásico.

Doce tragos

  • 1. ¿Un sitio para tomar una cerveza? Demorales. En Murcia.

  • 2. ¿Una canción? 'Baila conmigo hasta el fin del amor', de Leonard Cohen.

  • 3. Un libro para el verano. 'Antígona', de Sófocles.

  • 4. ¿Qué consejo daría? Ninguno, los doy y no me hacen caso.

  • 5. ¿Cuál es su copa preferida? Cerveza.

  • 6. ¿Le gustaría ser invisible? No.

  • 7. ¿Un héroe o heroína de ficción? Medea.

  • 8. Un epitafio. «Conócete a ti mismo».

  • 9. ¿Qué le gustaría ser de mayor? Mejor persona.

  • 10. ¿Tiene enemigos? No.

  • 11. ¿Lo que más detesta? La mentira.

  • 12. ¿Un baño ideal? En mi piscina.

[Estamos a punto de comenzar la entrevista. Ella se persigna]

-¡En el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo!

-¿Por qué se persigna?

-Para hacer la entrevista, yo soy beata de toda la vida [risas]. Ay, Señor, pues nada, usted me dirá.

-¿Qué no quiere?

-No quiero escuchar ni ver nada que no quieran los demás que escuche y que vea.

-¿Qué no ha hecho en la vida?

-Mentir. En mi vida solo he echado dos mentiras; bueno, como mucho tres. Y como inmediatamente se me ha puesto la nariz roja, en ese mismo momento lo he reconocido.

-¿Qué es muy raro?

-Es muy raro que yo sude. Alguna vez, porque sin duda yo también soy de carne y hueso, pero muy excepcionalmente.

-¿Alguna manía?

-Soy muy de tener siempre pilas de repuesto, como ha podido comprobar usted porque ha venido a hacerme la entrevista con las pilas de su grabadora agotadas [risas]. Ve qué útil: siempre he defendido que hay que tener pilas de repuesto.

-¿Una maravilla qué es?

-Mire estos pinos y estas palmeras hermosísimos que tengo en el jardín; los trajimos mi marido y yo, en el maletero y en la baca del coche, hace más de cuarenta años. Ahora son tan grandes que van a terminar por echarnos... Bajo estos pinos corre la mejor brisa del mundo.

«Creo que me cuidan: mi madre, mi abuela, la Virgen, los santos, el Señor, las energías... No lo sé exactamente, pero me siento muy cuidada»

-¿Ha sido muy gamberra?

-[Risas] A ver, tampoco se pase, que tengo ya una edad...

-... pero si me lo ha dicho usted hace un rato...

-...ya, ya. Es que un poco sí lo he sido. Sobre todo, me he reído muchísimo, de mí misma la primera. Reírse es importantísimo, no es un tema menor para nada.

-¿Y ese buen humor, esa alegría suya, de dónde le viene?

-Mi padre era muy buena gente y una persona muy alegre, y mi madre, que también era muy buena gente, tenía muchísima energía. Yo lo he heredado todo junto y, como resultado, tengo que reconocerle que a veces los míos me dicen que los canso. ¡Demasiada energía! [Risas] Ahora, que estoy colaborando con Proyecto Hombre y encontrándome con unos chicos muy luchadores, cuando llego me preguntan: «¿Tú qué te has tomado esta mañana?».

-¿Qué más es?

-Muy seria con el trabajo, lo cual no entra en contradicción con ser una persona alegre. Se trabaja mejor con alegría.

-¿Qué estamos perdiendo?

-Muy importante: la sensatez. A partir de ahí, cualquier desastre es previsible. Por ejemplo, da la impresión de que la naturaleza se está vengando de nosotros, con este tremendo calor que hace, porque no lo estamos haciendo bien con ella. Nos estamos envenenando con la propia contaminación que generamos, y con este consumo masivo de plásticos que está acabando con los mares. Yo estoy obsesionada con el reciclaje desde hace tiempo.

-¿Somos los reyes de la creación?

-Desde luego que sí, pero está demostrado que somos unos reyes déspotas. Unos reyes que, en el caso de algunos, se dedican incluso a provocar incendios forestales.

-¿Qué le preocupa?

-Ahora que se está hablando tanto de la lucha por la igualdad, en este tiempo de reivindicaciones feministas, veo a muchas jóvenes desvalidas emocionalmente, dependientes de los hombres; por una parte mantienen un discurso feminista, y por otra están colgadas de ellos emocionalmente. Yo doy gracias a Dios por haber estado libre de esos cuelgues, por haber sido emocionalmente estable. El cuelgue emocional es horroroso, así no se puede ser libre.

-Usted fue la primera mujer catedrática de la UMU, y una de las veinticinco primeras de toda la universidad española. ¿Cómo lo logró?

-Fue un milagro [risas]. Quiero decir que, además de ser trabajadora y estudiosa, que lo he sido siempre, reconozco que he tenido mucha suerte en la vida y que he estado en el lugar adecuado en el momento justo. Todo eso, y además los rezos de mi madre [risas].

-¿Sí?

-La providencia también jugó su papel, desde luego. Yo estoy rodeada de personas que son ateas, pero yo creo en la providencia. Creo que me cuidan: mi madre, mi abuela, la Virgen, los santos, el Señor, las energías... No lo sé exactamente, pero me siento muy cuidada. Por eso casi nunca me enfado, porque me sale ser agradecida y porque, casi siempre, después de algo malo llega algo bueno.

-¿Qué costumbre tiene?

-Cuando escribo algo y lo doy por terminado, ya no vuelvo a leerlo.

-¿Muy claro qué tiene?

-Yo podría ya estar muerta, tengo edad para ello. Mi padre se murió muy joven, y mucha gente en mi vida se ha muerto también muy joven. Desde que cumplí la edad a la que murió mi padre, 63 años, vivo cada día todavía muchísimo más la vida como un regalo. Ahora tengo 76 años cumplidos.

-¿Cómo los lleva?

-¿Hacemos una apuesta a ver quién corre más, quién trabaja más, quién se ríe más, si usted o yo? Seguro que gano yo. No sé de dónde saco la energía; voy a cien.

-¿Cómo era de niña?

-Yo era una chiquilla muy lista, pregunte por mí en el pueblo [en Cieza] y verá lo que le dicen, aunque ya no queda nadie [risas].

-¿Lo ha tenido usted más difícil en la vida por ser mujer?

-No, la verdad es que no. Nunca me he sentido discriminada; al contrario, siempre me he sentido muy respetada. Y jamás me han hecho una proposición deshonesta.

-¿Qué no le gusta de usted?

-En algunas fotografías, parezco una sota de bastos [risas].

-¿Qué ha hecho bien?

-A la UMU la amo, y creo que me he matado por ella. En cuanto conseguí la cátedra, por ejemplo, empecé a luchar por las cosas que yo creía que podían beneficiar a la universidad, como por ejemplo conseguir que hubiese una cátedra de Griego.

-¿Cuál era su sueño?

-Quería ser profesora y quería casarme y tener hijos.

-¿Pensó en hacerse monja?

-No, yo hubiese llevado muy mal el voto de obediencia. No tanto el de pobreza, porque yo soy austera y no necesito casi nada, aunque recuerdo que cuando éramos jóvenes y me peleaba con Fermín [su marido], iba y me compraba un traje. Ahora ya no me los compro, como no me peleo [risas]. La castidad también creo que la podría haber aguantado... mejor que la obediencia. Total, que monja no, a Dios gracias. Creo que he sabido poner cada cosa en su sitio y darle a cada cosa su importancia: cabeza, corazón y sexo.

Naturalidad

-¿Qué prefiere?

-Soy católica, prefiero el misterio al absurdo. Si no hay nada después de esta vida, esto es una putada. No quiero pensar que mis seres queridos que han muerto ya no existen de ninguna manera. Por otro lado, la naturaleza es demasiado perfecta para ser solo fruto de la casualidad.

-¿Qué no es nada?

-No soy nada solemne. Creo que soy natural.

-¿Qué procura no hacer?

-Molestar no me gusta nada, aunque a veces es necesario hacerlo cuando te encuentras con que falta eso de lo que le hablaba al principio: el sentido común.

-¿Qué es necesario?

-El autocontrol; lo predico en mi familia. Y desde que colaboro con Proyecto Hombre, tengo más claro que saber gestionar la frustración es fundamental.

-¿Lo más importante que le ha pasado en la vida?

-Sin duda, tener hijos, la experiencia de la maternidad; aunque luego, todo hay que decirlo, ¡a veces los ahogabas! [Risas]

-¿Qué ha procurado inculcarles?

-A mis hijos los he educado en el amor por el conocimiento y, por supuesto, en la igualdad: igualdad de derechos, igualdad de obligaciones. Mi madre me inculcó algo que yo he tenido presente toda mi vida: «Nadie por encima de ti, nadie por debajo de ti». Educar a los hijos no es ninguna tontería: consiste en ayudarles a que se conviertan en hombres de bien y en buenos ciudadanos.

-¿Qué no debe permitirse?

-Ni un insulto de nadie, ni un maltrato, ni una sola vejación. Y una cosa muy importante que creo que debemos hacer todas las mujeres, además de no caer en el error de pensar que al hombre hay que machacarlo; me refiero a que lo primero que tenemos que hacer es respetarnos a nosotras mismas, y valorarnos y apoyarnos más entre nosotras. En general, los españoles no nos queremos lo suficiente, no nos valoramos; muchas veces, no hace falta que los demás nos pongan verdes porque ya nos ponemos verdes nosotros solos.

-¿Qué es un placer?

-Yo soy muy disfrutona, así es que hay muchas cosas con las que disfruto: la comida, el mar, contemplar a los pájaros, ver feliz a mi familia, investigar en la Biblioteca Nacional, leer...

-¿Qué es inevitable?

-El tiempo pasa muy rápido, creo que esa experiencia la tenemos todos. Pero a mí no me agobia que así sea, y creo que es porque vivo el presente, nada más, no me quedo colgada del pasado ni tampoco fantaseo mucho con el futuro. Tengo este preciso momento, es lo único seguro. Lo que sí pido es no sufrir dolores, a ser posible. Yo tengo muy poca experiencia del dolor, porque no me duele nada casi nunca. En cuanto a la llegada de la muerte, la gente a la que yo he visto morir se ha ido contenta y tranquila; mis padres, por ejemplo, murieron así, y yo confío en que mi muerte sea de este modo.

-¿Qué le hubiera gustado hacer más?

-No he viajado mucho, a mi marido no le gusta. He viajado por motivos de trabajo, y he estado en Roma dos veces y, por fin, conocí Grecia porque fui a un congreso, pero ya le digo que no he viajado tanto como me gustaría. Fermín jamás me ha puesto ningún problema para que viajase donde yo quisiera, pero mi elección, que no mi renuncia, ha sido no dejarlo solo, sobre todo desde que somos más mayores. El único sitio al que he viajado sin excusa [risas] ha sido a Tierra Santa, en un viaje con los franciscanos, que son geniales y nada talibanes.

-¿Qué le encantó de ese viaje?

-El lago Tiberiades me gustó muchísimo, yo creo que allí Jesucristo se lo tuvo que pasar bomba. Qué maravilla cuando nos enseña la importancia del perdón, su grandeza. Cuando tú te sientes perdonado, eso sí que es una experiencia mística. Y cuando tú eres capaz de hacerlo de verdad, también.

-¿Qué enseñanza de los autores clásicos tiene presente?

-Horacio, por ejemplo, nos dice: «Existen los límites, no se puede todo». Ovidio que todo lo vence el amor, y Virgilio que todo lo consigue el trabajo. Cuando amas a la gente, cuando pones amor en lo que haces, creo que sin duda estás en el buen camino.

-¿Qué fue una gran sorpresa?

-Sin duda, descubrir en un ejemplar valiosísimo de la 'Eneida' de Virgilio, perteneciente a una edición de 1612 y que tenía en mi casa hacía más de treinta años, que había numerosos subrayados y anotaciones del mismísimo Francisco de Quevedo, que como usted sabe, era para echarle de comer aparte. Lo doné, junto a otros libros que son una joya, a la UMU.

-¿Disfrutaba dando clase?

-Muchísimo. Cuando daba clases se me olvidaba cualquier problema que tuviese, me entusiasmaba, salía incluso guapísima. Daba igual que hubiese entrado amarilla, salía con un color de cara estupendo [risas].

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