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Los miembros de La Manada abusan de una joven en Pozoblanco (Sevilla).
El porno y la debilidad psicológica del agresor refuerzan las 'manadas' sexuales

El porno y la debilidad psicológica del agresor refuerzan las 'manadas' sexuales

La educación de los adolescentes debe dotarles de herramientas suficientes para distinguir la realidad de la ficción en temas sexuales

Doménico Chiappe

Madrid

Viernes, 11 de enero 2019

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Los agresores sexuales que actúan en grupo son jóvenes, de entre 25 y 33 años, sin antecedentes policiales por estos delitos. Suelen actuar en festivo o en noches del fin de semana, en la vía pública, y casi siempre en zona residencial. Más que ningún otro tipo de agresor sexual, los que atacan de forma colectiva suelen cometer algún tipo de penetración, con un control violento de la víctima. Este es el retrato robot policial de los violadores grupales, según el estudio 'Agresores sexuales con víctima desconocida', publicado por el Ministerio del Interior. Sin embargo, estos rasgos no explican la raíz de los comportamientos violentos.

«Se percibe un repunte en violencia contra las mujeres en los jóvenes», asegura Silvia C. Carpallo, sexóloga autora del libro 'Sexo para ser feliz'. «Es sencillo y fácil saber si la mujer está disfrutando o tiene conciencia, pero hace falta educación. Aunque es cierto que hay un retroceso en el sistema educativo, existen otros factores, como culpar a la víctima o transmitir la idea de que no es un delito grave». Un crimen revestido de impunidad: alrededor del 70% de las víctimas no denuncian los hechos y la tasa de esclarecimiento, cuando el agresor y la víctima no se conocen, es del 51%, según datos del Sistema Estadístico de Seguridad.

Otros datos estadísticos que perfilan al agresor: mientras más joven, más actúa en un entorno conocido y en el 94% de los casos abandona a su víctima en el mismo lugar de la agresión. «Hay elementos que tienen que ver con las relaciones afectivas del agresor, influidas por cómo han sido las experiencias con sus padres», explica Javier Gómez Zapiain, profesor de la Facultad de Psicología de la Universidad del País Vasco. «Hay personas inseguras que tienden a la ansiedad y que tienen más probabilidad que otros de agredir. Estas personas temerosas al abandono ponen el sexo al servicio de su autoafirmación y poder. El violador no disfruta de la experiencia erótica, sino de tener a la víctima a su servicio».

Ficción y realidad

Otro factor es el mayor acceso a la pornografía. «El porno es una herramienta que hay que saber utilizar», dice Carpallo. «Necesita un filtro de educación sexual que haga ver que lo que muestran las imágenes es ficción. Le falta diversidad al 'mainstream', que es muy machista, y produce problemas de sexualidad, como inseguridad en las medidas y los tiempos que ven en el porno».

Mientras los recursos destinados a la formación de los estudiantes en colegios e institutos se han dedicado en los últimos años a combatir el 'bullying' «sin una visión de género», dice Carpallo, internet magnifica el fenómeno. «Las personas con miedo atávico a la intimidad tienen serias dificultades para tener relaciones sexuales», sostiene Gómez Zapiain. «Los que actúan en grupo suelen reflejar esas debilidades psicológicas. Así, lo que serían incapaces de hacer solos, lo hacen con el apoyo de sus iguales. Es inmadurez. Los victimarios aparentemente son fuertes y duros, pero desde el punto de vista psicológico es al revés y se afianzan en el marco machista».

En el mundo del porno se encuentran con facilidad vídeos que apuntalan estos comportamientos, bajo etiquetas como 'gangbang' y 'abused' (maltratada). Ficciones que pueden entremezclarse con sucesos reales y entenderse como «actos sexuales en un ambiente de jolgorio y regocijo», como describió el voto particular de la sentencia de La Manada de la Audiencia Provincial de Navarra al abuso sexual sentenciado contra cinco hombres que acturon en los sanfermines. Interpretaba la agresión como una «cruda y desinhibida relación sexual, mantenida entre cinco varones y una mujer» sin «violencia, fuerza o brusquedad».

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