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C. García
Viernes, 1 de septiembre 2017, 15:41
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Con el buen tiempo se aprovecha para salir a comer fuera, ir al monte, a la playa o de barbacoa con los amigos. Comer al aire libre es un placer de esta época, pero a veces no pensamos en los inconvenientes. En este caso nos referimos a los insectos, moscas y avispas, que vienen golosas a merodear por los alimentos.
Hay personas que sientes mucha repugnancia a ver moscas sobre la comida que después van a ingerir. Hay quien directamente decido no comer ese plato por ese simple hecho. Algunos les llaman delicados. Quizás se debería tener en cuenta la cantidad de patógenos y gérmenes que una sola mosca puede depositar en el alimento.
Las moscas son insectos que viven de un lado para otro y no destacan por ser amigas de la limpieza, precisamente. Estos insectos suelen acudir a lugares sucios y malolientes y antes de posarse en la comida, quizás hayan estado oliendo excrementos o algún animal muerto.
Además de este hecho, las moscas no tienen dientes, por lo que les resulta complicado digerir los alimentos; directamente lo defecan o lo escupen de nuevo. De este modo, no solo existe el peligro de que transporten patógenos externos, también pueden producirlos ellas mismas.
En cualquier caso, no es peligroso ingerir alimentos por los que haya estado una mosca, al menos si no ha estado mucho tiempo. Según el profesor de la universidad de Sidney, Cameron Webb, «ver una mosca sobre tu comida no significa que tengas que tirarla. Cuanto más tiempo pase, mayor es la probabilidad de que dejen patógenos en los alimentos. Entonces sí pueden aumentar los riesgos para nuestra salud».
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