¿Fuegos indomables o mejor control? La contradicción en el tiempo de extinción de los grandes incendios
Las llamas forestales se declaraban apagadas en 34 horas en los primeros veinte años de registros, pero ahora se demoran mucho más
España se enfrenta de nuevo a la amenaza de los grandes incendios, con casos como recientes los de Ávila (las 2.800 hectáreas afectadas de Las Hurdes y las 2.200 del Valle del Tiétar) o los anteriores de Lleida, con dos fallecidos (5.600 hectáreas arrasadas), y Tarragona (3.300 hectáreas, la mitad dentro del Parque Natural dels Ports). Todo ello con la mirada puesta también en Occitania, con más de 16.000 hectáreas quemadas, un muerto y tres desaparecidos en la mayor catástrofe forestal de Francia durante este siglo.
Los Grandes Incendios Forestales (GIF), aquellos con al menos 500 hectáreas afectadas, no son solo cosa del presente. España lleva la cuenta de 2.203 desde 1968 hasta 2023: 2.218 del buscador de la Estadística General de Incendios Forestales (EGIF), completados con 85 casos más desde 2020 según los informes actuales del Ministerio para la Transición Ecológica y el Reto Demográfico. Pero ahora los tiempos de extinción son más largos que antes.
Biomasa + cambio climático = incendios nunca vistos
«Hemos asistido a un crecimiento descontrolado de la masa forestal», afirma José Luis Liz, CEO y director técnico de la startup Pyro para rastrear y luchar contra los incendios forestales. «El abandono del medio rural y la pérdida de usos tradicionales del territorio han favorecido una expansión continua del monte», detalla. Mientras que antes había «zonas agrícolas, ganaderas o mosaicos agroforestales», ahora las llenan «grandes extensiones de vegetación sin orden ni interrupciones, lo que favorece incendios más intensos y extensos».
Pablo Crespo, investigador en teledetección en el Grupo de Cartografía Geoambiental y Teledetección de la Universitat Politécnica de València, incide en la combinación fatal de esta biomasa con el clima actual: «No solo hace falta combustible, sino que esté también más seco, lo que se conoce como contenido de humedad de combustible vivo». Pone de ejemplo Galicia, entre otros, donde «todo el combustible que ha crecido durante las lluvias puede llegar a secarse durante los periodos de sequía, aportando mucha biomasa seca para un incendio».
Las condiciones extremas del cambio climático no ayudan, según Crespo: «En el Mediterráneo podemos tener episodios intensos de lluvias seguidos de largos periodos de sequía». «Solo 50 metros de incendio activo estarían generando la misma energía que una central eléctrica de 500 megavatios», apunta Liz de los fuegos por estas sequías prolongadas «de potencia descomunal, difícil de imaginar y fuera del alcance de cualquier medio de extinción convencional».
Cuando todo este polvorín arde, produce un incendio de tal intensidad que altera la dinámica de la atmósfera de la zona. Son los llamados 'incendios de sexta generación', término propuesto al inicio por Marc Castellnou, ingeniero de montes referencia en este campo, y que los dos expertos traen a colación. No es, según el CEO de Pyro, «un término científico estricto, sino una forma pedagógica de describir cómo han evolucionado los incendios de las últimas décadas». Y explica así por qué los incendios de ahora no son iguales a los de antes: «Existe un consenso amplio en el sector respecto a que el territorio tiene cada vez más potencial para incendios de una intensidad y un comportamiento inusual, incendios que hace 20 o 30 años no existían en nuestro país».
«Solo 40 metros de incendio activo estarían generando la misma energía que una central eléctrica de 500 megavatios»
José Luis Liz (sobre los incendios actuales)
CEO y Director Técnico de Pyro
Francisco Castañares, Presidente de la Asociación Extremeña de Empresas Forestales y del Medio Ambiente (AEFOR) y Vicepresidente de la Federación Española de Empresa Forestales y del Medio Natural (FEEF), divulga esta clasificación desde las instituciones. No solo la sexta, sino también la quinta y las anteriores: «En todas las generaciones hay una constante que propicia su clasificación». En la sexta es la biomasa con la mecha del cambio climático, siendo la quinta la combinación de «varios incendios en superficies contiguas de vegetación [primera generación], veloces [segunda], intensos [tercera] y en zonas de interfaz urbano-forestal [cuarta]», apunta.
Castañares llama a la acción ante este abandono de la biomasa: «Si no la sacamos ni permitimos que se queme en fuegos de baja intensidad, se va a acabar quemando». Y recuerda que «el control de la vegetación para evitar que su incremento acabe colapsando» es precisamente la función del fuego. No son iguales los incendios de ahora a los que encaraba como director en la Agencia de Medio Ambiente en la Junta de Extremadura en los 90, ni tampoco estos se parecen a los de antes, en el franquismo también recogido por la EGIF. «En una época en la que aún había bastante gente en los campos, que estaban cultivados, en barbecho y pastoreados, los apagaban con facilidad los propios campesinos», aclara.
Pero su duración varía según la región
Para entender la realidad en su conjunto, el investigador Crespo alude al llamado «triángulo de comportamiento» de los incendios «cuyos vértices son el combustible, la meteorología y la topografía». «Además de todos estos factores, existen muchas zonas residenciales o gente practicando actividades en estas zonas boscosas, lo que incorpora mayor dificultad», añade. Todo esto explica no solo por qué ocurren estos grandes incendios, sino dónde ocurren.
En Canarias trabaja Isidro Brito, agente de medioambiente del Cabildo de La Palma, con un equipo compuesto por 110 personas, a las que se añade alrededor de otro centenar con el personal de refuerzo en campaña. El encargado corrobora el problema de la biomasa, relevante en los fuegos de El Paso en 2012 y 2016: «El 2012 fue muy seco, y estaba todo con esas raíces y esos tocones y el incendio tardó muchísimo en extinguirse; en 2016, tres cuartas de lo mismo». Y la vegetación autóctona influye: «En el pino canario ha habido reproducciones de dos meses después».
Brito, sin embargo, es crítico con el término de 'sexta generación', y solo distingue «entre incendios normales y aquellos donde las condiciones son malas»: «Un gran incendio fuera de la capacidad de extinción y con condiciones horribles se ha dado siempre. Tú tienes 70%-80% km/h, 7% de humedad y 40 y pico grados y no hay quien lo pare». Este es uno de los ejemplos de la regla del 30, acuñada dentro de la comunidad: que las llamas se alimenten a más de 30 grados, con humedad relativa menor a 30% y velocidad del viento superior a 30 km/h.
«En las zonas más montañosas de Canarias, que son muy pedregosas y además tienen pendientes muy fuertes, es más difícil extinguir totalmente un incendio», explica Castañares. «Con un elemento en contra añadido, los vientos, que suelen ser fuertes y pueden reavivar un incendio a partir de cualquier elemento encendido que haya entre las piedras», especifica.
Una ecuación más compleja
«Yo no suscribo que los incendios tarden más en apagarse», subraya José Luis Liz, que recalca la intensidad y las dimensiones de los incendios actuales aunque ahora haya menos. «No conozco a nadie que hable de ese dato en el sector», insiste. Aquí aparece la llamada 'paradoja de la extinción', a la que se refiere Brito: «Las condiciones ahora son peores, pero hay más medios y se apaga casi todo, pero cuando estás fuera de la capacidad de extinción tienes un gran incendio en el que no hay nada que hacer». Castañares ahonda en la clave de esta paradoja: cuanto más tarde en quemarse el excedente de biomasa porque se apagan mejor los incendios, «más cantidad acumulada de combustible habrá y más intenso será el incendio».
Esto alude a la fuerza de los incendios actuales, pero no a sus tiempos. ¿Y qué explica entonces esa acumulación de biomasa y el cambio climático? Que hay que prestar más atención a estas zonas para evitar, prevenir y controlar la fuerza de los incendios actuales. Es esta atención, gracias a la tecnología, la que alarga los tiempos. «Antes, si no se veía humo durante un tiempo largo, se declaraba fuego extinguido», explica Castañares. «Ahora, con el uso de cámaras térmicas es posible determinar si hay material incandescente, aunque no humee», añade. Pone el ejemplo de las turberas, humedales con materia orgánica en descomposición en forma de turba: «Si llegan a prenderse pueden estar ardiendo meses e incluso años, sin que nos enteremos».
«Antes, si no se veía humo durante un tiempo largo, se declaraba fuego extinto»
Francisco Castañares (sobre los incendios antiguos)
Presidente de AEFOR y Vicepresidente de la FEEF
«No es que la extensión se demorara mucho, lo que ha cambiado es la forma de cómputo», defiende también Brito sobre los supuestos incendios duraderos. «Los tiempos, más formalismo y más miedo de darlos por extinguidos y que vuelvan a reproducirse» es la fórmula de sus tiempos de apagado más largos. Antes recuerda que ocurría lo contrario: «Pasó en la Gomera de 2012, que había bajado de nivel y se les escapó». Ahora es «fuego cero» y no quieren dar más segundas oportunidades a las llamas.
«España cuenta con uno de los sistemas de prevención y extinción de incendios más avanzados y profesionalizados del mundo», explica Liz. La tecnología BseedWATCH de su startup Pyro «integra datos provenientes de satélites, sensores forestales y cámaras equipadas con IA» para rastrear y evaluar los incendios. En su extinción, muestra la evolución en tiempo real y «qué factores locales condicionan su propagación». Pablo Crespo, artífice de modelos de Deep Learning para la teledetección, topa con el obstáculo de que necesitan muchos datos de entrenamiento. Esto, más las situaciones inéditas por este cóctel de biomasa y cambio climático, le puede dar fallos: «Cada vez nos acercamos más a la realidad y se obtienen cosas que hace un tiempo eran impensables, pero siguen sin ser perfectas».
Por eso no se debe descuidar la otra parte de la ecuación, aunque los tiempos actuales se expliquen por un cuidado de la zona que antes no se atisbaba. «Aunque la tecnología es clave para conocer mejor, anticipar más rápido y actuar con la mayor eficacia, no cambiará por sí sola la dinámica de los grandes incendios», advierte Liz. «Es necesario actuar sobre el territorio, repensar el modelo de ocupación, fomentar la gestión activa del paisaje y reconectar a la sociedad con los riesgos del entorno», concluye.
El Buscador EGIF permite descargar en formato XML lotes de 50.000 registros, posibilitando la descarga por franjas de años hasta llegar a tal cantidad, pero no la exportación completa. Ya con todos los XML, se ha usado la librería xmltodict de Python para obtener las variables de los incendios, y se han enlazado con las localizaciones de los municipios más cercanos de origen en los casos donde constaban (el módulo Transformer de Pyproj traduce las coordenadas EPSG:25830, pero no todas se ubicaban en la posición correcta).
Oferta Cyber Week 6 meses por 2€ al mes
¿Ya eres suscriptor? Inicia sesión