Javier Moreno Luzón, durante la entrevista. José Ramón Ladra

Javier Moreno Luzón | Historiador

«Por una bandera se muere y se mata»

La entrevista ·

El debate sobre la identidad nacional tiene en España rasgos propios, pero se da en muchos países», asegura este especialista

Sábado, 16 de agosto 2025, 12:59

Javier Moreno Luzón (Hellín, 1967) es catedrático de Historia del Pensamiento y de los Movimientos Sociales y Políticos en la Universidad Complutense. El año pasado ... ganó el premio Nacional de Historia por su obra 'El rey patriota. Alfonso XIII y la nación' (Ed. Galaxia Gutenberg). Ha sido profesor visitante o investigador en las universidades de Harvard, Sorbona, Tokio y California y en la Escuela de Altos Estudios Sociales de París, y subdirector del Centro de Estudios Políticos y Constitucionales. Estudioso del nacionalismo español, es un gran especialista en asuntos de identidad. Pocas cosas hay de más calado en el debate de este país.

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- El de las identidades es el gran asunto español. Lo tenemos sobre las identidades personales y las propias del país. ¿Lo ve así?

- El español es un caso con peculiaridades propias, pero comparte rasgos que se repiten en muchos países. Yo diría que ese debate responde al clima de toda una época. Vivimos una política de las emociones, nos vinculamos con un movimiento u otro por razones sentimentales. Además, las identidades colectivas son muy diversas, se combinan de maneras múltiples y cambian con frecuencia. Tendemos a centrarnos en las nacionales, asociadas a los estados, pero también están las familiares, las profesionales o de clase, las de género, etcétera. Esta es una de las grandes cuestiones de nuestra época. Pero rasgos como el auge del feminismo o de los nacionalismos son generales y, aunque aquí haya matices, creo que debemos situar lo que ocurre en España en ese contexto.

- ¿Cómo encajan las identidades territoriales sin que resulte conflictivo?

- Las identidades territoriales son también múltiples (locales, regionales, nacionales). Los conflictos suelen aparecer cuando varios nacionalismos pugnan por el mismo territorio o no se conforman con el que tienen. Si no es así, las identidades nacionales pueden convivir.

- ¿Podemos hablar de identidades débiles? Autonomías recientes, bandera creada exprofeso e himno igualmente nuevo…

- Toda identidad es una construcción, que normalmente aprovecha elementos ya existentes e inventa otros. Por ejemplo, en Panamá en 1903 se lo inventaron todo: una bandera, un himno, hasta unos héroes nacionales. Y funcionó. Con tiempo y medios, esos símbolos pueden arraigar. El Estado de las Autonomías ha hecho que estas se dediquen a elaborar y difundir nuevos sentidos de pertenencia, en casi todas ellas con bastante éxito. Hay diferencias notables, sobre todo en las que gobiernan los nacionalismos subestatales, pero también estos han seguido reelaborando y difundiendo sus identidades, aunque fuera sobre la base de un imaginario anterior.

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- Si pasamos a la española, más debate. Usted ha dicho que la fiesta nacional debería ser el 6 de diciembre y no el 12 de octubre.

- La fiesta nacional es uno de los principales símbolos de un país. El más importante es la bandera y luego el himno, pero después iría la fiesta. En España el 12 de octubre es una de las fiestas nacionales, no la más importante sino solo una de ellas, desde 1918, y en algunos países de América Latina se había instaurado incluso antes. Aquí una ley determinó que fuera la fiesta principal en época de Felipe González, porque se buscó un amplio acuerdo en vísperas del Quinto Centenario del Descubrimiento. Es curioso, porque antes el PSOE se había mostrado partidario del 6 de diciembre, día de la Constitución.

Símbolos

«El Estado de las Autonomías ha hecho que estas difundan signos de pertenencia»

-¿Por qué el 12 de octubre no le gusta demasiado?

- Porque es una fecha conflictiva, que, de manera inevitable, sirve para reivindicar un pasado imperial. Un pasado que suscita críticas, cuya celebración se tacha de reaccionaria, desde la izquierda y desde los sectores indigenistas americanos. En realidad, la fiesta se ha puesto en solfa sobre todo en América Latina. Es cierto que el 6 de diciembre también despierta rechazo en ciertos ambientes, pero valdría para defender valores cívicos, algo así como lo que en su día se llamó patriotismo constitucional.

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- ¿Por qué en España se asocian algunos símbolos al franquismo, como la bandera o el himno, cuando son muy anteriores?

- Porque el franquismo usó y abusó de esos símbolos nacionales, que mezcló con los suyos. La Primera República no sustituyó la bandera, pero la Segunda sí lo hizo y la dictadura se apropió de la tradicional, lo mismo que del himno monárquico. Luego, en la Transición, el cambio en este terreno no se consideró prioritario y, aunque se recuperó el escudo histórico, se dio una cierta continuidad, que algunos rechazaron. Sin embargo, tras el 23-F hubo bastante consenso sobre los emblemas constitucionales. En la campaña electoral de 1982, por ejemplo, los mítines del PSOE estaban repletos de banderas nacionales y sus dirigentes decían que no había que dejarlas a la derecha. Durante un tiempo se produjo una convivencia aceptable con las banderas autonómicas. Piense en los Juegos del 92, donde la catalana y la española ondeaban juntas y sin demasiados problemas.

Identidad y Transición

- Pero ahora la republicana se ve mucho más que antes.

- Porque se convirtió en un estandarte de protesta. Podríamos decir que hay una izquierda que acepta los símbolos oficiales y otra que no, y luego están los nacionalistas subestatales. No obstante, cuando la bandera o el himno se utilizan en contextos culturales o deportivos, no suele haber problemas. De todos modos, no es un asunto exclusivo de España. En Francia han llegado a pitar en algún estadio 'La Marsellesa'; en Alemania solo se canta una estrofa del himno; en Rusia hubo un gran debate tras la caída de la URSS y finalmente mantuvieron el soviético, que es muy bueno desde el punto de vista musical.

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- En EE UU hay numerosas razas, religiones, lenguas, tradiciones culturales… y no se ponen en duda la bandera, el himno, los valores fundacionales, ni la historia del país. ¿Qué han hecho mejor que nosotros?

- Durante mucho tiempo, la mayor parte de los norteamericanos compartieron los mismos valores cívicos, constitucionales, compatibles con una gran diversidad de identidades culturales. Aunque tampoco hoy se libran de conflictos: en EE UU la bandera la usan más los republicanos que los demócratas; y hay quien no se identifica con ella porque entiende que representa a un Estado que ya no respeta los principios fundacionales. Por contraste, resulta llamativo que aquí, en España, ahora el 12 de octubre sea útil para integrar a los inmigrantes latinoamericanos.

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Vista a la historia

«Juzgamos la Transición conociendo lo que pasó luego, pero sus protagonistas no lo sabían»

- La bandera es solo un trapo, dicen muchos. ¿Por qué cuesta aceptar ciertos símbolos?

- No es solo un trapo. Es un símbolo muy importante. Algunos han llegado a compararla con un tótem. No olvidemos que ciertos rasgos del nacionalismo remiten a lo religioso. Uno de ellos es el culto orquestado en torno a los símbolos. El carácter casi sagrado de la bandera se demuestra con su protección legal: en muchos países está penado su ultraje. Un castigo que no existe, en cambio, en países multinacionales, como Bélgica o Reino Unido. En EE UU, el Tribunal Supremo sentenció que la libertad de expresión está por encima de la bandera. Y, sin embargo, allí hay un día de la bandera, no puede ondear de noche ni debe tocar el suelo. Es verdad que es un elemento de cohesión, pero también puede dividir. Por ella se muere y se mata.

- ¿Por qué a líderes que sacrificaron objetivos en nombre de la convivencia se les considera traidores? Tenemos a Carrillo cuando apareció con la bandera española. Un sector de la izquierda que lo llama traidor y vendido.

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- Es una acusación injusta. El PCE llevaba reclamando la reconciliación nacional desde 1956. Lo importante, como señaló Carrillo, era la democracia, no la forma del régimen, monárquica o republicana. No olvidemos que ese PCE fue crucial en la Transición, y que esta no significó un mero continuismo. Hubo una transformación política radical, que llegó más allá de lo que imaginaban sus impulsores.

- El mismo sector considera que la Transición fue una entrega al franquismo porque el Ejército, el poder judicial y el económico siguieron en las mismas manos. Y que los partidos de derechas son herederos del franquismo.

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- La Transición dio lugar a un sistema distinto. Por ejemplo, lo que entonces era Alianza Popular tuvo un papel bastante marginal en el proceso. Nadie sabía qué iba a ocurrir. Se pensaba que aquí iban a surgir una democracia cristiana y un partido comunista potentes, lo mismo que en Italia. Muchos analistas extranjeros auguraban el estallido de otra guerra civil. Juzgamos aquellos tiempos sabiendo lo que pasó después, pero los protagonistas de la Transición no lo sabían. El PP de hoy, por volver a su pregunta, es algo distinto, resultado de un aluvión de gente diversa.

- ¿Qué decimos entonces a politólogos y tertulianos que sostienen que nada sustancial ha cambiado o que los jueces son franquistas y por eso dictan determinadas sentencias?

- No es lo mismo actuar como juez bajo leyes franquistas que en un marco constitucional, aunque notemos un sesgo político en algunas decisiones judiciales. En la Transición hubo encuentros y supervivencias, es cierto, pero el proceso no fue fácil, sino muy conflictivo, con una enorme violencia y varios grupos terroristas activos. Intervinieron muchos actores, gente movilizada en la calle, movimientos vecinales… y se tomaron decisiones audaces. Hay que ver el período en toda su complejidad: no fue el resultado de una especie de conspiración, sino de una dinámica con múltiples fuerzas. ¿Quién iba a imaginar que habría un desarrollo autonómico tan amplio? La Transición se hizo sobre la marcha.

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Enseñanza republicana

«Ahora se ve más que antes porque se ha convertido en un símbolo de protesta»

Símbolos culturales

- ¿Qué importancia tienen en la definición de una identidad las figuras relevantes del pasado como Sabino Arana, Blas Infante o Almirall?

- Es lo habitual en cualquier fuerza política, más aún en las nacionalistas: recurren a sus fundadores o a los padres de la patria. Y se les mitifica. En el caso catalán resulta más complicado, porque hubo un catalanismo de derechas y otro de izquierdas. Luego hay figuras integradoras, políticas o culturales. Como Cervantes, que apenas suscita rechazo, aunque durante el 'procés' hubiera algunos críticos. Incluso se ha llegado a pensar que la fiesta nacional podía ser el 23 de abril, aniversario de su muerte y fecha señalada en todo el mundo como Día del Libro. En Cataluña, a muchos les parecería bien porque también es Sant Jordi. Es verdad que Cervantes no encarna valores cívicos, pero en Portugal celebran el día de Camoens, así que tampoco sería tan extraño.

- Cuando los nacionalismos extremos se refieren en tono desdeñoso a España dicen que no quieren ser del mismo país que Aznar, Abascal o Franco. Pero en la identidad española son más relevantes Quevedo, Velázquez, Picasso, Cervantes, Goya o Falla. ¿Por qué no se fomenta eso?

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- Algo sí ha calado. Por seguir con Cervantes, ahí están esas lecturas litúrgicas del 'Quijote' que se hacen cada 23 de abril. La penetración social de estas figuras que cita ha avanzado mucho, quizá más de abajo a arriba que al revés. Pensemos que en el siglo XIX España era un Estado pobre, con pocos recursos para difundir estos cultos patrióticos. Al acabar ese siglo, había un 60% de analfabetos, pero luego sí se impulsó la nacionalización, a través de distintos medios. Tampoco es justo que nos flagelemos demasiado con estos temas identitarios, ni siquiera Francia es lo que se dice. Creo que, en esta materia, España estaría en un término medio dentro de los países occidentales. Aunque, como decía antes, nada es para siempre.

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