Érase una vez un cuento...

'Atrapada en mi cuento' es la propuesta que Eva Poyato (Cartagena, 1972) presenta en la galería cartagenera, vertebrada únicamente por la «limpieza» de sus obras, por la «dulzura» que estas proyectan y la «ternura» que despiertan.

Está compuesta por una veintena de piezas que no guardan, asegura, guion alguno. Son obras independientes, ajenas a cualquier relato intencionado; retratan, simplemente, un momento imaginado, «una situación que me viene a la cabeza y plasmo».

«No forman parte de ningún proyecto. Los cuentos me han gustado toda la vida, no sé por qué, porque no es que mis padres me los leyeran, pero me encantan, y en casa tenemos una biblioteca bastante grande», afirma la creadora, también ilustradora de historias infantiles. Sus obras –la mayoría protagonizadas por figuras femeninas– combinan pintura y escultura. Hay lienzos a los que, de pronto, le apetece darles «volumen», y los interviene: unas púas, un trozo de madera, o textil. «Lo que me pida la obra», dice: «Me gusta trabajar la pintura que puedes intervenir», añade.

'Atrapada en mi cuento' es fruto del trabajo que Eva Poyato ha ido realizando «a lo largo de este año y el pasado». Engloba un mundo ajeno a la realidad que se asoma a través de titulares de periódico e imágenes de pantallas digitales, donde predominan las «noticias malas». Sus obras consiguen, sin embargo, «generar una sonrisa»: «Me apetece sacar lo positivo», se reafirma. «Para mí –añade– es importante que, cuando vea mi obra, la gente se sienta feliz».

Todos sus trabajos cuentan «con ese fondo de dulzura y ensimismamiento» que le gusta proyectar a través de los personajes de sus cuadros, personajes que «no se comunican con el espectador», porque «van a su rollo» pero ofrecen «mucha ternura».

Eva Poyato, confiensa la artista y también docente, ha pasado varios meses sin pintar. Fue incapaz de hacerlo durante las semanas de cuarentena. «Si pinto», reconoce, «es porque me apetece, si no estoy bien conmigo misma no me sale pintar». Ahora lo está. Su vuelta al taller ha sido buena, y «en este momento sí tengo ganas de trabajar».

Se enamora, reconoce, de «cada obra que termino» y siente «pena» cuando las vende, sobre todo, «si no sé quién las compra ni a dónde van; es como si me arrancaran una parte de mí», añade.

La muestra en Bisel se podrá visitar hasta el 10 de enero del próximo año. El montaje lo ha realizado directamente la galería ante las limitaciones impuestas por la Covid-19. Ella apenas ha podido participar en la disposición final de las obras; desea que, quienes se acerquen a ellas, lo hagan «con los ojos de un niño pequeño», «sin violencia ni agresiones», y «con ganas de disfrutar y de ver la vida de otra manera». Desde un mundo, precisa, «dulce, en el que te puedas quedar sentado en una piedra disfrutando del viento», como los personajes de sus cuadros.