Y los montes parieron
Cuando las grandes expectativas se ven frustradas
De pronto, me apetece pegar en un corcho los caretos de Putin, de Donald Trump, de Netanyahu y del (como se llame) dirigente de Hamas, ... tomarlos como diana y jugar a los dardos con ellos. A la foto de Elon Musk, le tiraría un cohete aeroespacial de los que construye, esos que suben y suben para finalmente explotar y echar más basura espacial orbitando el planeta Tierra. Nuestro planeta. Entre dardo y dardo les soltaría todas las maldiciones posibles.
Me apetece y hasta lo puedo hacer, pero no lo haré. Mientras conserve alguna capacidad cognitiva no optaré por la violencia, aunque sea figurada, como en esta extraña apetencia que refleja mi impotencia, y la de tantos otros, que no podemos hacer nada para contrarrestar la maldad que derrochan estos magnates y/o señores de la guerra. Chulos e inmisericordes caraduras.
Donald Trump ya tiene su flamante ley fiscal. Una especie de declaración de guerra comercial que costará al mundo siete millones de empleos y a la que cabría titular como la 'ley de las rebajas'. Porque hay rebajas para todos: recortes de impuestos para los más ricos y grandes rebajas de gastos para los más pobres, que tendrán menos servicios médicos y menos ayudas alimentarias.
Qué bien, oye.
Y lo peor es que no se atisba mejora. Es probable que localices una guerra en curso allá donde toques el mapamundi. Hasta 56 guerras y 92 países implicados participan hoy en una guerra, según el Índice de Paz Global que registra el mayor aumento del número de conflictos bélicos, desde que llevan la contabilidad. Buscas refugio en donde no suenan los obuses (España sin ir más lejos) a ver si hallas algo o alguien que genere esperanza y no lo descubres. No está y tienes serias dudas de que se le espere.
El imperio de la mediocridad.
Así lo llaman algunos filósofos como el canadiense Alain Deneault, en su ensayo 'Mediocracia: cuando los mediocres toman el poder' en el que llega a la conclusión de que cada cual acata las normas imperantes, sin cuestionarlas, con el único propósito de mantener su posición. Es lo que ahora estamos viviendo.
Cuando la Transición democrática, nos creamos venturosas expectativas, hoy malogradas, porque, como en la fábula de Esopo, los montes parieron y solo salió un ratón. Frustrante.
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