Ha fallecido pero su legado vive, lo cual significa que en adelante podremos seguir hablando de ella en modo presente. Periodista de vocación, Victoria –Toya ... para los amigos y compañeros– ha dejado para la historia del periodismo español su colosal trabajo sobre la Transición. Como dice Iñaki Gabilondo, bajo cuya dirección trabajó en Televisión Española, Prego «representa el periodismo clásico, el más tradicional, con respeto a las sacrosantas leyes del oficio», actitud y aptitudes que cobran un alto valor en una época, como la actual, en la que el periodismo serio se ve obligado a convivir y competir con la basura desinformativa y enredadora que se reproduce geométricamente a través de las llamadas 'redes sociales', tantas veces equívocas, manipuladas y utilizadas para malmeter.
Publicidad
En contraste, Victoria Prego se inscribe en el apartado del periodismo veraz, documentado y contrastado. Su pérdida es irreparable, en efecto, pero su obra y ejemplo puede servir a las nuevas generaciones de periodistas para combatir las secuelas de la superabundancia informativa que propicia la tecnología, para luchar o, al menos, resistir los embates que tienden a convertir la información en mercancía y, por tanto, no se la valora por su aspecto cívico o ético, sino que es sometida a las leyes del mercado, es decir, de la oferta y la demanda.
Hoy abundan merecidos reconocimientos y loores hacia Victoria Prego. Desde la modestia del periodismo de provincias, añado un apunte personal. La conocí en junio del año 1996, cuando tuvo la gentileza de atender nuestra solicitud para que presentase un importante acto de LA VERDAD en Alicante, concretamente en el Castillo de Santa Bárbara. Lo hizo muy bien, como era de esperar. Despedidas las autoridades y terminados los protocolos, pudimos departir.
Un lujo.
Ya me lo había comentado Eduardo San Martín, entonces director de nuestro periódico, pero la realidad superó lo esperado. Al poco de la charla, Victoria ya había generado una ola de empatía por su erudita sencillez, por su llaneza, por su capacidad para salir de su mundo de reconocida fama, toda una diva personificando el 'antidivismo', una delicia de colega con la que, acabados los protocolos del acto, terminamos cantando pasajes de zarzuelas, mirando al mar desde las almenas del castillo, junto a los también periodistas Marín Guerrero y Vicente Hipólito, convertidos en improvisados barítonos.
Publicidad
Fin.
Prueba LA VERDAD+: Un mes gratis
¿Ya eres suscriptor? Inicia sesión