La rampa

El cinismo como método

La política española se ha instalado en la falta de pudor

Viernes, 9 de febrero 2024, 01:11

En la Grecia de antes de Cristo surgió una escuela filosófica, llamada cínica, cuyo principal divulgador fue Diógenes, del que, cuenta la leyenda, su austeridad ... llegó al extremo de que cuando vio a un niño comer lentejas y beber agua con las manos, decidió deshacerse de su escudilla y de su plato que ya consideró superfluos. En una sociedad esclavista como aquella, los seguidores de la escuela cínica menospreciaban las normas sociales y renunciaban a la riqueza, a los honores y a los placeres, para dar prioridad a la sabiduría, la virtud y el pensamiento propio que, eso sí, requerían esfuerzo personal.

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Con el paso del tiempo, tanto a Diógenes como al cinismo le hemos dado un sentido totalmente opuesto al original, ya que el llamado 'síndrome de Diógenes' es un trastorno mental que se caracteriza por la acumulación de grandes cantidades de basura y desperdicios. Todo lo contrario a la estrambótica conducta del filósofo, quien vivía en una tinaja.

Otro tanto cabe decir del significado de cinismo. Si la corriente filosófica cínica proponía deshacerse de todo lo no necesario y alcanzar la felicidad a través de la virtud, en la actualidad el concepto de cinismo se asocia a la propensión a no creer en la bondad ni en la sinceridad humanas, así como a definir conductas descaradas. Así lo especifica la Real Academia: «Desvergüenza en el mentir o en la defensa y práctica de acciones o doctrinas vituperables».

Es a este descaro al que me refiero cuando expreso –sin ánimo de ofender– que la política española se ha instalado en el cinismo, en la impudicia.

De vergüenza ajena es la foto en la que, para renovar el Consejo General del Poder Judicial, representantes de los dos principales partidos políticos españoles aparecen reunidos en Bruselas bajo la mediación de un ministro belga. ¿Es España una democracia tutelada? De disparate y desfachatez son los continuos cambios de opinión, según sea conveniente, por no hablar de las 'soluciones creativas' que arguye nuestro presidente del Gobierno en un intento –fallido de antemano– de adulterar los conceptos de malversación y terrorismo para hacernos creer que la amnistía pactada con Carles Puigdemont, y escrita a su dictado, es guay del Paraguay.

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Es lo que ocurre cuando se concibe la política como una manera de vivir y no como la tarea de gestionar en favor de la ciudadanía.

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