Una cierta psicosis
La notoriedad de una ciudad no la avala su historia sino el comportamiento de sus ciudadanos
Conoció a un campechano sacerdote que, en la explicación de las bienaventuranzas que dijo Jesucristo en el Sermón de la Montaña, incluía entre los bienaventurados ... a quienes creen en los pasos cebra porque «pronto», decía chistoso, «será de ellos del Reino de los Cielos». Le recordó dos días consecutivos porque, caminando y dispuesto a cruzar la calle en un paso cebra, los respectivos conductores de un camión de reparto, tres vehículos y dos motocicletas no se dignaron frenar para que pudiera culminar el cruce de acera, a pesar de que ya había iniciado el paso. Sucedió un día después de que, en otro semáforo, con el verde para peatones, no le limpió un turismo por poco más espacio que el de un papel de fumar.
Ya en casa, un tanto mosqueado, se fue directamente a mirarse en el espejo de luna, que devuelve la imagen de cuerpo entero. Se vio un rostro más ajado que ayer y no le consoló que estuviera menos mustio de lo que estará mañana. Ni le consoló, ni se detuvo en evidenciar el inexorable camino hacia el ocaso. Le bastó comprobar que era él mismo, que no se había convertido en un poste o en un objeto fijo del mobiliario urbano.
Conviene recordar una verdad de las de Perogrullo: la notoriedad de una ciudad, una región, una nación, no la deciden ni su historia ni sus conquistas sino el trabajo y el comportamiento de sus ciudadanos. Lástima que cuando suceden estas infracciones no haya un agente de la autoridad que las sancione, cosa que no extraña en el barrio donde resido, San Antón, uno de los más populosos de Murcia, en el cual los vecinos sabemos que hay policía local porque de vez en cuando llega alguna multa por aparcamiento indebido, pero ni rastro de la 'Policía de Comunidad' que anuncia la página web de la Policía Local de Murcia.
Por supuesto que también abundan los respetuosos con los pasos cebra, pero eventos como los descritos aumentan la psicosis de inseguridad. Sobre todo cuando, como es el caso, llueve sobre mojado. La educación es el asunto. La educación en el civismo y en la urbanidad, prácticas que ayudan a que las relaciones entre personas sean más fáciles y más humanas, sin dejarse confundir con el equívoco concepto 'moderno' que identifica la autenticidad como el menosprecio a las normas sociales.
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