Ocurre hoy, aquí y ahora. Lo he visto y lo he oído porque lanzan la pregunta en voz alta. ¿Para qué sirven los políticos?
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La ... creciente desafección hacia 'la cosa pública' desemboca en cuestionarse para qué sirve esta actividad, tan antigua como la humanidad en sí y tan necesaria para organizarse en sociedad, para afrontar y resolver los problemas propios de la vida en comunidad. Sin embargo, la percepción cada vez más extendida es la de que los políticos no solucionan problemas porque ellos son el problema.
No se debe generalizar, porque de todo hay, pero, dada la repercusión de las broncas e insultos de los protagonistas a escala nacional, es inevitable que paguen justos por pecadores. El Parlamento, que otrora fue el templo de la palabra, últimamente se ha convertido en una olla a presión cuyos escapes terminan salpicando a la ciudadanía donde, según indican miembros de la Sociedad Española de Psiquiatría y Salud Mental, «existe una mayor tendencia a decir expresiones de violencia (...) El caldo de cultivo que genera la política provoca que, a la hora de imponer un criterio o una opinión, vaya acompañada de un tono de exigencia, agresividad e impulsividad».
Y es que, como no podía ser menos, los llamados 'discursos de odio' están dando frutos de rencor y ya están siendo un problema para la convivencia democrática. La típica confrontación ideológica ya se desliza hacia algo más personal. Donde el común ciudadano espera estrategias de cooperación, se topa con un barullo de ofensas y desprecios; donde el sentido común espera debates ilustrativos, halla en cambio una demonización del adversario: un camino que conduce directamente hacia una suerte de guerra civil incruenta.
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Es penoso.
Entristece comprobar la degradación verbal y gesticulaciones que ahora se enseñorean del espacio público y aflige el hecho de que las voces que llaman a la moderación se estrellen en oídos sordos. Siempre se ha dicho que la política quiere alcanzar el poder para transformar la realidad. Falso. Hoy día a lo más que puede aspirar el político que llegue al poder es a administrar la realidad, no a transformarla.
El panorama se oscurece y a los espectadores de los aspavientos políticos, que no contamos para casi nada, solo nos resta interpretar las noticias con perspectiva. Cualquier cosa antes de terminar enfangados en la crispación.
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