Hace unos días Sotheby's sacaba a subasta parte del joyero de Conchita Piquer. La 'Señora de la Copla' fue una de las primeras actrices ... que hizo cine sonoro, nada menos que en Nueva York, donde ya había triunfado como cantante cuando tenía menos de 20 años. Artista de indudable carisma y éxito, dejó una fortuna en propiedades, artículos de lujo y joyas. También dejó un gran legado, que es parte de la historia de las mujeres de España. Sus coplas han sido la banda sonora de varias generaciones. Muchas de ellas, mujeres que veían en las letras de la cantante una forma de mitigar las penalidades y desventuras de una vida gris marcada por la abnegación y el servicio. Tras hacer las Américas, en 1930 la Conchita Piquer regresa a España.
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Con la llegada de la Segunda República en 1931 las mujeres españolas asisten con esperanza, también escepticismo, a la concesión de nuevos derechos: el derecho al voto, garantizado en la Constitución de 1931; el derecho al divorcio (1932) que dio a las mujeres mayores derechos ante la disolución del matrimonio, incluyendo la custodia de los hijos. El crecimiento de las ciudades también ofrece nuevas oportunidades laborales, sobre todo en el sector de servicios y cuidados, altamente feminizado. Aumenta el grado de alfabetización, abriendo tímidamente trabajos de oficina y cualificados, también en la Administración Pública. No todo fueron avances, parte de la legislación protectora de trabajo femenino perseguía reservar puestos para los hombres, especialmente cuando el paro y la falta de trabajo en el campo se hizo más latente. Aunque la Constitución defendía el principio de igualdad, si en un sector existía paro masculino, estaba prohibido contratar mujeres.
Frente a la barbarie de la Guerra Civil, en la que muchas mujeres lucharon en el frente y resistieron en la retaguardia, llegó de nuevo la oscuridad. El aumento de la cobertura radiofónica en los años cuarenta, a pesar de servir a la propaganda política y al Estado, se convirtió en la principal fuente de entretenimiento de la ciudadanía. La copla ofrecía un arma de emancipación, que burlaba a la censura, y que el régimen de Franco apoyó por creerla costumbrista e inofensiva. Canciones, como 'Tatuaje', inmortalizada por la Piquer, hablan de mujeres que sufren porque aman a quien no deben, que pasean por los bares, que fuman y beben por aquello que desean, aunque no les convenga: «Mira tu nombre tatuado, en la caricia de mi piel. A fuego lento lo he marcado, y para siempre iré con él». La realidad siempre era y es más prosaica.
En el Fuero del Trabajo de 9 de marzo de 1938 se estableció que el Estado «liberará a la mujer casada del taller y de la fábrica». ¡Y vaya si la liberó! Mientras en los países occidentales las mujeres aumentaban su presencia en el mercado de trabajo, en la educación, y visibilizaban su papel en la sociedad, en España se prohibió su acceso a los altos puestos de la Administración Pública (Abogacía del Estado, Servicio de Aduanas, o Inspección Técnica de Trabajo).
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A pesar de todo, las mujeres continuaron engrosando los efectivos del trabajo asalariado. Primero, las carencias de la posguerra obligaron a ocupaciones informales, y muchas de ellas invisibles. Segundo, cuando empieza a tomar velocidad la industrialización del país, a finales de los años cincuenta, se hace evidente que la oferta de mano de obra no era suficiente, y en el propio Plan de Estabilización (1959) se reconoce la necesidad de aumentar la población activa. La Ley de Derechos Políticos, Profesionales y de Trabajo de la Mujer (1961) recoge el derecho de las mujeres a prestar servicios laborales y a percibir un salario idéntico por igual trabajo (art. 4). La ley no se aplicó, aunque fue el primer avance de muchos. En muchos hogares, 'Tatuaje' seguía sonando en la radio: «Quizá ya tú me has olvidado, en cambio yo no te olvidé. Y hasta que no te haya encontrado sin descansar te buscaré».
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