«El hijo del obrero, a la universidad». Y también la hija
En 1980, las mujeres representaban el 38% del alumnado universitario. En 1990, el porcentaje superaba el 50%, y el 'sorpasso' enorgulleció a toda la sociedad
Pues sí, yo fui a la EGB en los ochenta. Jugaba en el parque y me curaban las pupas soplando, viajé en un Seat 127 ... sobreocupado sin cinturones de seguridad traseros, fui a la playa hasta pelarme (ojo, respetando las dos horas de digestión), veía tele hasta tarde, merendaba manzanas e higos de dudosa procedencia vecinal... y oiga, aquí estamos. Pero si estamos 'aquí' en mi caso fue por otra cuestión menos lúdica: la Ley Orgánica de Universidades de 1983, que buscó descentralizar y democratizar las instituciones académicas. También fomentó la descentralización y permitió un mayor acceso a las clases trabajadoras.
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«El hijo del obrero, a la universidad» fue una consigna coreada, con sus muchas variantes, en mítines y manifestaciones de los 80. Yo atesoro en mi memoria una imagen muy vívida en casa escuchando por la tele a los dirigentes del PSOE, quizá Adolfo Guerra, decir que el hijo del obrero iría a la universidad. Y recuerdo, de verdad que lo recuerdo, a mi padre mirarme sonriendo, con esperanza. Ni él ni yo pensamos ni por un momento que las cosas fueran a llegar tan lejos y que en la universidad me quedaría permanentemente.
Con el tiempo he llegado a pensar que aquella imagen, que como niña no me decía nada, era de un acto del PSOE celebrado el 26 de octubre de 1982 en la Ciudad Universitaria de Madrid. Como la niña que era entonces, a mí lo que me molaba eran las mascotas del Mundial de fútbol, Naranjito y Clementina, y no unos señores con gesto adusto vestidos con chaqueta de pana y pantalón oscuro. Ese mismo atuendo era el que vestían gran parte de los estudiantes universitarios del momento. Por aquel entonces, las mujeres en la universidad pública española ya no eran una excepción. Si acudimos a analizar su estrato social, aquí sí resultaban excepcionales: el hijo del obrero empezaba a llegar a la universidad... a la hija le costó un poco más.
En la década de 1980 el número de estudiantes universitarios pasó de unos 650.000 a 1,2 millones. Aumentó considerablemente el número de becas, y aunque no llegó al medio millón sí a 300.000 en 1990. La universidad se convirtió en el ascensor social de una escogida minoría que burló, por méritos propios, el futuro laboral sin cualificar que la jerarquía social había destinado a sus padres. Méritos propios, y ajenos, porque las becas – como los Reyes– también eran los padres. Aquellos progenitores tan esperanzados en lo que la educación podía hacer por su prole, y que tiraban con fe de horas extras, de turnos dobles. Mi padre hacía guardias: trabajaba como marino en la mercante española y robaba horas al sueño para subir su salario. Jamás lo contó, pero la matriz de los tiques que tenía que entregar y que guardaba entre sus papeles lo delataban, campaña tras campaña, cuando regresaba a casa.
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En 1980, las mujeres representaban el 38% del alumnado universitario. Para 1990, este porcentaje superaba el 50%, y el 'sorpasso' enorgulleció a toda la sociedad española. En las áreas sociales y las humanidades, ya en los ochenta las chicas eran la mayoría, y prácticamente copaban algunas formaciones biosanitarias. A veces pienso que no hemos cambiado tanto, y que puede existir algo más que condicionantes culturales a la hora de elegir una carrera. La que suscribe también es más de letras que de ciencias, y no tiene nada de lo que avergonzarse al respecto. Pero la cuestión es que esto se traduce hoy en una capacitación profesional donde las STEAM tienen muchas más oportunidades. Esto sí es enormemente relevante, porque lastra la inserción laboral, y en definitiva la calidad de vida. También hoy, las estudiantes universitarias son más del 50% en todos los niveles universitarios (grado, también máster y doctorado), y dominan en áreas con menos oportunidades laborales.
En algunos grados, como los relacionados con informática y análisis de datos, no llegan al veinte por ciento; en las ingenierías, distan de la mitad. Es muy importante incentivar vocaciones técnicas, aportar referentes, animar a seguir carreras técnicas, y por supuesto esto no significa menospreciar otras elecciones. Pero la elección debe ser desde la consciencia y la libertad, no la restricción.
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