Fábricas de cambio: mujeres en el mercado laboral
La prensa y la opinión pública alabaron el arrojo de los cientos de miles de mujeres que, valerosas, habían salido de sus casas para unirse a la fuerza de trabajo
Hoy en España somos, por primera vez en la historia, diez millones de trabajadoras. Casi la mitad de la población trabajadora: todo un hito. Digámoslo ... bien claro: las mujeres han trabajado siempre, aunque su visibilidad y aceptación como trabajadoras fuera del hogar ha ido más despacio. Su inserción en las fábricas, en el sector servicios, con una remuneración y derechos iguales a los de los hombres, ha sido larga, por lo que esta cifra de diez millones de afiliadas a la Seguridad Social es un motivo de celebración. Somos herederas de muchas otras que, décadas atrás, no veían nada anómalo en que su sueldo no fuera ni la mitad del de sus compañeros, que fuera su padre quien semanalmente acudía a cobrar la paga, o que tenía que entregar el dinero a su marido nada más llegar a casa.
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En la historia del siglo XX hay varios hitos que visibilizan la presencia de las mujeres en el mercado de trabajo: el primero fueron las movilizaciones durante la Primera Guerra Mundial (1914-1918). Los gobiernos de las naciones beligerantes llamaron a las mujeres a ocupar el lugar de sus maridos y hermanos en las fábricas. Había que salvar la economía del país y hacer sacrificios. En países como Gran Bretaña, durante la contienda, más de un millón y medio de mujeres entraron en las fábricas metalúrgicas, mecánicas y en las cadenas de producción de munición. También se convirtieron en empleadas de la banca o correos, y hasta condujeron tranvías y camiones (algo impensable antes de la guerra). La prensa y la opinión pública alabaron el arrojo de los cientos de miles de mujeres que, valerosas, habían salido de sus casas para unirse a la fuerza de trabajo. Esto también permitió que el movimiento feminista avanzara. En 1918 el Gobierno británico, con la aprobación de la Ley de Representación del Pueblo, permitió que las mujeres mayores de 30 años votaran por primera vez. Cuando terminó la Gran Guerra, con el mismo énfasis, y sin mayor consideración por los servicios prestados, las mujeres fueron expulsadas de las fábricas y convidadas a volver a su lugar natural: el hogar. Por cierto, la promesa del voto universal femenino también se le olvidó al Gobierno británico hasta 1928.
España permaneció neutral durante la Primera Guerra Mundial, pero el hecho de que Europa estuviera en guerra abrió una ventana de oportunidad a la renqueante industria española. Particularmente la conserva pasó a tener un auge coyuntural debido a las demandas de los países combatientes. Murcia se benefició de esta situación aupando a un sector que ya era bien conocido: la conserva de vegetales. Como en el resto del país, la conserva se nutrió de mano de obra femenina. Muchas mujeres pasaron de hacer conservas en sus casas a trabajar en las fábricas. Lo cuenta muy bien Miguel Ángel López Morell en su nuevo libro, '100 años de Agrupal, Economía, Empleo e Innovación en la Industria Alimentaria', donde analiza con rigor la evolución de la conserva, el sector industrial más representativo de Murcia. El trabajo en la industria conservera proporcionó a varias generaciones de mujeres una fuente de ingresos propia y para sus familias. Las fábricas también fueron centros de cambio, y una excitante oportunidad de adquirir mayor independencia, socializar con otras mujeres, formar parte de una identidad colectiva.
La guerra civil y la dictadura siguieron negando la importante contribución femenina a la economía
La conserva entonces ofrecía algunas de las características que, aún hoy, acompañan a una parte de esos diez millones de trabajadoras que engrosan las filas de la Seguridad Social: un trabajo estacional, con una clara segregación sexual, y una persistente brecha salarial. Entre las externalidades positivas generadas por el sector productivo estaba su contribución al nuevo papel económico de las mujeres en la sociedad. Poco a poco las mujeres españolas fueron ganando representatividad entre la población activa, aunque los censos continuaban ocultando a aquellas que trabajaban en las fábricas y los servicios. La guerra civil y la posterior dictadura continuaron negando la importante contribución femenina a la economía, hasta que finalmente la modernización económica demandó con fuerza su trabajo, y visibilizó su labor. Esa cifra redonda de diez millones de trabajadoras también venera la memoria de todas murcianas que trabajaron en las fábricas y que, a veces con lucha, a veces con diálogo, siempre con tesón, fueron aderezando la conquista de derechos.
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