Si los muertos hablaran
Hay que cebarle mate al dolor, compañero de toda la vida
Toda frase pronunciada después de muerto tiene un valor extra, primero porque nunca se espera una declaración por parte del difunto; y segundo, porque ya ... no hay forma de confrontar los argumentos con el autor, lo que otorga a la sentencia un aire definitorio.
En eso, los vivos somos menos fiables. Es sobradamente conocida nuestra capacidad para el arrepentimiento y la duda, problemas que a los muertos, reacios a cambiar de opinión, apenas les afectan.
Por eso los mensajes póstumos son acogidos siempre con una atención extraordinaria. Se da por hecho que, quien ha dejado un mensaje para que resuene cuando ya no esté en el mundo, lo hace con el convencimiento de la relevancia de sus palabras, y que habla desde la libertad absoluta que permite escapar del yugo de cumplir con nadie.
Se suele decir que cuando estás muerto importa más lo que se dice de ti que lo que dijiste, dado que las palabras de otros son la mejor forma de no morirse del todo, pero poco puede competir eso con la fascinación que provoca que los muertos abran la boca cuando ya no deberían hacerlo, esperando un efecto que no podrán ver, como esa gente que abandona un libro en un banco, esperando no ya que alguien se atreva a llevárselo, sino a hacer algo mucho más revolucionario: leérselo.
El Papa Francisco dejó dichas muchas cosas para ese momento, la mayor parte de ellas a través de la entrevista que concedió al periodista argentino Nestor Castro en 2018, bajo la condición de que los audios del encuentro no se publicaran mientras respirara. Entre sus declaraciones, ha causado especial impacto la confesión de que necesitó algo más que fe para sobrellevar la dictadura que sufrió su país del 76 al 83, y que tuvo que acudir a una psiquiatra para aprender a convivir con la ansiedad. «Hay que cebarle mate a la neurosis, hay que acariciarla», dijo. «Es compañera de toda la vida».
Junto a ese consejo, dejó otro dirigido a los menores que participaron en el Jubileo de los Adolescentes el 25 de abril: «Observen bien a la gente, la gente no escucha –señaló Bergoglio en un vídeo grabado durante su hospitalización–. A mitad de una explicación, responden, y eso no contribuye a la paz. Escuchen, escuchen mucho».
Tratándose de paz, habría estado bien que ampliara el número de destinatarios para incluir a dirigentes como Putin y Netanyahu, ausentes en el funeral del Vaticano debido a las órdenes de arresto por crímenes de guerra y lesa humanidad que pesan sobre ellos. Si todos los muertos pudieran hablar, los dirigentes no tendrían más remedio que sentarse y cebarles mate. Sería de justicia que tuvieran que quedarse a escucharles, que las historias que nunca conocerán les acompañasen toda la vida.
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