Piscina 'for rent'

Swimmy es una 'startup' francesa que triunfa en España –por algo somos el segundo país de Europa con mayor número de piscinas y el cuarto del mundo–, y que funciona como una especie de Airbnb. En plena pandemia, y enarbolando la bandera de la economía colaborativa, a la francesa Raphaëlle de Monteynard se le ocurrió este novedoso negocio mientras disfrutaba de una tarde con sus amigos en una piscina y al darse cuenta de que las de los chalets de alrededor estaban todas vacías. Y vaya idea buena la suya: en unos pocos años la empresa se ha expandido por toda Europa y ya se encuentra en el mercado de Estados Unidos, muy suculento por cierto con cerca de once millones de piscinas disponibles.

Hay dos formas de «hacer felicidad», según se anuncia en la web de Swimmy: «Comparto mi piscina» o «Me baño», bajo el lema de «Cualquier excusa es buena para un chapuzón», ya sea una tarde de colegas, una despedida de soltera, cumpleaños, un 'baby shower', una cita romántica o una reunión de equipo. En principio, no existe ninguna condición especial para que alquiles tu piscina a través de este servicio, solo tienes que colgar algunas fotos, una breve y atractiva descripción y listo. Los precios que suelen fijar los usuarios del servicio van desde los 10 a los 25 euros por persona por unas cuantas horas o jornada completa, y si la alquilas mucho puedes convertirte en 'superhost', y tu piscina en favorita.

No tengo piscina, pero solo con imaginar la de mis padres, siempre tan limpia y tranquila, repleta de niños saltando en bomba cerca del bordillo o de adolescentes bebiendo como si no hubiera un mañana a ritmo de reguetón, me da un síncope. Alquilar una para una fiesta con mis amigos no me importaría, pero «con arrocito, catering, café y helados», por favor, como he visto que ofrecen algunas. Ya lo de un refrescante gin-tonic, ahora que parece que llegó el calor, en copa balón hasta arriba de hielo y unas bayas de enebro sería para morirse. De gusto.