Apuntes desde la Bastilla

La berlusconización de España

Son años infames, en los que todas las instituciones del Estado sufren un enorme desprestigio, como en la Italia de Berlusconi

Domingo, 18 de mayo 2025, 08:15

El ser humano le ha perdido el miedo a la palabra escrita. Hemos olvidado su poder, su trascendencia en la vida de los hombres. Durante ... la Edad Media, los ejércitos marchaban durante meses enteros por defender una frase grabada en un pergamino, por la verdad de unas palabras leídas en latín, en hebreo, en árabe. La voz se la lleva el viento. Se pierde entre huracanes de siglos. Con menos grandilocuencia, yo soy incapaz de recordar lo que dije ayer mismo. Sin embargo, lo escrito permanece. Pesa en la conciencia. Significamos a través de lo que escribimos. Escribimos, luego existimos, podríamos acordar.

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Miro mi móvil de perfil, mitad lleno de miedo y mitad lleno de culpa. Han quedado atrás los años heroicos en los que intentaba sostener varias conversaciones comprometedoras a la vez. Se acabó la década del flirteo. Ya no hay mujeres a las que proponer una café y la lista de contactos del WhatsApp se va llenando de amigos que cancelan encuentros porque el niño se ha puesto malo y grupos donde, muy de vez en cuando, nos desahogamos. Aún así, mucho de nuestra intimidad queda escrito para siempre en estos teléfonos tan inteligentes que tarde o temprano acabarán traicionándonos. No aguantaría la publicación del contenido de mis mensajes sin desmoronarme, sin avergonzarme de comentarios que hago, de opiniones que vierto, a veces en broma, a veces en serio. Lo que escribo en el móvil soy yo y a la vez es una persona diferente, que no habla de mí, sino una especie de 'alter ego' pueril. En WhatsApp me gusta parecer irónico, atrevido, indiferente al mundo. Sería injusto que el mundo pensase que me he convertido en eso.

Entiendo la frustración de Sánchez estos días. Pudiendo pensar los españoles que su presidente escribe sin faltas de ortografía, puntuando de forma tan correcta que parece un académico, citando a Quevedo y otros filósofos contemporáneos, nos quedaremos con lo banal, con las puñaladas traperas, con el arsénico de las mañanas ministeriales. La posteridad será injusta con él, cuando los escaños dejen de sumar y olvidemos en lo que se ha convertido el día a día político en España. Tal vez recordaremos su prosa viva. La creación de este nuevo género literario que está cambiando nuestra existencia y que consiste en convertir la vergüenza y el escándalo en oportunidad.

Sánchez está desnudo, anuncian sesudos comentaristas a colación del volcado de sus conversaciones con Ábalos. Me gustaría decirles que Sánchez siempre ha estado desnudo, que desde que apareció por Ferraz ocultando y cambiando la urna electoral en las primarias del PSOE dejó de llevar algún tipo de ropa. El resto es la historia de una decadencia, de la estulticia compartida y celebrada. Sánchez ha hecho de la mentira y la amenaza su 'modus vivendi'. Ha traicionado, ha vendido el alma de su partido, de sus ministros, de sus votantes, que con tanta alegría muestran su conciencia rebajada de precio, en un mercado de vanidades. El Sánchez de los wasap es la pura esencia de la España de 2025, la que hemos construido con el apoyo masivo, con una oposición inoperante, con enemigos del Estado trepando orgullosamente por las barbas de la decencia.

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No sé a quién puede confirmar gracias a estos mensajes que Sánchez es Sánchez, que humilla y se regodea en el sufrimiento de sus rivales políticos, del mismo partido. Durante años, muchos han sido cómplices, han bailado este ritual cacofónico, espurio, sin heroísmo pero sí servilismo. Muchos han aplaudido la última genialidad de turno. Medios de comunicación han gastado palabras (escritas también, para que no se olviden) en alabar el último giro de guion del líder. Y hemos ido cayendo en una espiral de desvergüenza, donde ya casi nada funciona, en la que nos hemos acostumbrado a la inoperancia, a vivir en un país mucho peor que el de hace diez años.

La berlusconización de España se acelera. Desde este lado de Europa veíamos a la querida Italia con espanto, cuando il cavaliere campaba a sus anchas y hacía y deshacía en todos los espacios del Estado para ajustarlo a su voluntad. Hoy algunos deberían probar esas mismas gafas con las que criticaban a Italia. Son años infames, en los que todas las instituciones del Estado sufren un enorme desprestigio, como en la Italia de Berlusconi; en las que los medios públicos se han banalizado hasta convertirse en brazos ejecutorios de las infamias del Gobierno, como en la Italia de Berlusconi; donde ministros bailan el bunga bunga en paradores, con putas y cocaína, en una suerte de escena pensada por Sorrentino, como en la Italia de Berlusconi. Ojalá un director español encontrase el heroísmo de narrarnos esta época, con música de Melody de fondo. Porque todo sucede ante nuestros ojos. Todo está escrito, en los wasap, en la espuma de los días, para que no se olvide, para que nadie pueda decir que no sabía lo que estaba pasando cuando fue a votar.

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