Algo que decir

Amanece

El alba es rescate y encuentro cada jornada, unos minutos del día en los que asistimos a la sagrada y humana verdad de la liturgia de la luz

La mayor parte de las mañanas amanece, yo añadiría que todas las mañanas amanece, no podemos olvidarlo porque es un hecho prodigioso y nos entra ... la luz por la ventana, resulta sorprendente y hermoso, muy hermoso, hemos estado dormidos algunas horas, descuidados y ajenos al tráfago de la existencia, pero en un momento dado nos apetece mucho incorporarnos a la vida, porque hemos abierto los ojos, ya tenemos hambre y estamos cansados de estar tendidos, queremos levantarnos, lavarnos la cara, hacer nuestras necesidades o a la inversa, saludar al mundo desde el balcón y sentarnos al sol para llenarnos de la energía de la mañana hasta que su calor empiece a molestarnos, aunque estemos en febrero.

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Porque la primavera se ha adelantado en estas latitudes y la vida se desparrama generosa por el jardín de la entrada, es un milagro más, qué duda cabe. El milagro consuetudinario de cada jornada, el hábito mágico de vivir sin darnos cuenta. Desayunamos como un festejo, de hecho, es la comida en la que más se nos permite disfrutar de los excesos de la mesa, según reza el refrán: desayunar como un rey, comer como un príncipe y cenar como un mendigo.

Demoramos las tareas que llevamos entre manos para seguir engolfados en el nuevo día, porque, como venimos haciendo desde siempre, estamos esperando algo, una visita inesperada, una carta, una llamada de teléfono, una señal en el cielo que nos traiga a la memoria una historia antigua y memorable o un amor que no hemos sido capaces de olvidar, y en este trance solo nos cabe la esperanza y el entusiasmo, porque es la hora de inaugurar o de reanudar la dicha, la hora de plantearnos seriamente ser felices de una manera definitiva y para siempre y hallar la fórmula para que no vuelva a decaer el ánimo y olvidemos el camino a la luz, aunque ya sabemos que eso solo sucede al anochecer. Y no es el caso, amanece y la luz lo invade todo y a nadie se le permite bajar la vista y retirar la mirada o apartar el rostro, a nadie se le permite dar un paso atrás y correr en dirección contraria, porque la cobardía a estas horas no rige. Las grandes tareas se emprenden en este tiempo, aunque las hayamos planeado la noche anterior, hemos llegado con suerte a la mañana y estamos vivos y felices gozando de su gloria y de su niebla cernida y entrañable y de su misterio, al que hemos vigilado desde antiguo porque es un misterio único y exclusivo. Se despliega la lámina de la mañana y divisamos esos pájaros negros con el pico anaranjado que nos arrancan del frío y de las tinieblas, revolotean frente a nuestros ojos y son la cifra de esa nueva buena, y todo nos parece en la alborada portentoso, recién nacido y espectacular, como si detuviera mi mirada en el paisaje exterior por primera vez en mi existencia, nunca antes había reparado en semejante belleza.

Amanece, es invierno y el aire es un cristal del tiempo, amanece, es primavera y huimos de la cama con premura, amanece, es verano y nos aguarda fuera el cielo y el mar, amanece en otoño y todo está perfecto porque el aviso del frío vendrá de un momento a otro y nos sorprenderá junto a las primeras fogatas, regocijándonos de su calor dulce y templado, con las manos extendidas y sonrientes.

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El amanecer siempre será bienvenido y estaremos esperándolo hasta la última hora del día, sin prisa y pacientes, porque todo lo que trae es bueno, todo promete consuelo y regalos, cualquier cosa que nos devuelva lo que hemos perdido sin darnos cuenta y lo que no recuperamos en su día, porque el alba es rescate y encuentro cada jornada, unos minutos del día en los que asistimos a la sagrada y humana verdad de la liturgia de la luz encarnándose en el mundo material, convirtiéndose en un campo, en una montaña, en una escuela donde berrean unos críos anónimos y las nubes del horizonte presagian el don de la lluvia.

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