Emergencia forestal
Los modelos de cambio climático predicen una disminución de entre el 30 y el 70% de las masas forestales murcianas para los próximos 50 años
Como es reconocido en todos los informes internacionales, el Sureste Ibérico es una de las regiones europeas más vulnerables al cambio climático. Desde el punto ... de vista del medio natural esperamos varios procesos: 1) un incremento sostenido de las condiciones medias de aridez por el aumento continuado de la temperatura y unas precipitaciones más variables; 2) un incremento en intensidad y frecuencia de los eventos climáticos extremos como las sequías severas prolongadas; 3) un cambio en altitud y latitud de las especies silvestres y de los sistemas naturales que ellas organizan; y 4) una reducción de los bosques en latitudes más meridionales y una intensificación de la extinción local de la biodiversidad por el desequilibrio entre las tasas de mortalidad de las poblaciones locales y la velocidad de propagación de las especies hacia nuevas localidades.
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Hace algo más de ocho años publiqué en este mismo medio un artículo titulado 'Adiós a los bosques murcianos'. Respondía a mi preocupación frente a la anterior sequía severa, el periodo 2013-2016, donde estimamos una afección forestal grave en unas 37.000 hectáreas, unos 11 millones de pinos adultos, esto sin contar los millones de arbustos y matorrales que murieron en ese periodo. En estas sequías, las principales especies que construyen los paisajes naturales se debilitan o mueren. Se trata de eventos sistemáticos que ocurren cada 10 años, más o menos, y son cada vez más graves por el cambio climático, pues hay más evapotranspiración hídrica al aumentar la temperatura media y los periodos muy secos (con lluvias por debajo del 40-50% de la media) se prolongan más en el tiempo. Yo recuerdo ya cinco episodios, algunos muy graves, uno cada década desde los años 80 del pasado siglo. Los modelos de cambio climático disponibles, algunos nuestros, predicen una disminución final entre el 30 y el 70% de las masas forestales murcianas actuales para los próximos 50 años.
En la sequía de la pasada década pudimos establecer los patrones físicos del decaimiento forestal. Hay mortandades mucho más acentuadas en las partes más meridionales de nuestra región, en aquellas solanas donde el otoño es más seco y térmico y en las umbrías donde menos llueve en primavera. También las repoblaciones forestales recientes son mucho más vulnerables, el doble que las formaciones naturales. Todo esto está cuantificado. Estos patrones permitirían diseñar una estrategia mucho más preventiva frente a estas mortandades masivas, pues hasta el momento sólo se ha actuado puntualmente y de forma reactiva, siempre tras los eventos extremos y la muerte masiva de los ejemplares.
Hace falta otra gestión forestal nutrida de fondos, del orden de 500 millones para los próximos 10 años
Los datos oficiales de la actual mortandad forestal, que entiendo como provisionales pues se habla sobre todo de montes públicos (los privados suponen más del 65% del total), cifran en unas 17.000 ha afectadas y 0,4 millones de árboles muertos. Unas estimaciones parciales pero terribles, pues la sequía aún no ha acabado y falta por registrar adecuadamente la mortandad en parte de las áreas forestales. Sierra Espuña y sus estribaciones tuvo una afección media en la pasada década de un 14%, pero el decaimiento extremo afectó a más del 25% de los bosques de pino carrasco en orientación de solana. Se nos están desmoronando nuestros pulmones e infraestructuras verdes, y con ellos unos 125 años de política forestal activa y el sueño restaurador de Ricardo Codorníu, en el centenario de su muerte, y de tantos otros profesionales y activistas por la protección y restauración ecológica del medio natural de este rincón peninsular, y de todas las inversiones públicas que se han movilizado para esta enorme y ardua tarea.
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Deberíamos ser conscientes de todo esto y apostar por una gestión forestal adaptativa, climáticamente inteligente, proactiva y diversificadora de nuestros bosques y matorrales, que deben ser profundamente reformulados, acoplada a un programa de investigación sólido. Una nueva gestión forestal nutrida de importantes fondos económicos, tanto para terrenos públicos como privados, del orden de al menos 500 millones de euros para los próximos 10 años, el horizonte de la próxima sequía severa, a la que deberíamos llegar más adaptados y resilientes.
Aunque conozco de la existencia de algunas iniciativas técnicas loables en este sentido, el debilitamiento de nuestros bosques y matorrales por el cambio climático corre en paralelo con la debilidad de nuestra administración ambiental, para mí y soy sincero, huérfana hasta lo temerario del suficiente reconocimiento y del apoyo político necesario para poder enfrentarse a una crisis de la biodiversidad que es extrema y va a socavar una parte sustancial de nuestro escenario ecológico y el sustrato de varias dimensiones de nuestra actividad económica y social, como ha ocurrido con el Mar Menor. Aprendamos de una vez y aprobemos esta asignatura que arrastramos desde hace décadas. El rico patrimonio natural de nuestra región lo necesita con urgencia.
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