Más de lo mismo
ASÍ ME PARECE ·
No parece que haya venido a moderar la vida pública española quien, por no enfrentarse a ella, asume las directrices que marca Isabel Díaz AyusoEl resultado electoral del 17 de junio en Andalucía dejó en estado de 'shock' tanto al PSOE como al Gobierno de Pedro Sánchez. No obstante, ... no sé si con ayuda, o no, de psicólogos clínicos, parece que, en las últimas semanas, tanto Ferraz como La Moncloa están saliendo de la perplejidad. Durante el mes de agosto, el Gobierno y el PSOE han desplegado una hiperactividad política inusitada en el estío. Su objetivo confesado es darle la vuelta a los sondeos y salir como partido ganador en las autonómicas y locales del próximo mayo, y en las generales de diciembre del año que viene. Parece, pues, que Pedro Sánchez sabe lo que quiere, y que sabe cómo conseguirlo. Y lo dice con tanta firmeza que siembra las dudas entre sus adversarios: ¿volverá a resucitar? ¿Será una remontada como las del Real Madrid en Champions?
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Uno de los ejes de la estrategia del PSOE para este periodo preelectoral aparece muy claro: desenmascarar a Alberto Núñez Feijóo, demostrando a la sociedad que Núñez Feijóo es como Pablo Casado, pero más viejo y más feo. Y que no es cierto que sea un hombre de Estado, capaz de moderar la vida pública española, y de llegar a pactos de Estado. El PSOE tiene claras dos ideas: la primera, que la caída de Pablo Casado no fue solo por su enfrentamiento con Isabel Díaz Ayuso, sino porque, con él y su equipo, el PP no remontaba en las encuestas. Su continuo obstruccionismo en la oposición, su actitud ante las medidas del Gobierno durante el confinamiento por la pandemia, su oposición radical a los ERTE, o a la reforma laboral, a pesar de que la apoyaba la CEOE; y la crispación política continua, que convirtió las sesiones de control al Gobierno en el Congreso de los Diputados en algo parecido a riñas tabernarias; o su irracional e interesada negativa a renovar el Consejo General del Poder Judicial; todo esto, y algunas otras conductas, hicieron que el PP, en tiempos de Casado, estuviese estancado y no remontara sus expectativas electorales. Y la segunda, que el 'efecto Feijóo' ha consistido en que la gente creyó que Alberto Núñez Feijóo era otra cosa, un hombre de Estado, que venía a moderar la vida pública, y que estaba perfectamente preparado para gobernar. Como esta imagen es el soporte de los efectos beneficiosos que para el PP ha supuesto la llegada de Feijóo, uno de los ejes de la estrategia del PSOE es acabar con este, para ellos, espejismo, y hacernos comprender que Feijóo es más de lo mismo. Y, de este modo, un día sí y otro también, salen en televisión una o varias ministras del Gobierno, reprochándole a Feijóo alguna decisión, o algún silencio, para concluir que es un personaje sin valía política.
Núñez Feijóo ha empezado a mostrar su malestar por estos continuos ataques personales. Con sutil ironía, ha tratado de minimizar los efectos de estos ataques. Esta semana, en Galicia, en un discurso público, le ha pedido al Gobierno que, en vez de emplear tantos ministros en la tarea de insultarle a él, dedique uno solo cada día; y que el resto de los ministros se dedique a gobernar. Sin embargo, yo creo que, en el fondo, Alberto Núñez Feijóo sabe que no tiene derecho a quejarse por estos ataques personales. Por varias razones: primera, porque ha sido antes el PP el que ha centrado todos sus ataques en la persona de Pedro Sánchez. Durante años, cualquier cosa mala que ocurriera en España, la culpa era de Pedro Sánchez. Y esto no solo lo decía el presidente del partido, o el secretario general, sino cualquier mindundi de provincias. Era una consigna del PP: de todo tenía la culpa Pedro Sánchez. Así que Feijóo no puede quejarse de que el PSOE le esté aplicando la misma medicina. Y segunda, él se presentó para sustituir a Pablo Casado, aduciendo que era un hombre de Estado, y que quería llegar a acuerdos con el Gobierno que fueran convenientes para el interés general. Y él mismo, con su comportamiento, está proporcionando al PSOE argumentos para que ponga en duda sus virtudes y capacidades. Por ejemplo, no es propio de un hombre de Estado confundir la prima de riesgo con los intereses de la deuda; o inventarse nuevas excusas para no acordar la renovación del Consejo General del Poder Judicial; o decir un día que eran necesarias medidas de ahorro energético, y dos semanas después ordenar a su grupo parlamentario que votase en contra de la convalidación del decreto ley que establece esas medidas de ahorro energético, que, por cierto, han sido alabadas por las instituciones europeas. Y, desde luego, no parece que haya venido a moderar la vida pública española quien, por no enfrentarse a ella, asume las directrices que marca Isabel Díaz Ayuso.
Me temo, pues, que nos espera un curso político crispado, tenso y muy radicalizado
Me temo, pues, que nos espera un curso político crispado, tenso y muy radicalizado. O sea, más de lo mismo que teníamos antes de la llegada de Feijóo.
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