Los pasos contados
Las virtudes del caminar es una recomendación reiterada entre los consejos sobre hábitos de vida saludables. Se trata de una proposición fácil de llevar a ... cabo, al alcance de la mayoría. Una práctica integrada en el imaginario colectivo como beneficiosa para el cuerpo, en un mensaje asumido de mover las piernas, estirar el cuerpo, activar el corazón. Andar. Durante años se ha aceptado que la distancia ideal a recorrer para disfrutar de sus beneficios se situaría en andar 10.0000 pasos diarios. Una cifra redonda, contundente, incluso estética. Pero, como suele ocurrir con las convenciones establecidas, asumidas sin más, el progreso de las investigaciones cuestiona sin pausa cualquier fundamento tenido como una verdad indiscutible. Y trata de demostrar su validez, como una investigación recién publicada en la prestigiosa revista 'Lancet', en la que se señala que no son necesarios tantos pasos para alcanzar un estado físico satisfactorio. El estudio, impulsado por investigadores australianos en colaboración con equipos de otros países, tras analizar miles de casos llega a la conclusión de que con 7.000 pasos al día se obtienen resultados favorables para la salud. Esta cantidad se asocia con una reducción notable del riesgo de mortalidad por todas las causas, con mejoras visibles en la salud cardiovascular, metabólica y cognitiva. Superado ese umbral, los beneficios aumentan, pero de manera más lenta y menos determinante. Dicho de otra forma, más pasos suman beneficios, pero no son imprescindibles.
Este hallazgo tiene una importancia práctica nada desdeñable. Muchas personas, especialmente de edades avanzadas o con limitaciones físicas, pueden sentir cierta frustración o ansiedad de no alcanzar la famosa meta de los 10.000 pasos. Saber ahora que con 7.000 es eficaz y suficiente, transmite tranquilidad y confianza por no haber logrado el objetivo. En cualquier caso, este esfuerzo no debería vivirse con agobio, sino con equilibrio y sensatez. Se trata de sumar vida a los años, no presión al cuerpo.
Caminar sigue siendo un acto de voluntad que se convierte en rutina, con ese pequeño gesto cotidiano que nos saca de casa y empuja a la calle, la mayoría por el simple hecho de mover las piernas y respirar aire fresco, en una costumbre para despejar la mente que relaja y sirve en ocasiones para ordenar pensamientos, siguiendo un ritmo que lo marca el propio cuerpo. Porque la belleza de caminar reside en su sencillez, no requiere maquinaria, ni cuotas, ni escenarios sofisticados. Basta con calzarse unos zapatos cómodos y salir. A veces el paseo se da por calles familiares del barrio, entre escaparates, saludos de vecinos y esquinas de siempre. Otras, se busca un parque, una vía verde o un sendero menos transitado. En compañía, los pasos se aderezan con conversación, risas, confidencias. En soledad, se abren caminos al pensamiento, a la imaginación, a la introspección. El hábito de caminar, con su cadencia tranquila y naturaleza abierta, tiende puentes entre personas. Se forman complicidades espontáneas entre quienes comparten ruta, aunque no medie palabra. Basta con coincidir día tras día, con reconocerse de lejos, con intercambiar una sonrisa o un saludo. Se crea una pequeña comunidad invisible, hilada por los pasos y la perseverancia. La calle o el camino se convierten en escenario de vínculos sutiles, de encuentros improbables, de nuevas amistades.
Con 7.000 pasos al día se obtienen resultados favorables para la salud, según un estudio publicado en 'The Lancet'
Caminar es también, y esto no es menor, un poderoso ejercicio mental. Mover las piernas activa el cerebro. Numerosos estudios, incluido el ahora publicado en 'The Lancet', insisten en esa conexión entre actividad física moderada y buena salud cognitiva. Caminar previene el deterioro mental asociado a la edad, mejora la memoria, reduce el riesgo de demencias, e incluso puede ayudar a quienes ya experimentan algún tipo de pérdida de facultades. En un mundo donde la población envejece a pasos agigantados, estos datos no solo interesan, resultan imprescindibles.
La idea, en el fondo, es sencilla, no hay que hacer grandes proezas para vivir mejor. No hace falta medir cada zancada con obsesión. Basta con moverse, con sumar pasos con constancia, con mantener cuerpo y mente activos. Que sean 7.000 al día, al menos, nos dice ahora la ciencia. Si un día son más, perfecto. Si son menos, tampoco es un drama. La clave está en la regularidad, en no dejar que el sedentarismo se instale como norma. Caminar es, probablemente, el ejercicio más democrático que existe. No importa la edad, la forma física ni el lugar donde se viva. Está al alcance de la mayoría. Ahora, con datos en la mano, sabemos que incluso con un poco menos de lo que creíamos, los beneficios son extraordinarios. Es una inversión barata y rentable. Para el cuerpo, pero también, y, sobre todo, para la mente y el alma.
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