Francisco Fernández Egea, 'Frasquito', presidente de la Asociación Cultural L'Ajuntaera. Vicente Vicéns / Agm

¡Gracias, Frasquito!

La Vereda del Capitán ·

Su empeño en reivindicar una Murcia mucho más auténtica es formidable

Sábado, 6 de diciembre 2025, 07:04

Frasquito Fernández Egea escribe historias que bien podrían ser cuentos con los que dejar embobado o pasmado a ese lector interesado al que interpela. Es ... admirable que alguien quiera sorprendernos, y Frasquito, hombre con memoria que, además, hace uso de ella con buenas intenciones, se colgaría medalla en cualquier competición de juegos malabares. El presidente de la respetable Asociación Cultural L'Ajuntaera podría haberse tumbado a la bartola y dejar que arrearan los que vinieran detrás, pero hay en Frasquito algo que le bulle y que a todos nos conmueve, que no es más que ese empeño suyo en no olvidar una Murcia auténtica y digna de aprecio y estima que ya solo puede ser revivida en libros, pinturas y fotografías.

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En sus libros nos presenta pasajes históricos, personajes de carne y hueso, lugares con nombres propios que han quedado grabados en su corazón y, doy por hecho, que en los de tantísimos lectores. Ya sea refiriéndose a los Caballos del Vino de Caravaca de la Cruz, a las tiendas que ya no existen en la calle Trapería de Murcia o a esa campechanía natural del actor y trovero aguileño Paco Rabal, lo cierto es que Frasquito aborda los hechos con absoluta consideración, a veces sin pudor a que devenga en veneración. Es deliciosa la historia de Agustín Lara, que escribió sobre Murcia («un rosal, un cantar, rinconcito del que Dios no se olvidó») sin haberla pisado siquiera.

Queda demostrado su nervio taurino, heredado de su padre («cascalista hasta la médula»), hasta el punto de conseguir, a través de 'Molejo', así conocen a José Ríos, de Monteagudo, fabricante de banderillas, que en un festejo en la Feria de Murcia los palitroques portaran el color Cartagena de la bandera regional. Hay en Frasquito alma de galán, y no podemos olvidar que incluso llegó a ser Conde en 'El desdén, con el desdén' de Agustín Moreto y que hasta declamó en el sagrado Corral de Comedias de Almagro.

Debió ser de infante buena pieza; conocía al dedillo todos los lugares de baño (balsas, piscinas, 'partiores' de acequias...) que había en la ciudad y la huerta; a media subida del Puerto de la Cadena, a donde llegaba a pedales, le esperaba la mejor sensación termal en el edén de 'Benitres'.

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A Frasquito hemos de agradecerle y, con gusto, generosamente, sin acrimonia, su simpatía y su manera de ser. Entre tanto «capullo alimonao», que alguien sea así, es una suerte. Todavía tiene algo de ese angelito retratado en 1947 en los estudios ORGA. En el fondo, su admiración por las cosas nuestras no es más que la de aquel niño que hoy, con tanto tiempo a cuestas, sigue reconociendo en cada esquina y en cada apellido lo que todas las máquinas y ordenadores nunca van a ser capaces de sentir.

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