Lituma en Mariúpol
Hay un horror enorme, y es que se puede matar sin sentimientos, por cumplir órdenes o seguir causas. Matar sin criterio, sin pasión, sin nada personal
Cuando era pequeño la gente se moría en casa. A mi bisabuela Paca se le desalojó el salón, se puso su cama y allí se ... fue apagando, fina como un pajarico. Después de enterrarla fuimos todos a su habitación. No tenía apenas nada, y lo que había en sus armarios pasó a mi abuela, su nuera. Entre sus pocas cosas, dentro de una caja de Cola Cao, apareció un fajo de billetes antiguos, de la República. Como yo coleccionaba monedas y aquello no tenía valor, me los dieron. Jugué mucho con aquel dinero inservible de 5, 25, 50 y hasta dos de 100 pesetas. De mayor entendí que aquello fueron sus ahorros hasta el 39. Era una mujer humilde, una huertana de Orihuela amiga de Miguel Hernández. Cuando Franco tomó el poder invalidó el dinero en circulación y la gente, que no se fiaba de la inestabilidad de los bancos, se quedó sin nada. Esa nada está en el cajón de mi mesilla siempre, muy presente porque me recuerda que, cuando el odio llega, la vida de las personas pasa a no valer nada y el sufrimiento reina sobre gente que, un día antes, fue buena o, al menos, convivió con sus semejantes guardando para sí ese odio y rencor subterráneo que muchos atesoran, como mi 'bisa' Paca atesoraba un dinero inservible que le recordaba una vida anterior rota por la guerra. Como una especie de tributo llevo en la cartera uno de esos billetes.
En 2013, Carolina y yo comisariamos una exposición del peruano Miguel Aguirre en La Mar de Músicas. Trajo una exposición extraordinaria que compartió festival con la también enorme Sandra Gamarra. Colgamos una serie larga de retratos en los que uno tenía todo el protagonismo, el de Abimael Guzmán, líder de Sendero Luminoso. Desde 1970 llevó a cabo una guerra al Estado peruano desde postulados comunistas con una buena causa, liberar al pueblo oprimido. En 1992 Guzmán fue atrapado y encarcelado. Un año después, Vargas Llosa publicó 'Lituma en los Andes'. Había dejado atrás su militancia comunista en los 80 y en este libro tan intenso, tan doloroso, ajustaba cuentas con esa violencia criminal del terrorismo «por el pueblo». Es un libro duro y se entiende perfectamente lo que el premio Nobel plantea cuando una científica naturalista, la señora D'Harcourt, intenta explicarle a los guerrilleros que ella y su asistente están trabajando para repoblar de árboles la zona, que no tienen vínculos políticos, que trabajan para el bien de la gente. Aun así es condenada porque los guerrilleros reciben órdenes. Nunca matan por odio, es siempre todo muy aséptico, cumplen su función por el bien del pueblo. En aquella exposición de Miguel Aguirre de La Mar, en este y otros libros de Vargas Llosa, en la personificación de Eichman por Hannah Arendt hay un horror enorme, y es que se puede matar sin sentimientos, por cumplir órdenes o seguir causas. Matar sin criterio, sin pasión, sin nada personal. Y aun así llevarlo todo a cabo con un procedimiento cruel sin límites, porque así les ha sido ordenado a los ejecutores por su gobierno, su líder ideológico o espiritual. Tres entidades que pueden legitimar el asesinato y la tortura y que controlan, en conjunto, la casi totalidad de la vida en el planeta. Cuando los líderes de estos tres estamentos son buenos reina el bien, cuando son malos el mal cubre todo con una capa roja y densa, como la de los marcianos de H. G. Wells.
Un teatro es un lugar intrínsecamente bueno, lo que en él sucede siempre mejora la vida. El pasado 16 de marzo, Rusia bombardeó el de Mariúpol. En él se refugiaba un número indeterminado de personas que habían escrito en letras gigantescas que dentro había niños. Fue inmisericordemente bombardeado y ayer supimos que los muertos superan los 600. No los mató Putin, lo hicieron soldados que recibieron las órdenes de oficiales que siguieron el criterio de que matar a aquellos cientos de niños era bueno para la Madre Rusia. No sé si es posible mayor maldad, seguro que sí, pero no se me ocurre. Sin embargo, este hecho abominable en Rusia es una hazaña militar porque dentro había nazis, porque los ucranianos son nazis. Todos somos nazis si hay que justificar nuestro asesinato. Es lo que hace falta para masacrar a la gente, una justificación que despersonalice a quien va a ser asesinado.
Es lo que hace falta para masacrar a la gente, una justificación que despersonalice a quien va a ser asesinado
El inquisidor Torquemada, en el siglo XVI, quemaba judaizantes, supuestos protestantes o pobres locos personificando en ellos al diablo. Abimael Guzmán personificó en sus víctimas al imperialismo yanqui. Lo que hizo Franco con los leales al gobierno fue personificar en ellos a la URSS. Lo que hace Putin es personificar en los ucranianos a los nazis. Esa mierda no vale para el bien, no vale para Perú, no vale para España y no vale para el mundo, pero a los cuatro les sirvió porque para ellos solo existe su patria, su credo o su ideología. O las tres cosas juntas.
Es jueves y paseo por el mercado de La Fama. Gente que compra y vende. El comercio une el mundo y lo mejora. Compro una camisa hawaiana de segunda mano. Al pagar saco accidentalmente el billete de la República. Lo miro y deseo con todas mis fuerzas que un viento imposible, soñado, se lleve este tiempo de lágrimas o, al menos, detenga el que está por venir.
¿Tienes una suscripción? Inicia sesión