Vox en su laberinto
ASÍ ME PARECE ·
Ni en el fondo ni en la forma tendría que seguir la estela del PP. ¿Por qué no reconocer de vez en cuando que Pedro Sánchez hace algo bien?Algunos amigos me han pedido que amplíe mis observaciones sobre el significado para Vox de los resultados electorales en Andalucía. Se han obtenido 100.000 ... votos más que en las autonómicas de 2018, pero muchos menos que en las generales de 2019. Y algunos escaños menos de los esperados. Me cuentan que en el equipo de Santiago Abascal, la noche del recuento de votos hubo decepción. Y que ahora hay preocupación. ¿Qué ha ocurrido en Andalucía? ¿Por qué no se han cumplido las previsiones de un mayor crecimiento? ¿Se trata de un punto de inflexión? ¿Mejorarán o empeorarán los resultados en el futuro? En mi opinión, los dirigentes de Vox deberían efectuar algunas reflexiones:
1. No deberían olvidar los factores que determinaron su crecimiento fulgurante. Hasta 2017, Vox era un partido casi testimonial, que a duras penas aparecía en las encuestas. Fue en 2018 cuando se produjo la irrupción de Vox, precisamente en las elecciones andaluzas. Había dos circunstancias que le favorecían: primera, gran parte del electorado de derechas estaba harto de la corrupción. Cada vez que estallaba un escándalo de corrupción que afectaba al PP, crecían las posibilidades electorales de Vox, que se presentaba como un partido limpio y absolutamente intolerante con los corruptos. Y la segunda circunstancia fue la tibieza del Gobierno de Rajoy, y sus errores, para plantar cara a los separatistas en Cataluña. Aquellos meses negros de septiembre y octubre de 2017 dispararon las expectativas electorales de Vox. Cuantos más disparates hacían los separatistas catalanes, más crecían entre la derecha española las intenciones de votar a Vox.
Los actuales dirigentes de Vox no deberían olvidar estos orígenes. Tendrían que insistir en el rechazo a la corrupción y en la defensa de la unidad de España. Por el contrario, hay otros temas que no le preocupan tanto a la derecha española. Vox no debería perder su tiempo y sus energías en cuestiones relacionadas con el feminismo, la sexualidad o la pluralidad cultural. Hace muchos años que la derecha social española contempla con naturalidad asuntos sobre los que algunos dirigentes de Vox emiten opiniones radicales y fuertemente emotivas. Por ese camino, conseguirán algunos aplausos, pero no votos.
2. Vox debería marcar distancias con el PP. Si se pone continuamente a su disposición, si le ofrece sus escaños para que no gobiernen los 'rojos', entonces la imagen que trasciende es que Vox no es más que un partido secundario, un apéndice del PP, que estará siempre a disposición del partido principal cuando este lo necesite. Cuando la derecha social española percibe esta imagen, entonces decide votar al partido principal, antes que al secundario. Y todo ello sin dejar de respetar el patriotismo y la generosidad de Vox. Pero no lo vota. Por ejemplo: en Castilla y León los escaños de Vox han servido para que el PP no pierda el poder. Y así muchos andaluces, que en principio pensaban votar a Vox, han decidido que para que luego Vox invistiese a Moreno Bonilla, pues mejor votarle directamente al candidato del PP. Le va a costar mucho trabajo a Vox neutralizar los efectos del mensaje del voto útil.
3. Al margen de los debates de investidura, Vox, en todas las instituciones, debería acentuar su propia identidad. Ni en el fondo ni en la forma tendría que seguir la estela del PP. ¿Por qué no reconocer de vez en cuando que Pedro Sánchez hace algo bien? ¿Por qué no exigir la renovación del Consejo General del Poder Judicial? ¿Por qué no denunciar algunas mentiras que se lanzan desde la oposición? ¿Por qué no comportarse como hombres de Estado, que anteponen los intereses de España a sus intereses partidistas?
4. Desde luego, la situación actual de Vox no es desesperada. Al contrario, los cambios políticos que se están produciendo pueden abrir una nueva oportunidad para Vox. Núñez Feijóo se ha inclinado definitivamente al centro. Ha adoptado formas suaves, y una permanente actitud de calculada indefinición ideológica. El PP trata de atrapar todos los votos que pueda, invadiendo incluso el espacio electoral del socialismo. Pero esta estrategia deja a la derecha del PP un amplio espacio. Es el sector social integrado por personas a las que les gusta las cosas claras, y que rechazan las ambigüedades e indefiniciones. En este espacio electoral es donde Vox puede cosechar votos.
5. Ahora bien, Vox tiene que resolver un dilema, tiene que salir de su laberinto: ¿qué quiere ser?, ¿un partido de extrema derecha, apasionado, temperamental, dogmático e inflexible?, ¿o una derecha moderada, distinta del centro, pero tolerante, dialogante, y respetuosa con los adversarios políticos y con el pluralismo cultural y social? Si opta por la primera opción, Vox está condenado a ser un partido minoritario, cada vez más pequeño y cada vez más testimonial. Si opta por la segunda, podría llegar a ser un gran partido, apoyado por una derecha social que se encuentra cómoda en la moderación.
Sin duda, en los próximos meses, Vox tiene que resolver este dilema. Y salir de su laberinto.
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