Tonteando con los lodos
LA ZARABANDA ·
Moncloa le deja (pero no le deja) a San Esteban retirar los barros del Mar MenorSan Esteban no se cansa de pedirle a Moncloa que le autorice a retirar los lodos y otras mierdas adjuntas que tanto afean al Mar ... Menor. Por otro lado, Moncloa no deja de responderle a San Esteban que es cosa de melones pedir algo así, ya que esa faena es competencia del santo. Pero, ojo, porque si este decidiera presentarse de verdad en el lugar del crimen, con el legón en una mano y el capazo en la otra, necesitaría un permiso de Moncloa.
–¡Pero pijo! ¿En qué quedamos?
Tranquilícese el lector. Y lo mismo les pido a las partes de este enfrentamiento típico y ya tópico en la Administración. Típico y tópico porque es la forma habitual de actuar nuestras instancias. O sea el sí pero no y el no pero sí, que hace que la solución de los problemas se demore eternamente. Vamos a ver. Si desenlodar el Mar Menor lo tiene asignado San Esteban, ¿por qué demonios sale Moncloa diciendo que vale, pero que antes de dar la primera palotada requiere una autorización de Madrid?
Esto es como el cuento de los pastores que discutían si los perros que se acercaban eran galgos o podencos. Y a lo último pasó lo que pasó: que lo pagaron las ovejas.
–Y dígame. En este cuento, ¿quiénes son las ovejas?
¡Hombre! De toda la vida de dios, las ovejas somos nosotros. Los domingueros que, si nos metemos en Mar Menor, sacamos los pies manchados de barro. Eso si no nos esfaramos antes y venimos a dar con la cabeza en fango.
Los trámites (hasta los más sencillos) son en España una carrera de obstáculos. Principalmente entre políticos, como en el caso de Moncloa y San Esteban. Tú echas los papeles y ya puedes esperar sentado. Cuando quiera llegar el permiso de la superioridad a San Esteban, el barro se habrá convertido en roca. Si uno tiene potestad para quitarlo, como le sucede a San Esteban, pues ya está. No se entiende que tenga que pedirle autorización ninguna a Moncloa. El santo llega al Mar Menor, se descalza las sandalias, se arremanga las sayas y a trabajar.
¡Pues va a ser que no!
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