Todos piden a todos que dimitan
La zarabanda ·
Lo mejor sería complacerlos dándoles puertaDudaba yo si el momento acabaría por llegar. Pero lo cierto es que ha llegado. No los ciudadanos, sino los propios políticos están pidiendo, diría ... que casi a gritos, la dimisión de los políticos. Cada uno de aquellos y de estos asegura que el otro debe dimitir. Todos desean (y lo pregonan a diario) que dimitan todos.
Es una situación curiosa, pero a la vez tremenda. Digo para el desconcertado ciudadano. Visto que los mismos políticos (en el gobierno y en la oposición) reconocen que no están en condiciones de moderarse, los paganos que somos nosotros tenemos la obligación de hacer algo.
–Quizás nos convenga tomar un camino.
Así lo veo yo. Aunque son ellos quienes deberían tomarlo primero. Tendrían que dimitir todos de una tacada. Eso sí, en un acto solemne y divulgado. Que sepa el mundo entero que los políticos españoles, en un gesto de generosidad, han cogido el portante. De tal manera que ayer seguían siendo, pero mañana ya no. Digamos que la era queda completamente limpia de grano y paja.
–¿Pero qué hacemos nosotros ahora?
Pues, si no logramos gobernarnos a nosotros mismos, lo sensato es acarrear políticos nuevos. Aunque, más pronto que tarde, los que elijamos para que nos encarrilen terminarán haciendo lo mismo que los que se han ido (pedir los unos la dimisión de los otros). Habrá que elegirlos nuevos.
Comoquiera que no podemos, ni debemos estar todas las semanas celebrando elecciones, tendríamos que pedir a los técnicos una fórmula que facilite una manera automática de votar. Y nosotros decidimos. Pero desde el ordenador. ¡Qué digo desde el ordenador! ¡Desde el móvil! Y como todos disponemos de móvil, pues votemos todos. No solo los mayores de dieciocho años, sino lo que se dice todos. De cien para abajo.
–¿Y los recién nacidos?
Esos no votarán hasta que los desteten. Pero, una vez destetados, al ser evidente que ya podrán manejar el aparatico, ¿por qué no han de votar? Hoy las ciencias adelantan que es (y nunca mejor dicho) una barbaridad. Puesto que vivimos en un planeta digitalizado -–unque, eso sí, casi echado a perder– hagamos que una gran masa de electores instale en el sillón a tantos elegidos como se nos ocurra.
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