Peregrino en Murcia
Antonio López Pina, del mismo San Antolín y tan europeo
No viene a Murcia, sino que peregrina. O así lo entiendo yo, cuando detecto el gozo que le ameniza el rostro, cada vez que se plantifica aquí en primavera para darle gusto a su necesidad -como hijo que es de San Antolín- de engolfarse con el perfume del azahar callejero. Gratuita es la democrática nieve sobre el verde de los mandarinos que sombrean las aceras. La charla, aunque nada teatral (o quizás sí, pues redundamos en la sociopolítica), siempre tiene lugar en el ambigú del Romea. Y por todo tomar se toma un zumico de naranja. Así un año detrás de otro.
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Nos conocimos cuando las primeras elecciones democráticas, de las que salió senador, por el PSOE (pero independiente, por si las moscas). Que yo recuerde, hasta dio mítines. Se le veía, si no derrochando entusiasmos -pues eso sería pedirle demasiado a su cabal visión de las cosas-, estimulado al menos por algún soplo de esperanza. Era más joven, claro, y la andanza del nuevo tiempo no había traído todavía ninguna de sus mudanzas.
Puesto a tomar un camino, tomó el que lleva a Europa. Le iba Europa. Era el continente con mayor empaque. Escenario de dos guerras tan tremendas, parecía que hubiese aprendido la lección. Quizás fuera terreno propicio para ensayar una estructura convivencial más armoniosa y compacta, al abrigo de una Constitución ojalá que comunitaria. Algo que se antojaba asumido con agrado por países que conformarían una Europa modélica, hasta entonces inédita.
Nuestro hombre se entregó en alma, corazón y vida al proyecto, por si acaso no fuera del todo utópico. Me solicitaba zarabandas porque le hacían reír. Necesitaba desengrasar de tanta alemanidad, pero no la de su Annegret. Desde la cátedra de Derecho Constitucional -y como titular de la Jean Monnet de Cultura Jurídica Europea- ha contribuido como pocos a pensar y debatir -con mucha contundencia y desde la observación- sobre la hoy tambaleante unión, que alguna vez pareció preñada de humanismo.
Puede que se nos haya olvidado que a López Pina le producen cansera las camelancias de la política. Y por eso nos sorprende descubrirle ahora alguna decepción en su mirar.
Aun así, esta tarde presenta su último libro, en el Museo Gaya.
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