No a la memoria histérica
LA ZARABANDA ·
Pero, en su justa medida, recordar ayuda a la educación de los jovenzuelosAlgunos pensarán que, durante la postguerra española, predominó en exceso no tanto la memoria que ahora llaman histórica (cuando casi todo el mundo intentaba olvidar), ... sino que también la histérica. Se debía esto último a que al estudiante se le tenía por un reservorio, aunque no necesariamente de bacterias. Algo parecido a un contenedor de cultura. El alumno era capaz de recitar de carrerilla los Reyes Godos. (Le dábamos más énfasis a Recaredo, por ser el primero que se hizo cristiano).
Aquella enseñanza fue muy memorística. Yo y otros como yo tuvimos que aprendernos los creo que 17 puntos de la Falange. Y lo hicimos con tanta histeria que todavía hoy, siendo como somos unos vejestorios, en lugar de contar borregos en las noches de insomnio, nos sorprendemos a nosotros mismos largando en alta voz: «La dignidad humana, la integridad del hombre y su libertad son valores eternos e intangibles...».
También aprendimos, junto con los ríos de España, las capitales de todos los países del mundo. Unas memorizaciones fueron más rentables que otras. Esta de las capitales resultó muy provechosa cuando nos hicimos mayores. Lo mismo que la tabla de multiplicar cantada, haciendo hincapié en el 9, que era en tramo más dificultoso. Le teníamos verdadero pavor.
–En cambio el 1 estaba tirado. Era facilísimo.
Modernamente, la memoria viene siendo objeto de desprestigio, por parte de la Administración. La actuación más reciente en este sentido corresponde a la ministra Celaá. Esta señora reniega de la enseñanza memorística. Y no es que no le asista alguna razón, pero no toda la razón.
Si le preguntamos por la capital de Madagascar, no creo que la sepa.
–¿Se la digo yo? –interviene un lector, frotándose las manos.
Bien. Dígala.
–Tananarivo.
Pues no, pero casi. Así se llamaba cuando Franco, pero la cambiaron por Antananarivo. Ahora bien: ¿qué es mejor? ¿Responder Tananarivo (que viene a ser prácticamente lo mismo) o quedarse con la boca cerrada? Si eres capaz de decir Tananarivo, todo el mundo lo entenderá, por lo mucho que se parezca a Antananarivo, ¿vale? Aparte de que una mayoría de capitales no cambió ni una letra. Es lo que quería decirle a la señora Celaá.
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