Todo pudiera ser, puestos a imaginar. La ejecutoria del Real Murcia ha cambiado. Y se ha puesto muy bien. En disposición de que, si los ... futbolistas que alcanzaron la santidad echan una mano, pudiéramos iniciar (pero esta vez de verdad) el regreso a los tiempos gloriosos.
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–Que ya se han quedado muy antiguos, todo hay que decirlo.
Pues hombre. De cuando trabajaban en la Condomina Vieja las estrellas Kubala y Javier Clemente. Casi na. Seguro que algunos os acordaréis. Era cuando de forma colateral ayudaba aquel capellán irrepetible, don César García Gomariz. En esta temática hubo un fallo grave de continuidad, pues, tras su muerte, el Club pasó diez años sin cubrir la plaza. Estas cosas, aunque muchos vayan de escépticos, hay que cuidarlas. Por si las moscas.
Don César, sin embargo, era un hombre realista. Venía a decir que «si la pelotica no quiere entrar, ya pueden empujarla todos los santos del Cielo, que no hay nada que hacer». Pero sus ruegos, quieras que no, más aprovechaban que interferían. Sin olvidarnos de Pepe Pardo, que se encargó de sostener al equipo en la división que llaman de honor. También son de feliz recordación Vicente Carlos Campillo, Eusebio Ríos o Felipe Mesones, en su calidad de entrenadores. Ahora tenemos a Simón (nada que ver, gracias a Dios, con el tío ese de la Covid en la tele), que parece haberle cogido el tranquillo a eso tan difícil que es ganar partidos.
No echo las campanas al vuelo tontamente. Ni con falta de fundamento, pues haberlo creo que lo hay. Dieciocho puntos, de los veinticuatro que suma, obtenidos en las ocho últimas semanas (y habiendo encajado solo tres goles), no me diga el lector que es casualidad. Hombre, algo nos habrá acompañado la suerte, que andaba por quién sabe dónde. Pero está claro que son los muchachos quienes en mayor medida han mejorado su rendimiento.
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También esto se debe, pues hay que decirlo todo, a que una afición inasequible al desaliento ha estado a todas horas al pie del cañón. Una suma de felices circunstancias nos mueven a soñar. Ojalá el despertar nos sea propicio, ¡mecachis en la mar!
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